Un tal José López

Por Mario Bellocchio |

Caso López: Los que seguimos creyendo en la vigencia de un reparto más equitativo de la torta antes que esperar la sacudida del mantel para recoger las miguitas, acabamos de enterarnos de que la torta se la llevó a su casa un mozo de la confitería “de confianza” y que los vasos copiaron la técnica de los viejos tinteros involcables.

Todo mal: los delincuentes que conducen –pasaporte de urnas mediante–, atrapando con las manos en la masa al delincuente que afana en óptimo momento para disimular la debacle electoral de Río Cuarto, la catástrofe de los números –inversiones que no llegan y tarifas disparadas– y los misiles vaticanos.

Pero, se sabe, nuestros canales de noticias x 24 horas hacen suceso a un pitbull que se devoró a una criatura tanto como a un chorro traidor de su pueblo que revoleó sobre el muro de un convento 9 palos verdes. Un alarde de acción y melodramatismo que ni Peckinpah imaginaría, abundado por la provisión de casco, chaleco y despliegue, un verdadero circo más digno de una protección antimafiosa que de este “pichi” que está más solo que Adán antes de que le usaran la costilla.

Esto es lo que realmente pasa, no es ficción y la famiglia que tiene la sartén por el mango –y los mangos también– no lo desaprovecha. Ajo y agua.

 “El problema, a priori muy grave o muy serio, es que ahora no hay que defenderse de López, como si uno tuviera algo que ver con tamaño miserable, sino de haber apoyado –y seguir haciéndolo, quede claro desde el vamos– un proceso político de inclusión social al que se pretende delictivo por completo y del que, de repente, López parece ser la única figura, la única conclusión, la única marca con que debería analizarse una experiencia de doce años capaz de haber intentado un poco de justicia redistributiva por cierto que con todos sus errores. Y todos sus corruptos.” (Eduardo Aliverti para Página|12 en “Nosotros, los bajoneados”)

La foto del caso López es incontrastable, el circo mediático desencadenado es otro cantar. Hay que tener en cuenta que el poder que tenemos en el poder es esencialmente mediático. Y de esto saben y lo van a usar hasta que la cáscara quede seca de tanto exprimirla. Repentinamente el modus operandi delincuencial masacra al obsceno portador de bolsos rojos con contenido “verde” y absuelve en la consideración pública al obsceno impune que evade sus cargas fiscales en cuentas offshore, que no son ilegales pero sí su propósito, evasión impositiva, o ¿para qué otra causa se deposita capital en un “paraíso” fiscal? Y que, para frutilla del postre, es el presidente de la Nación.

Una causa, por evidente, la otra, por ostensiblemente disimulada pero con un trasfondo de “es lo que hay, banquenselá”, muestran la cara del maquiavélico propósito de desacreditar a la política mostrando hábilmente a las ratas como si fueran todos los seres vivos del planeta K. Y si Política se lesiona, está Mercado en el banco esperando que el técnico ordene el relevo, ya que en los cuarteles contemporáneos no hay nadie que responda al timbre de su puerta. Esta vez con evidencia plena pero con lógica coincidente, se sigue el procedimiento de acoso desarrollado en el caso de Lázaro Báez y en cuanta verruga aparezca en la piel de la trama gubernativa kirchnerista.

Dice Pedro Biscay: “Se opera una conversión cínica que vuelve delito, choreo, estafa, malversación cualquier iniciativa de política pública del anterior gobierno. Es delito no haber ejecutado en su totalidad un proyecto presupuestado, es delito haberlo ejecutado tardíamente, es delito si se lo ejecutó en etapas que implicaron correcciones, como también es delito si se adeuda a determinados proveedores. Todo es delito porque si un funcionario público cometió un delito, entonces todo lo que rodea a ese funcionario público también es delictivo. Es la lógica de la asociación ilícita aplicada a la organización de la política”. (…) (El gobierno necesitaba) “de un escándalo como éste que vuelva todo lo demás delictivo: es el efecto de la mancha venenosa. Es radioactivo porque todo lo que toca lo contamina y expande su contaminación radialmente”. (Pedro Biscay, es uno de los ocho directores actuales del Banco Central).

No hay que perder de vista que el objetivo de máxima de este entramado que facilitaría el descrédito y terminaría reduciendo la resistencia a su mínima expresión, es CFK. Procesarla, con causa o sin ella, es el sueño dorado de nuestro actual Gobierno. Dice Eduardo Aliverti: López es el vector, uno más, asqueante como ninguno en la percepción masiva, a fin de crear las condiciones para la ejemplaridad de que Cristina vaya presa a como sea”.

La presidenta, mientras tanto, reapareció en escena en escuetas declaraciones, no por ello menos picantes afirmando: “Que nadie se haga el distraído. Ni empresarios, ni jueces, ni periodistas, ni dirigentes. Cuando alguien recibe dinero en la función pública es porque otro se lo dio desde la parte privada. Esa es una de las matrices estructurales de la corrupción”.

La clase dominante brinda con champagne por la caída de José López, como en el golpe sojero de 2008 y sus triunfos electorales bonaerenses de 2009 y 2013 olvidando al Ave Fénix popular que desplegó sus alas en aquellos duros momentos cuando muchos de los festejantes los daban por muertos. Será cuestión de reavivar esfuerzos legítimos. Depurar las propias filas, hacerse cargo de los errores, pararse sobre ellos para un renovado ¡Nunca más! ético y que estos delincuentes de nuestras propias filas no ensombrezcan años de luchas y de logros populares como nunca antes habíamos tenido. Demostrar que estamos vivos ante la barbarie tarifaria, el hambre, la desocupación, las privatizaciones, la entrega, la descarada ceocracia, los provocadores mensajes ministeriales rayanos en el ¡Jódanse, negros de mierda, no reclamen derechos porque no los tienen y los pocos que restan los vamos a borrar del mapa, como a ustedes si no se dejan de romper las pelotas! Al fin y al cabo, como dice Aliverti: “Indignarse por López es la muestra de que todavía hay resto, como lo hubo en todos estos años y no era fantasía”.

La enorme masa popular ahora postergada y pauperizada y buena parte de los que creyeron en “el cambio”, y que ahora descubren qué clase de cambio era el propuesto, quieren ver a los corruptos en la cárcel. A todos los corruptos. Arrojen sus dólares en un convento o en un paraíso fiscal.

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