Teleonce – 21 de julio. A 60 años

A las 9 de la noche de hoy –21 de julio– se cumplen 60 años de la fiesta inaugural de LS84 Dicon TV Canal 11 de televisión, luego popularizado como Teleonce y bautizado por el inefable Tato Bores como “la Canaleta”. Mario Bellocchio
Show inaugural (21-7-1961): Edmundo Sanders (presentador) Irigoyen (Cámara) Iglesias (Ayudante) Farías y Palma (Cámaras)

En tiempos en que Canal 9 Cadete abrumaba con su producción de estudios, superado el incendio de junio del 60 y el Trece y Goar Mestre invertían sin escatimar recursos que traía de la Cuba de Fulgencio Batista, donde ya estaba Fidel y la Revolución del 59.

Un disco 33 rpm regalo del primer Teleonce y su señal con Tillín , el primer infantil del canal

El “canal de los curas” –así conocido por sus orígenes en el cura Grandinetti y el Colegio del Salvador– se las rebuscaba como podía con series y películas –la pobreza era más franciscana que jesuítica– mezclados con algunos microprogramas y noticieros –de los que luego nacería el mítico “Reporter Esso”– y trataba de lograr una sociedad con algún emporio yankee hasta logar la de la cadena ABC que le dio el primer respiro económico.

Teleonce estuvo sus primeros casi cuatro años sin video-tape –saliendo al aire en vivo– hasta fines de 1964, si la memoria no me traiciona. Precariedad irremontable para tornarse competitivo en aquel poblado y codiciado mundo primitivo de los comienzos de la vida comercial.

Leoncio, el leoncito mascota vendría poco después como necesidad de representación del conglomerado de pioneros de la precaria televisión de tubos orthicón en blanco y negro que dependían más de la experimentación que de las escuelas de un arte en pleno nacimiento. Del uso que se dio a aquella mítica creatividad hay, como corresponde a toda épica que se precie, momentos de todos los matices.

Recuerdo de aquella protoprogramación a Eva Franco, Pablo Palitos, al padre Laburu, al padre Cortina, a Mariquita Gallegos, a Roy Rogers en las series, programas de cocina, un periodístico llamado “Hombres trabajando” y poco más.

Pichuco y D’Arienzo en Yo te Canto Buenos Aires

Al año siguiente con la llegada de Dario Castel a la dirección artística aparecieron los shows de las nueve de la noche, en vivo –no había opción–, y con ellos “Yo te canto Buenos Aires” un musical tanguero cuyo eje era la orquesta de “Pichuco”. El show se consagró premio Martín Fierro del rubro durante cinco años consecutivos –de 1962 a 1967, incluídos– una verdadera hazaña si se considera que los tres primeros años se premió a un programa emitido “en vivo”.

De aquellos comienzos tengo imborrables recuerdos. El laureado programa iba en vivo a las 9 de la noche desde el estudio A, de manera que requería un ensayo de las orquestas por la tarde a eso de las 3. El dire y los cámaras lo presenciábamos diría que casi con unción. Todos tangueros no requeríamos obligatoriedad de presencia, nos convocábamos solos. Mario Mussacchio, el dire, y mis compañeros de cámaras Marcos Palma, Eduardo “el Negro” Farías y yo, firmes a las 3 en el A, esperando a los músicos.

Recuerdo que establecida una fraterna relación con el inefable “Gordo” un día me atreví a preguntarle si me permitía escucharlo sentado en el borde de la “pastilla” de escenografía(1) donde él tocaba –como nadie– el fuelle. Y no solo me aceptó sino que en lo sucesivo me llamaba a ubicarme en el lugar para comenzar ¿Cómo olvidar aquella cariñosa voz ronca convocándome?: ¡Pibe, vení que empezamos! –yo era un cara-de-nene veinteañero –las maquilladoras y modistas me habían apodado “el nene”–. Aquel “pibe” dicho por el Gordo se me grabó en el alma, lo escucho clarito con solo evocarlo.

Luego el festival íntimo desde el avant-escène privado, la oreja a centímetros del “Doble A” de Pichuco y de sus bramidos de ensayo para marcar cadencia a los músicos. No habrá momento igual, no habrá ninguno…

De las 5 y pico que terminaba el ensayo a las 8 y media en que retornábamos al estudio para largar en vivo a las 9, quedaba un largo bache que se cubría con camaradería en la esquina de Pavón y Alberti, a veces en el Batán, a veces enfrente, en lo de Berto, lugares de los que se adueñaba Pichuco y no permitía que nadie de los “técnicos” metiera la mano en el bolsillo a la hora de pagar su consumo. Y siempre estaba con la oreja atenta a socorrer alguna carencia. Así de manoabierta era ese cacho de alma de bandoneón con patas que era el Gordo Troilo.

Ocho y media, el regreso al estudio a preparar las “armas”: él, el Doble A, nosotros las General Electric de tres lentes en torreta. Después llegó un zoom(2) marca “Zoomar” cuyo acercamiento y alejamiento de imagen se operaba por medio de una varilla mecánica.

La famosa tarima (recurso de pobres) apodada mangrullo (Y yo en ella)

En el programa participaba Julio Jorge Nelson con sus glosas y alguna orquesta invitada. Los nombres: Osvaldo Pugliese, Juan D’Arienzo, Pepe Basso, Alfredo De Ángelis y siguen las firmas. Recuerdo que en una oportunidad se hizo un especial de Mariano Mores –ya había tape– y me subieron a un mangrullo, una torre de seis metros de elevación de su piso que se bancaba fácilmente al flacucho Mario de 1,75 de estatura y 56 kilos de peso –ni hablar de los jimmy(3) o las grúas “de cine” para elevar las tomas, que ya había, pero fuera de presupuesto, así que “a pura “maquinaria” nomás–.

Lo demás, ya es historia.

Hoy, 21 de julio de 2021, la demolición de Pavón 2444 y Matheu 1539 solo sueña con un próximo debut de torres edilicias. Sin embargo, a las nueve de la noche, en medio de la oscuridad, el viento helado y los ladridos de perros que le cantan a la luna podrá oirse –como hace 60 años– el eco lejano de la voz de Tito Moneo anunciando por el talk-back(4), ¡Atentos que venimos!!

 

 

(1) Las orquestas se armaban sobre tarimas y a los solistas estrella como Troilo se les colocaba un prisma cilíndrico de un metro y medio de diámetro por 50 centímetros de altura llamado “pastilla de 50”.

(2) Zoom: óptica de distancia focal variable que hoy es común en cualquier cámara en ese entonces se distinguía como un adelanto tecnológico no disponible en todas las cámaras.

(3) Jimmy: brazo de grúa operable desde la base por medio de remotos con los que el camarógrafo dirige su equipo en el extremo superior.

(4) Talk-back parlante por el que el director de televisión se comunica desde el control al estudio.

 

 

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