Espacio “público”

La topadora en Villa Ortúzar. Mario Bellocchio

Resulta ser que el Gobierno de la Ciudad no puede –o no sabe por falta de entrenamiento– abandonar las nocturnidades y procederes abusivos utilizando sus topadoras cuando se decide a emplearlas. Y ejecuta, como siempre, demoliciones e intimidación civil amparado por la oscuridad y la violencia. Y procede. Y derrumba. Y se caga en el entorno basureando a gente humilde y, parecería, regodeándose  con la destrucción de cuanta cosa les otorgue un misérrimo disfrute de la elemental vida que padecen.

Esta vez se trata del llamado “Galpón de Ortúzar” de la plaza 25 de Agosto, un lugar que desde hace 25 años se desempeñaba como espacio cultural. Funcionaba allí un bachillerato popular, una biblioteca, se dictaban talleres de diversas materias, funcionaba una olla comunitaria y tenía cabida hasta un centro de jubilados.

Está claro que una construcción dentro de un espacio público no es el lugar más indicado para reivindicar derechos. Pero, ¿a nadie de este inmobiliario Gobierno porteño se le ocurre conceder una de sus abundantes propiedades inactivas o abandonadas (como el bajo-autopista de Castro Barros, en Boedo, que seguramente se replica en algún otro espacio en Villa Ortúzar) para que gente humilde no tenga la impostergable necesidad de levantar edificios en una plaza?

El monopatín en la demolición. (Fragmento de la foto de Leo Vaca para Télam)

¡No! Mejor pongamos una cortina que oculte a estos “choriplaneros” y tirémosle abajo cuanto cobijo se inventen para cuerpo y alma así dejan de romper las pelotas aquí, en este acreditado espacio civil y le dedicamos ese metraje a los nobles canes del barrio que no tienen donde hacer pis y caca.

¿Por qué el Gobierno de la Ciudad tiene que esperar que levanten precarias paredes para cobijar personas, comedores que alimenten estómagos de indigentes y lugares de reunión que permitan llenar de mate sus panzas que hacen ruido y reclaman? Prever estas situaciones sería una medida típicamente populista, te contestan. Lo correcto es lo correcto: no se puede privatizar un sector de una unidad parque. “A éstos los dejás avanzar y te hacen una villa en la plaza”, le oís decir al típico votante  de “Juntos” de Villa Ortúzar (y de cualquier otro punto de la ciudad).

Entonces, claro, las autoridades porteñas, siempre atentas a los reclamos de “su” gente, se acuerdan de las leyes que impiden apropiarse del espacio público y mandan derruir las “abusivas” edificaciones.

¡Cómo! ¿No era que la inviolabilidad del espacio público no existe en su liberal concepción? Y si no véase lo que sucede con Costa Salguero donde el poco río que hay para ver –y disfrutar– lo van a cubrir con altísimos edificios deshabitados donde invierten sus excedentes a pesar de que ¡57.000 firmas! pidieron lo contrario.

Y el poder judicial –ya que no la Justicia– decide que las proyectadas torres le quedarían “monísimas” al lugar, antes de que la ribera se llene de porteños que, ejerciendo sus derechos de “camino de sirga”, tomen mate en familia, desprovistos del ánimo de lucro inmobiliario, la peste que consume a los promotores del “cambio”.

Así las cosas, el año de las urnas muestra sus garras como los fondos buitre y derruma paredes sin contemplación ni mesura alguna.

El gorilaje porteño, en general y villaortucense en este caso, chocho con la medida, observa que, en lo nacional, tampoco le ha ido muy bien con la pobreza  al Gobierno de “Todos” aunque, en este caso, no pueden argumentar premeditación y alevosía, sino pandemia, guerra y sequía, algo mucho más incontrolable que la abierta vocación por la desmesurada indiferencia y rechazo de Larreta & Cia. por los padecimientos de los más desprotegidos.

Por su parte el dueño de las topadoras promete preservar un par de murales de la derruida edificación como magnánima muestra de que su valoración del arte urbano lo ubica –todavía– dentro de los límites tolerables de sensibilidad, una sensibilidad que desconoce la existencia de techo y hambre.

Y combate a los pobres en lugar de luchar contra la pobreza.

 

(Fotografías de Leo Vaca para Télam)

 

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