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Valerosas Madres y Abuelas

Historias de una generación exterminada que aún reclama justicia. Por Mario Bellocchio

Aurora Zucco de Bellocchio Madre de Plaza de Mayo – Línea Fundadora.

Aurora Zucco nació el 7 de enero del año 1922. Es descendiente de italianos. En 1945 se casó con Luis “Pir” Bellocchio, músico, con quien tuvo ocho hijos: Luis, Julio, Marcelo, Irene, Daniel, Eduardo, Fernando y Cecilia. Uno de sus hijos, Eduardo, falleció teniendo un año de edad. Otra de sus hijas, Irene, fue víctima del terrorismo de Estado que se impuso en la Argentina entre 1976 y 1983. Aurora sintió la violencia de la última Dictadura cívico-militar en el seno de su familia cuando, el 5 de agosto de 1977, su hija Irene fue secuestrada junto a su pareja, Rolando Víctor Pisoni.

“Declárase monumento histórico nacional a la Iglesia de la Santa Cruz de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y lugar histórico nacional al predio donde se encuentra ubicada”. (Decreto del Poder Ejecutivo Nº 2130, del 18 de diciembre de 2008).

Aquella proclama generó, en marzo del año siguiente, una conmemoración especial del nefasto 24, en la que, rememorando mi viejo oficio de camarógrafo, me dediqué a realizar una larga panorámica en travelling por detrás de los pañuelos de las “Madres” allí presentes durante la misa oficiada por el padre Carlos Saracini.

El afable “curita cantor” había organizado la escena de manera que el altar quedaba sobre el costado izquierdo del templo y los reclinatorios formando un amplio abanico a su alrededor. “Creemos en una iglesia circular”, sostenía desde su prédica de fe.

Todo dispuesto para una buena tarea, comencé con la caminata por detrás de la fila de las Madres tratando de no cometer desprolijidades y aportando tiempo de lectura de los nombres me encontré con mi propio apellido –consciente de su grafía poco común– en uno de los pañuelos. Recuerdo que, dejando de lado todo profesionalismo de filmación, interrumpí la fluidez del desplazamiento y me detuve sobre el pañuelo de Aurora Zucco de Bellocchio.

Quién era Aurora, quién su hija desaparecida Irene Bellocchio y en que rama del árbol genealógico seguramente se juntaban nuestros orígenes.

Bobbio: un pueblito perdido en los Apeninos de la Emilia Romagna, cercano a Piacenza, Italia. Los Bellocchio-Bellagamba tienen una panadería que, seguramente, provee, entre otros, a Agustín Bellocchio y Antonia Lentoni, mis abuelos paternos.

En 1920 llega Ireneo Luis a la familia. Acosados por las miserias que la guerra les legó, los Bellocchio tratan de hacer la América en Buenos Aires y allá por 1926 y con sus tres hijos a cuestas se instalan en Villa Devoto.

Luis se revela como hábil ejecutante de instrumentos musicales y antes de que termine la década del treinta va a encontrar una muchachita con la que luego de un romance de ocho años –¡aquellos largos noviazgos!– se casan en 1945: Aurora Zucco.

De aquel encuentro en la Santa Cruz logro una entrevista con Cecilia, la hermana menor de Irene: “a partir de 1946 y con un intervalo aproximado de poco menos de dos años entre sí, fueron llegando tres hermanos varones, luego Irene en 1950, tres hermanos más y luego yo en 1958. De esos tres últimos hermanos, el del medio murió antes de cumplir un año. La primera pérdida de un hijo para mamá y papá que andaba casi permanentemente en giras como instrumentista de la orquesta de Washington Bertolín.

