“Jamón y Justicia”

CRÓNICAS POÉTICAS DEL TERCER MILENIO. Muestrario de hechos verídicos, otra mirada sobre los tiempos presentes para los habitantes del futuro. Por José Muchnik

Septiembre 2022

Estimados habitantes del futuro, a menudo los hechos de la vida cotidiana muestran lo que estamos viviendo mejor que las noticias de los medios. Escuchen lo que acabo de presenciar.

–Trescientos gramos de Democracia por favor, dijo acercándose al mostrador. –¡Hombre! ¡La democracia no se vende en fetas! –Le aseguro que sí, cada vez más finas, la están desguazando, ya que estamos, córtelas espesas, por lo menos disfrutar de un resto de Democracia consistente. –Disculpe, no entiendo el chiste ni tengo tiempo para perder. –No tiene porqué disculparse, es normal, casi todos me toman por un loco o un chistoso, pero le aseguro que…

No tuvo tiempo de terminar, salió sin decir nada. Camina ni cabizbajo ni sonriente, ni rápido ni despacio, camina como si no pudiera hacer otra cosa que caminar, difícil imaginar qué desfila en la cabeza de ese hombre que camina.

–¡¿Qué hacés hermano?! El saludo eufórico provocó su aterrizaje de emergencia. –No hago nada querido, no hay nada que hacer, ya repartieron barajas ¿Mezclar y dar de nuevo? ¿Quién se atreve? Entonces camino, por ahora está permitido, no jodo a nadie. ¿Y vos qué contás? ¡Tanto tiempo! –Habría mucho para hablar ¿Tenés tiempo de tomar algo? Parece que andás de mala onda. –Ni mala ni buena, simplemente ando, pero si se trata de tomar algo voto positivo, éste no será un voto inútil.

Ya en el bar el mozo con tono amable ¿Qué se servirán los señores?

–Para mí un cortado en jarrito. –Para mí un vaso de libertad, gaseosa por favor. –Mirá querido, si vos tenés la cabeza fresca para inventar boludeces te felicito, te dejo mi lugar, una hora levantando pedidos, sirviendo, aguantando puteadas de los clientes o boludeces de imbéciles como vos, sólo una horita, después me dirás si tenés ganas de seguir haciendo chistes. –No era un chiste. –¿Ves esa puerta? Señala el mozo… Decime ¿La ves o no la ves?… Frente a la falta de respuesta insiste, es la puerta del bar, por ahí entraste, una puerta de verdad, no en chiste, o te levantás y salís prolijamente por donde viniste, o…

–No tenés cura, comenta el amigo ya en la calle. ¿No sabés que el horno no está para bollos? Ponete en lugar del otro, el tipo laburando todo el santo día, levantando pedidos, limpiando mesas, sirviendo, controlado por el patrón, asediado por los clientes ¡Y vos pidiendo un vaso de libertad gaseosa! La gente trabaja a presión, no te cuento el ambiente en la tele, controlan todo, y cuando digo todo es ¡Todo! Tarjeta para entrar, tarjeta para salir, cámaras filman, registran, y entre salidas y entradas controlan todo, mensajes enviados, mensajes recibidos, que no se te ocurra enviar algo fuera de la norma. Lo peor es que la información, la que comunican al público, a la llamada ciudadanía, es filtrada por la dirección, la manipulan a su gusto.

Se despiden, el hombre sigue caminando, entra en una casa de fotocopias, cincuenta ejemplares por favor dice alargando la hoja donde está escrito con letra grande “Sin techo, sin empleo. No pido limosna, pido solidaridad”. Más abajo con letra chica “El 1% posee 50% de las riquezas, cada vez son más los excluidos”. El empleado alcanza a leer el mensaje, le entrega las fotocopias con sonrisa descreída. Él vuelve a la calle, camina, camina…, extiende una manta en la vereda, sobre la manta una caja de cartón con el texto pegado “Sin techo, sin empleo…”. Reparte algunas copias, la mayoría lo esquiva, algunos cruzan de vereda. Al cabo de dos horas constata que no juntó ni para un café, otro hombre con un perro se sienta a su lado.

– Se ve que sos nuevo en el oficio. Ese cartelito, esas hojitas que repartís, son una boludez, para cosechar algunos mangos, no hay que dar información, hay que dar lástima. Vestirse como un zaparrastroso, si conseguís un perro flaco ayuda, un pibito con carucha triste sería mejor, pero es más difícil de conseguir. –Te digo la verdad, estaba probando; quería ver las reacciones de la gente… Un silencio flotó hasta que el ruido del puñetazo cayó como metáfora abrupta.–¡Andá a la concha de tu madre! Esto no es joda, miles de personas en la calle, viejos mujeres niños… ¡Y vos querés hacer la experiencia! ¡¿Para qué?! ¡¿Para saber qué?! ¡¿Para sentir qué?!… No me cuentes, mejor no me cuentes, rajate antes de que te destroce en serio.

El hombre camina, camina…, ahora busca una farmacia, la nariz seguía sangrando.

