Fin de año sin daño

Por Mario Bellocchio. Por primera vez en 38 años el Hospital de Quemados no recibió “visitas” de fin de año

Algo que en los últimos años se había hecho costumbre familiar de los 31 de diciembre a las 12 de la noche, no sucedió. El brindis recibiendo al nuevo año en la terraza no tuvo el marco acostumbrado. Y bienvenido que así sea aunque nos hayamos privado del espectáculo. A los fuegos artificiales que se disputaban su duración y estética solo los vimos por televisión en un irónico mensaje: Australia, un pueblo que padece un devastador incendio de bosques “celebra” con fuegos no “naturales” la llegada del año.

Aquí, en nuestro país, donde muchos de nosotros tenemos enormes razones para darle la bienvenida al año, se agrega una que es la primera noticia importante de 2020: en la Ciudad de Buenos Aires la guardia del “Hospital de Quemados, cirugía plástica y reparadora” no recibió, desde ayer a la tarde hasta hoy bien avanzada la mañana, ningún pedido de auxilio.

“Llevo acá 38 años, parte de ellos como médico y los últimos 23 como jefe de guardia. Es la primera vez que puedo decir que no hubo ningún accidente por pirotecnia”, le declaró a Infobae el Dr. Eduardo Strussi a cargo de la guardia del establecimiento de Pedro Goyena 369, tradicional termómetro de las lesiones producidas por la pirotecnia en la Ciudad y localidades cercanas. Y aun lejanas cuando la gravedad ha requerido la abnegada dedicación de sus médicos y enfermeros.

La vida barrial de la tarde del 31 ya anunciaba que algo así podría suceder. La ausencia de pirotecnia “de ruido” (cohetes, petardos…) tan común en el uso infanto-juvenil, generalmente de peligrosa elaboración clandestina, había producido un “sonoro” silencio.

Y la llegada de la medianoche solo incrementó el estrépito en dosis homeopáticas lo que no dejó de llamar la atención. No hay bolsillo que aguante la dolarizada compra popular de los cotizados y ruidosos elementos, fue una de las explicaciones del fenómeno que inmediatamente compartió cartelera con las campañas multimediáticas sobre la peligrosidad, la gravedad de las lesiones, la difusión en las redes sobre el verdadero peligro en la audición, temor o sobresalto en bebés, ancianos o en personas que sufren algún tipo de discapacidad.  Y los requerimientos de asociaciones protectoras de animales sobre los crueles efectos auditivos en nuestros compañeros de vida, los perros.

La consecuencia inmediata sobre la proyección de estas últimas observaciones es el incremento exponencial de la llegada y la efectividad de las redes sociales en relación a la prensa multimediática que, salvo honrosas excepciones, poco se ocupó de la difusión del riesgo y la afectación popular del uso descontrolado de la pirotecnia.

Mientras que la AGC (Agencia Gubernamental de Control), incrementó las inspecciones en determinados barrios como Balvanera, Constitución, Liniers y Nueva Pompeya, es bueno señalar que las requisitorias exigibles para la comercialización de los fuegos de espectáculo soslayan las economías de la clandestinidad, en momentos en que adquirir esos verdaderos festivales, otrora visibles en Navidad y Fin de año, se proyectaron a costos inaccesibles.

Un cúmulo de razones de diverso origen parece ser la base de la explicación de la gran noticia con que comenzó el año: nadie requirió los servicios del Hospital de Quemados.

En mi terraza, mientras tanto, en la refrescada de la media noche se corrió el telón de nubes y nos dejó recibir al dos mil veinte bajo el natural espectáculo de un maravilloso cielo estrellado. Hasta el ladrido de dos perros  lejanos se permitió competir con los aislados ecos de una tímida pirotecnia de fondo, mientras  en el Hospital de Quemados se podían dar el lujo inédito de brindar sin concurrencia.

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