Ella era mi hermana mayor” –dice de Irene en tono admirativo–, “rubia, de ojos claros, muy buena figura, cantaba muy bien y tocaba la guitarra, admiraba a los Beatles. Creo que los pasos iniciales de la militancia los dio a instancias de su primera pareja en Arquitectura, desaparecido en 1976. Recuerdo que al año siguiente nos encontramos con ella, mamá y yo, en una galería de Rivadavia y avenida La Plata. Ahí nos enteramos de que tenía un nuevo compañero (Roli) y que estaba embarazada de Carlitos. Lo de la detención fue terrible pero nunca nos imaginamos, en ese momento, que iba a terminar con su desaparición. Luego vinieron los testimonios del horror: sobrevivientes que los habían visto en el Club Atlético” (Paseo Colón y Autopista).

“Mamá sería la mujer más feliz del mundo si se supiera la verdad, aparecieran todos los nietos y se hiciera justicia con todos los represores. Ella reivindica la lucha de su hija por un mundo mejor.”

5 de agosto de 1977. Una escena acostumbrada, para los violentos tiempos de la dictadura, se desarrolla en Mármol 483. Sirenas, corridas, Falcons, armas largas, Clippers negros, gritos prepotentes, civiles, uniformados, vecinos que atisban acurrucados tras sus propios miedos, gente que va a desaparecer, “no van a estar, no tendrán entidad”*.

 Irene Bellocchio y su compañero Rolando Pisoni comienzan a llamarse H24 y H25. Un detalle contraría la norma de las prácticas aberrantes: el bebé de la pareja, de sólo treinta y siete días de vida, queda fuera de la redada y es rescatado por una vecina que lo entrega a su abuela, Aurora Zucco de Bellocchio. “Gracias a esa vecina, a quien me gustaría conocer, no soy uno más de los pibes robados”, dice hoy Carlos Pisoni, miembro de H.I.J.O.S. y del Observatorio de Derechos Humanos de la ciudad. Carlitos sigue tratando de madre a su abuela en una dualidad tan vigente como cuando aún pequeño, ya al tanto de la verdad, soñaba en rescatar a su mami verdadera disfrazado de militar.

“Desaparecieron porque eran militantes” –afirma Carlos.

Papá Rolando, en la JUP (Juventud Universitaria Peronista). Roly, como lo conocía todo el mundo, tenía entonces 29 años y era estudiante de ingeniería. Mamá Irene (27), en la JTP (Juventud Trabajadora Peronista); empleada en el Banco Galicia donde era delegada.

“En H.I.J.O.S. estamos orgullosos de nuestros padres y no reivindicamos su lucha como utopía, sino que perseguimos sus objetivos”.

Al comienzo pensábamos que eso de estar a disposición del Poder Ejecutivo terminaría con la liberación. Recuerdo la ilusión que me hacía, mientras cambiaba al bebé, de presentárselo a mi hermana cuando regresara”, relata, mirando al infinito, Cecilia, la menor de los ocho hermanos Bellocchio. Una llamada de Rolando para cerciorarse de que el bebé está bien y en manos de la abuela, abrió un mínimo resquicio de esperanza. Pero fue un pobre fósforo en la penumbra.

Mamá tomó el rol activo en la plaza con las Madres. Y dio comienzo la búsqueda sin fin, las visitas oficiosas, las preguntas sin respuestas”.

Aurora no dejó puerta donde golpear, junto a sus compañeras de ronda. Allá por los 80, un sobreviviente de la masacre le contó haber dialogado con Irene: “Estoy tranquila porque sabemos que mamá tiene al nene”, cuenta que le dijo; pero para ese entonces los relatos macabros ya eran una certeza y las esperanzas se diluían en los últimos intentos.

“Mamá viajó a Ginebra con las madres” –relata Cecilia– “y hasta se entrevistaron con el Papa por la causa ‘hijos’. Luego se afincó en Barcelona, un par de años, con uno de mis hermanos. Desde allí siguió activa en la búsqueda, aunque más no fuera, de justicia. Hasta que el retorno de la democracia le allanó el camino para el regreso y volvió a la lucha junto a la ‘Asociación Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora.’”

