Odia, odia, odia, que algo sucederá

El rol de los medios de comunicación en los discursos de odio. El ataque a Cristina Kirchner y el medio de los grandes poderes de una posible vuelta en 2023. Juan María Ramos Padilla  y Fabián Mettler

El intento de asesinato de Cristina Fernández de Kirchner por un “par de loquitos sueltos” como los llamaron los medios hegemónicos, es la consecuencia directa del odio que esos mismos medios arrojaron contra Cristina desde que fue presidenta en 2007. Los autores materiales están identificados y presos, ahora la investigación deberá orientarse hacia los  instigadores, financistas y autores ideológicos del atentado. La justicia deberá determinar –aunque esto exceda la voluntad de la dupla Capuchetti/Rívolo– la responsabilidad de los medios de comunicación en la creación de un clima de hostigamiento y persecución permanente a la Vicepresidenta de la Nación.

El odio, entendido como el deseo vehemente de que una persona sufra los peores males o se muera es, en condiciones normales, un sentimiento poco común en los seres humanos. A diferencia de la bronca, la ira, el asco o el enojo, el odio tiene carácter obsesivo, es permanente, subsiste en “frío” y presupone un daño grave e irreparable en los intereses o sentimientos del odiador, inferido por el sujeto odiado. En lo individual se odia al que ha violado un hijo, al que ha asesinado a un padre. No se odia a cualquiera por cualquier tontería.

Sin embargo, en determinadas épocas históricas –cuando se agudizan las contradicciones sociales–, el odio ingénito de la clase alta hacia dirigentes populares se profundiza y se torna viral, contagiando a sectores medios o bajos de escasa conciencia política. Los dueños del poder real, temerosos de perder sus mal habidos privilegios, despliegan una propaganda machacona, insidiosa y desprestigiante de los líderes del pueblo. Buscan ensuciarlos, envilecerlos  y transformarlos en culpables de todos los males. Así lo hicieron con Hipólito Yrigoyen, con Perón y con Evita. Desde periódicos como La Fronda, Crítica, La Prensa y La Nación los atacaron despiadadamente, generando en ambos casos las condiciones para el golpe de estado que se dio a continuación.

A Cristina no pudieron voltearla pero le hicieron la vida imposible, agravada en este caso por su condición de mujer, viuda y peronista. Basta revisar las tapas de Clarín y La Nación de los últimos años para darse cuenta de lo que hicieron. A Cristina la clase alta no le perdona las retenciones al campo, la restricción para atesorar y fugar dólares (cepo), el desendeudamiento, la estatización de la A.F.J.P., la apuesta a la ciencia y tecnología. Tampoco la absuelve por  la nacionalización de sectores estratégicos, la redistribución de la riqueza a favor de los trabajadores, las obras públicas, la Unasur, la ampliación de derechos. A Cristina Fernández los sectores altos la detestan no por sus errores, sino por sus aciertos.

Los mismos grupos gorilas que derrocaron a Yrigoyen y voltearon a Perón hoy están nerviosos ante la posibilidad cierta de que el kirchnerismo gane las elecciones del 2023. Por eso hacen lo que hacen. Quieren sacar del escenario político a la única dirigente que garantiza gobernar a favor de las mayorías. Y quieren sacarla como sea: encarcelándola y proscribiéndola en un juicio amañado y sin pruebas, e incluso matándola. ¿Por qué no lo harían si hace 67 años, el 16 de junio de 1955, para asesinar a Perón mataron desde el aire a más de 400 argentinos que caminaban por la Plaza de Mayo? ¿Por qué no se animarían si hace 46 años, el 24 de marzo de 1976, tumbaron un gobierno constitucional y desaparecieron a 30.000 compatriotas?

En política se puede ser cualquier cosa menos ingenuo. Con la experiencia histórica acumulada por el pueblo argentino, el Gobierno y la dirigencia peronista y del campo popular debiera tomar nota de estas cosas. Cristina dijo la semana pasada en su alegato que se sentía en “estado de indefensión y muy intranquila”. Como para no estarlo si quienes la juzgan no son jueces imparciales, sino amigos de Macri, y para colmo de males los autores materiales tienen como abogados a asesores de legisladores del PRO.

El intento de magnicidio debe ser un punto de inflexión en la política argentina. El odio gorila está dispuesto a todo con tal de enturbiar el liderazgo de C.F.K. Por eso es imprescindible “cuidar a Cristina”, como pidió Néstor. Pero cuidarla no es sólo reforzar su custodia personal, es ampliar la Corte Suprema, es desplazar al Procurador Interino, es echar a los jueces y fiscales corruptos de Comodoro Pi, es reponer la ley de servicios audiovisuales. También es aplicar el código penal a dueños de medios, periodistas, editores  e internautas que esparcen y fogonean el odio y la mentira en las redes sociales  y en los medios masivos de comunicación.

Si los medios hegemónicos, en nombre de la libertad de prensa, siguen injuriando, hostigando y mintiendo descaradamente, se resentirá la calidad de la democracia. Si la justicia federal y la Corte Suprema siguen condenando sin pruebas y desconociendo las garantías del debido proceso penal, como hasta ahora, no habrá afianzamiento de la justicia, como exige el preámbulo de la Constitución Nacional. Hay que cuidar a Cristina y hay que actuar con máxima firmeza. La Hidra de Lerna del lawfare está cebada, hay que actuar ahora, antes de que el monstruo policéfalo se trague con sus siete cabezas a los dirigentes del pueblo y al pueblo mismo.

 

Fuente:

https://www.eldestapeweb.com/ 02/10/2022

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