El desaliento

Parece ser que cuando el diablo decidió jubilarse no encontró quien fuera capaz de localizar el origen de sus aportes y decidió, por su cuenta, liquidar sus herramientas a fin de fabricarse el beneficio. Armó una vidriera en las puertas del infierno y con un tremendo cartel de ¡Sale! (en inglés, porque el diablo es yanqui) expuso sus ofertas: odio, envidia, engaño, malicia…, una siniestra exhibición que incluía una herramienta muy gastada que, sin embargo, ocupaba un lugar de privilegio en la muestra con el precio más caro de venta.

Oiga, don Diablo –le inquirió un presunto interesado– ¿qué es ese raído artefacto para que valga tanto dinero? Ese “raído artefacto”, como usted dice, es quizás el que más he usado como CEO de este establecimiento –le respondió el maligno– Se llama DESALIENTO. Cuando las otras herramientas ya no me dan resultado, apelo al desaliento. Yo con el desaliento me meto en la persona y hago con ella lo que quiero.

Jubilado o no, don Diablo sigue activo. Y como no pudo venderlo de tan caro que estaba, conserva para sí el DESALIENTO como su herramienta preferida.

 

“Comienza haciendo lo que es necesario, después lo que es posible y de repente estarás haciendo lo imposible”. (San Francisco de Asís)

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