Una luz en los cuartos oscuros

Mario Bellocchio. 30 de octubre de 1983. Treinta y siete años del retorno a aquella, entonces, casi olvidada costumbre de las urnas.

 

“Las urnas están bien guardadas y van a seguir bien guardadas” había dicho Galtieri en plena soberbia hacía un par de años atrás. Esa vez tuvo que recurrir al plumero y ponerlas en circulación.

Veníamos del horror de la dictadura y el mucho más reciente de la Guerra. Las expectativas eran enormes y la participación popular descomunal.

El 26 de octubre, en la Avenida 9 de Julio, el Radicalismo con Raúl Alfonsín como candidato había reunido –calculaban– más de un millón de personas. Y el Peronismo, un par de días después empardaba esa multitud presentando a Ítalo Luder y un candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires a quien todo el mundo consideró “culpable” del fracaso al prender fuego durante el acto un ataúd con los colores rojo y blanco, la sigla de la UCR, una corona y el nombre de Alfonsín QEPD.

Herminio Iglesias y el ataud. 28 de octubre de 1983

Años más tarde, el asesor de Luder y candidato a diputado nacional de aquellas elecciones, Julio Bárbaro decía: “El movimiento siempre estuvo lleno de Herminios, pero en ese momento no los pudimos contener”. Bárbaro cree además que Luder “no era un buen candidato”, pero que además “no había ningún otro” que sedujera al electorado de la forma arrolladora que lo hacía Alfonsín en aquel momento. “Ni Luder, Ni (Deolindo) Bittel, o (Antonio) Cafiero estaban en condiciones de llegarle a la gente. (Raúl) Alfonsín interpeló a los sectores medios con un discurso más interesante y supo llegarle a los sectores populares. Por eso ganó y fue lo mejor que le pudo pasar al país. El peronismo no había superado la herencia de Isabel (Perón) y (José) López Rega. No podía gobernar”, señalaba Julio Bárbaro.

Mientras tanto por el lado del radicalismo ocho meses antes de la elección, Alfonsín contrató al publicista David Ratto para dirigir su campaña e inaugurar la innovación de ese tipo de conducción que solía ser realizada por los propios dirigentes políticos. El equipo publicitario decidió centrar la difusión en la imagen del candidato destacando sus cualidades naturales. Varios lemas tuvieron impacto masivo, como la frase “Ahora Alfonsín”, o la imagen de un escudo con los colores de la bandera argentina y las iniciales “RA”, correspondientes tanto a Raúl Alfonsín como a República Argentina. También fue importante el “saludo de Alfonsín”, con la forma de un “abrazo a la distancia”, que surgió del gesto que el propio Alfonsín había tenido en un acto en el Luna Park el 7 de diciembre de 1982.

Por aquellos días acababa de cumplir 44 años y atravesaba una etapa de seducción alfonsinista llevada a cabo a través de sus cuadernillos de “Propuesta y control” provistos por “su agente de difusión y propaganda” –puesto que le asigno ad-honorem en mi cariñoso recuerdo a mi querida compañera de Teleonce Olga Barreneche, a la sazón cuñada de Alfonsín en aquel momento, y el magnetismo innegable de ese plus afectivo–. Aquellos cuadernillos de difusión de doctrina eran agua fresca para la sedienta garganta de un peroncho descorazonado por las trapisondas derechozas de Isabelita, el Brujo y demás deudos y ahora lapidados por el ataúd de Herminio. Me sentía un hincha Boca gritando por River –aunque si fuera en fútbol sería abandonando mi querido Ciclón a manos de Huracán. Pero aquel 30 de octubre no sería ni siquiera ése un motivo para empañar el regreso a las urnas. Con entusiasmo fuimos a votar pensando en el regreso a la democracia antes que en el color político sin dejar de lado, claro, en qué manos conductoras íbamos a colocar el bastón de mando para evitar ominosas reiteraciones.

Triunfó Raúl Alfonsín con un 51.75% del voto popular y en segundo lugar resultó el candidato peronista Ítalo Luder, que obtuvo el 40.16%. Los otros dos candidatos más votados fueron Oscar Alende, del Partido Intransigente, con el 2.33% de los votos, y Rogelio Frigerio, del Movimiento de Integración y Desarrollo, con el 1.19%.

Aquel día se inició el período más largo de continuidad democrática de la historia argentina, no interrumpido desde entonces.

Alfonsín asumió el 10 de diciembre de 1983 y todos los canales participamos en la asunción del mando. A mí me tocó el honor de dirigir el de Teleonce con cámaras sobre Diagonal Roca y una “panorámica” ubicada en la torre de la Legislatura, para una transmisión muy particular: Alfonsín se dirigió a la multitud concentrada en Plaza de Mayo desde el Cabildo, en lugar de la Casa Rosada. Recuerdo que al no participar aun de la transmisión tuvimos la oportunidad –con mi productora y amiga Susana Costa– de arrimarnos a la Avenida de Mayo, ver pasar al vehículo presidencial hacía la Casa de Gobierno y moquear abrazados recordando los duros momentos de la dictadura como un fragmento personal del ¡Nunca Más!

 

 

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