Héctor Alterio
Al parecer, no hay información oficial, sólo “Historia…”, Héctor no despertó esa mañana y partió a la gira final. Por Mario Bellocchio
¡La puta que vale la pena estar vivo! Decía a sus 66 en Caballos Salvajes (Marcelo Pineyro 1995). ¡Y fueron 96 años que valieron la pena! porque el sábado 13 se fue un cacho grande de nuestra historia actoral.
Nuestro enorme actor falleció en Madrid –su residencia desde 1975– cuando emprendió el duro camino del exilio. En ocasión de hallarse en San Sebastián promocionando “La Tregua” (Sergio Renán, 1974), recibió la llamada de su esposa: “Yo estaba a 11 mil kilómetros –diría, años después a El País (España)– y no podía volver a mi país. Al principio me causó risa. Pero cuando la Triple A empezó a matar gente, mi mujer con mi hija de seis meses y mi hijo de dos años y medio vinieron para España a comenzar una aventura, incierta por cierto, pero afortunadamente superada”.
Difícil determinar cuándo un actor comienza a ser actor, por ese “algo” de indescifrable origen que provee la naturaleza. Pero en el caso de Alterio hay un hito que lo define. No tenía veinte años aún cuando se incorporó al movimiento de teatro independiente Nuevo Teatro encabezado por Alejandra Boedo y Pedro Asquini. Y veinte años más duró su formación en tan importante grupo.
Siempre asombró su ductilidad. Alterio pasaba de los crueles “cuatro tiros” de Zabala en “La Patagonia rebelde” (Héctor Olivera, 1974) al tierno y enamorado Martín Santomé de La Tregua con la facilidad que sólo concede una enorme dimensión actoral.
En su tierra adoptiva conformó el destacado elenco de tres películas icónicas: Cría cuervos, de Carlos Saura; El crimen de Cuenca, de Pilar Miró. Y Asignatura pendiente, de José Luis Garci, con la particularidad de que cuando este film se estrenó en la Argentina, durante la dictadura, fueron censuradas todas las escenas en las que aparecía Alterio. En el democrático reestreno se incorporaron todas las escenas censuradas con el ácido comentario del actor: “Cuando llegó la democracia y la película se reestrenó completa en 1984, el mismo distribuidor argentino que había cortado antes mis secuencias, publicitó el regreso con la frase: ‘Y ahora con la presencia de Héctor Alterio’. Me causó mucha ternura…”.
¡La tierra tira! Parecería ser el mensaje percibido por Héctor apenas finalizada la dictadura, a pesar de que el paso de los años y el camino recorrido le habían ganado ya el calificado título de gran actor “hispanoargentino”, ni bien cae la tiranía vuelve para personificar al adusto padre de “Camila” (María Luisa Bemberg. 1984). El Oscar ya andaba rondando al cine argentino, Camila es candidata. Y se concreta al año siguiente con “La historia oficial” (Luis Puenzo, 1985).
Imposible olvidar aquella terrible escena en que Roberto (Alterio) el agresivo y violento empresario que había “adoptado” a una hija de desaparecidos le aprieta los dedos con una puerta a su esposa (Norma Aleandro) para hacerla desistir de su propósito de averiguar el origen de la criatura.
Alterio participó en todas las películas más relevantes de las décadas siguientes. Fue parte fundamental de dos de Marcelo Piñeyro, Tango feroz (1993) y, unos años después, gritaba aquello de “¡La puta que vale la pena estar vivo!” en Caballos salvajes (1995). Y fue parte central del elenco de El hijo de la novia, de Juan José Campanella, 2001 junto a Ricardo Darín y Norma Aleandro.
“Vientos de agua”, 2006, fue una serie de televisión hispano-argentina de 13 episodios, que narró el fenómeno de la inmigración a través del exilio de un español hacia la Argentina, huyendo de problemas políticos y el retorno de su hijo en 2001 debido a la crisis económica de ese país. En ella actuaron tanto él como su hijo Ernesto. Ambos hacían el mismo personaje, sólo que Héctor realizó las escenas en que el protagonista aparece de anciano y Ernesto las de joven, razón por la cual no se cruzaron nunca en el desarrollo de la serie.
En 2004 recibió el Goya de Honor y en 2008 el Cóndor de Plata por su trayectoria profesional.
En abril de 2023, en el Centro Cultural Kirchner, se le realizó un homenaje en el que participaron muchos de sus colegas con los que trabajó a lo largo de los años. Él, interpretando con enorme humildad su rol, desplegó una carilla escrita y leyó:
“Veo un muchachito flacucho y narigón andando en bicicleta por el barrio de Chacarita que encontró el modo de hacerse un lugar en este mundo haciendo que la gente se divirtiera con sus payasadas (…) Y veo también a un joven que gracias al encuentro con el teatro aprendió muchas cosas de la historia y de la condición humana. Fue una experiencia que me ayudó a tomar una posición política. Pasé los años de mi juventud pensando que la revolución vendría de la mano de la cultura. Y pienso, y pensé, que los bienes de este mundo están mal repartidos. Si pocos tienen mucho, muchos tienen poco y algunos casi nada. Esto es injusto y es la tarea que les queda a las generaciones futuras.”
¡La puta que vale la pena que hayas vivido!!!
