Réquiem para la inflación (Entremos en el cambio)

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La inflación es el peor flagelo que azota a la Argentina. Otto Carlos Miller

Todos estamos de acuerdo. La inflación es el peor flagelo que azota a la Argentina. Frente al problema se ha logrado la auténtica unidad de todos los sectores políticos y sociales. Recorriendo el espectro ideológico se conviene en que el fin de la inflación será el resurgimiento del país.
Todos juntos y unidos: Alsogaray y Ubaldini, Cafiero y Angeloz, Menem y Marrone, monseñor Primatesta y Tita Merello, Neustadt y Charly García, Sourrouille y Maradona y siguen las firmas.
Todos están contra la inflación, pero el problema, aún irresuelto, es cómo combatirla. Históricamente ha quedado demostrado que los sistemas monetarios tradicionales no han servido para acabar con el flagelo. No anduvo la Moneda Nacional, no anduvo el Peso Ley, tampoco el Peso Argentino y mucho menos el Austral. Y en un país empobrecido como el nuestro sería ilusorio pensar en la implantación del Patrón Oro o del Patrón Plata. Por eso, señores y señoras, ¿por qué no crear en la Argentina un tipo de moneda autóctona, regional y vernácula, que haga tambalear los mercados internacionales? En lugar de patrones oro o plata, deberíamos crear un patrón adecuado a nuestras características agrícola-ganaderas. Un patrón inmune a las falsificaciones. Un patrón fuerte y masculino. ¡Sí, señores! ¡El huevo! ¡El Patrón Huevo! Nadie puede falsificar un huevo. Ni la más sofisticada tecnología es capaz de fabricar un huevo. Adiós inflación con el Patrón Huevo.
Y si usted está pensando en los acaparadores de gallinas o aves en general, se equivoca. Al instrumentarse el cambio de patrón, y por consiguiente, de moneda, todas las aves pasan a ser patrimonio del Estado. Se suprime la Casa de la Moneda y algunos ministerios inútiles para convertirlos en modernos habitáculos para aves ponedoras.
Las unidades de cambio serían huevos de gallina, codorniz, víbora, pato, ganso y avestruz. El ministro de Economía sería destituido y en su lugar se nombraría al presidente de la Sociedad Protectora de Animales.
Es cierto que los huevos se pudren, pero a la larga, la moneda también. Además, esto ayudaría a acortar los plazos fijos y acabar con la especulación. Retener mucho tiempo el dinero sería penalizado por la naturaleza, que siempre fue mucho más sabia que un ministro de Economía.
Hay otras ventajas. El huevo no admite fracción, por lo que no pasaría lo mismo que con el centavo que ya no tiene valor. Jamás podría hablarse de algo que cueste un huevo y medio. La falta de huevos no sería indignidad sino pobreza.
Esta propuesta conlleva un solo peligro. Si a huevazo limpio acabamos con la inflación, esto bien puede ser la causa de la desunión de los argentinos al desaparecer el enemigo común. Pero, desunidos y todo, creo que vale la pena intentarlo por el bien del país. Aunque ésto, a muchos, les importa un huevo.
Otto Carlos Miller

Nota publicada en el Nº 225 de la revista Humor de agosto de 1988

Foto: Otto x Mónica

 

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