En septiembre de 2009 Aurora Zucco de Bellocchio publicó su autobiografía. A los 87 años había logrado describir un panorama tan vivo centrado en los años trágicos del “Proceso” que, lo que en principio sólo tenía la intención de legado familiar, a instancias de su nieto –hijo de crianza, dadas las circunstancias–, editorial Altamira transformó en “Pelear la vida”, tal el título de la publicación.

 “[…] ante la desaparición de Irene no me resigné. Y el corte con la inercia de la resignación me permitió también llevar adelante, progresivamente, otras rupturas. Desde la actitud de búsqueda y lucha por encontrar a Irene y de hacerme cargo de Carlitos, hasta asumir el deterioro real y definitivo de mi relación con Piri. Desde mi radical cambio en cuanto a la visión de la Iglesia como institución, sin perder mi fe, hasta una reacción mucho más firme de enfrentamiento con las actitudes de mi familia. Y, especialmente, el fin de la resignación implicó transformarme de madre abnegada de siete hijos en Madre de Plaza de Mayo.”

El relato, que tiene como eje la desaparición de Irene, excede largamente esa circunstancia.

Aurora Zucco de Bellocchio, a partir del 2 de noviembre de 2011, “Personalidad Destacada de los Derechos Humanos”, integrante de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora.

El 15 de octubre de 2015, a los 93 años de edad, fallece la abuela-madre del –entonces– subsecretario de Promoción de Derechos Humanos y miembro fundador de H.I.J.O.S., Carlos Pisoni.

“Cuando hay sol y cielo azul se acongoja mi corazón porque pienso que estás encerrada y gris de tristeza. Cuando veo a una pareja con su hijo los miro con respeto y con dolor. Pienso que te sentirás como vacía, y llena de agonía… Cuando llevo a tu hijo por la calle, y lo miran todos, tan azules los ojos, tan vivo y saludable, yo gritaría: ¡A él le faltan sus padres! Y él va creciendo, lleno de gracias, y vos y Roly no lo ven cuando da besitos, y pega grititos, y a mí me llama mamá…”

Dice la vicepresidenta de la Nación Victoria Villarruel sobre las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo: “Yo he sido muy crítica de ambas organizaciones de derechos humanos parciales porque, en ningún momento, tuvieron un repudio al terrorismo. Creo que en algún momento hay que pasar a vivir en el presente y en el futuro, pero eso implica hacerlo con verdad para todas aquellas víctimas que han sido ocultadas”.

Nuevamente pretende implantar la “equivalente” teoría de la “guerra” y sus “bandos” identificados como “los dos demonios” como si los grupos insurgentes tuvieran el mismo grado de responsabilidad de sus actos que el Estado represor que produjo miles de desapariciones, asesinatos, torturas, violaciones, apropiación de menores, exilios forzosos, etc,

Cada vez que a la vicepresidenta le preguntan si hubo terrorismo de Estado, rehuye a la pregunta y habla de abusos. “Más que abusos, lo que hubo fue un plan sistemático de tortura y muerte. No hay dos historias en la Argentina, hay una y está absolutamente probada”, dice Graciela Lois, referente de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas entidad que fue a la justicia para impedir la construcción de un parque en la ESMA. “Nosotros no preservamos este lugar para que ellos sigan con sus mentiras, lo hicimos para que las nuevas generaciones conozcan la impunidad con la que perpetraron sus crímenes. Yo sigo queriendo saber qué pasó con Ricardo, mi marido, y no lo sé porque los genocidas siguen callando la verdad”.

 

(*). El 13 de diciembre de 1979, plena dictadura militar, el periodista José Ignacio López, en una conferencia de prensa en el Salón Dorado de la Casa Rosada, se animó a preguntarle por los desaparecidos a Jorge Rafael Videla. La respuesta textual de Videla fue: “Le diré que frente al desaparecido en tanto éste como tal es una incógnita, mientras sea desaparecido no puede tener tratamiento especial, porque no tiene entidad. No está muerto ni vivo…, está desaparecido”.

Alguno de los datos citados fueron publicados en el Nº 95 de Desde Boedo de abril de 2010, ejemplar donde se enumeran las citas correspondientes.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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