–Disculpe, espere su turno en la cola como todo el mundo, si quiere un Servicio de urgencia vaya al hospital, verá que rápido lo atienden. El rostro de la mujer que le hablaba no mentía, había sufrido una biaba feroz.–Quise hacer la denuncia en la policía ¿Para qué se me habrá ocurrido? Si te fajó por algo habrá sido, me dijeron, y otras cositas halagüeñas, mejor me olvido. Machos de mierda, cana de mierda, sociedad de mierda, siguió despotricando hasta que la atendieron… ¿La mutual no reembolsa? ¿Receta médica? No, no tengo. –Si no puede, yo pago los remedios, propone el hombre que esperaba detrás de ella. –¿Y vos qué te metés? ¡Misericordia! lo único que me faltaba, compadecete de tu cara, no de la mía.

El hombre decide callarse hasta que llega su turno. –¿Qué le pasó? ¿Una puerta de vidrio? ¿No la vio? ¿Tengo que creerle? ¿La puerta se llamaba puñetazo? No hace falta ser farmacéutica para darse cuenta de que a usted le rompieron la cara, de todos modos, diga lo que quiera, me importa un bledo, aunque no sepa qué es un bledo. Debemos completar un formulario con toda la gente que tratamos, reglas son reglas, cada vez controlan más.

El hombre camina con la nariz vendada, camina, camina… Los pies suelen ser mejores consejeros que la cabeza, dan menos vueltas que los sesos, me están fallando, me llevan a cualquier lado. No entiende bien por qué están entrando en una ferretería.

–¿En qué puedo servirlo? –Justicia, quiero justicia ¿La despachan por metro o por kilo? Viendo su estado, el ferretero le responde comprensivo –Lo entiendo señor, lo entiendo, lamentablemente no nos queda más justicia, teníamos, y de buena calidad, se nos pudrió. Así anda el mundo señor ¿Escuchó hablar del lawfare? Si no escuchó busque, está de moda, eso sí da plata, se vende mejor que clavos o masilla. Es como en el cuento, los chorros gritan señalando ¡Al ladrón! ¡Al ladrón! Y escapan en dirección opuesta. Hoy en día, los que dicen cuidar la justicia gritan ¡A los corruptos! ¡A los corruptos! Para ocultar sus redes de corrupción. ¿No quiere descansar un poco? Tal vez en algún lado quede un poco de justicia, no será fácil encontrarla, en mi opinión habrá que plantarla nuevamente para que crezca sana, mejor siéntese un rato, recupere energía. –Le agradezco señor, sinceramente le agradezco. Sin agregar palabra alguna se va.

El hombre camina, camina…, ya no mira a dónde lo llevan sus pies, el mundo viene a su encuentro ¿Para qué ir a buscarlo? El mundo viene como está, sin maquillaje, con arrugas y abismos a la vista. Cinco policías rodean a dos adolescentes, casi niños.

–Bájense los pantalones hijos de puta, a ver cómo cae el paco solito ¡Salten! ¡Salten! ¿¡Dónde guardan la merca?! ¡Desembuchen! ¿¡Dónde la guardan?! ¿Se hacen los machitos? ¿No quieren hablar? A ver, bájense los calzones ¡Qué me importa que estemos en la calle! ¡Bajarse los calzones y agacharse! Se la metieron en el orto la merca, seguro que se la metieron en el orto, controlalos con la cachiporra, revolveles el culito… ¡¿Y usted señorita?! ¿Nunca le explicaron que no está permitido sacar fotos de las fuerzas del orden en acción? Arrancándole el teléfono de la mano ordena ¡Rajate antes de que me arrepienta! ¿Y vos qué mirás?… El hombre no sabía qué decir, se atreve a responder, pasaba no miro nada. Eso mismo, no miraste ni viste nada ¿Está claro? Sino… Desenfunda la pistola para alardear, el hombre sale disparado del susto. No sé si era boludo o se hacía, pensó el policía acomodando el arma, que aprenda a no meter las narices donde no debe.

Agotado entra en un almacén, ya en el interior se da cuenta de que había vuelto al punto de partida. La cara del almacenero al acercarse decía todo, antes de que hable el hombre despliega su escudo, un fajo de billetes que extiende sobre el mostrador.

– Jamón crudo del bueno, quiero ése, entero. La expresión del dueño al mirar el dinero en desorden fue mutando. –Disculpe por lo de hace un rato, estaba un poco alterado, usted sabe, el comercio tiene sus bemoles. ¿Entero me dijo? –Sí señor. –¿Es para regalo? ¿Se lo envuelvo? –No gracias, lo llevo así nomás, bajo el brazo. –Permítame entonces que le ponga al menos este papel, para no engrasarse. Lo asalta una duda, controla tres billetes, suspira aliviado, vuelve a presentar sus disculpas. Aunque no entiende nada sonríe, ya tengo lo que contarle a la patrona durante la cena.

Al día siguiente, como todas las mañanas el almacenero levanta el diario que dejan bajo la puerta, cuando ve la primera plana no puede retenerse ¡Zurdo de mierda! ¡Para eso lo compró! “Nueva performance del Hombre” decía el título en letras grandes. En la foto, frente al Palacio de Justicia, la vereda cubierta de pintura roja, en el centro el tipo desnudo subido a un taburete, con corona de espinas y collar de fetas de jamón, en una mano ostenta el resto de la pata entamada, en la otra un cartel “¿Democracia? ¿Libertad? ¿Justicia? Somos todos Jamón”. El final de la nota precisaba: “…mientras lo detenían por alteración del orden público, un niño preguntaba a su madre –Mamá ¿por qué lo llevan preso?”

 

 

Share via
Copy link
Powered by Social Snap