Sepultan los barrios de Buenos Aires

EL DERECHO A PARTICIPAR /  (…) La transformación se convierte en destrucción y anonimato, en consumismo para al aislamiento individual, en desinterés por la ciudad como bien común. Manuel Ludueña*

El hombre acosado por la urbe
  •  Al que nace barrigón
  • es al ñudo que lo fajen.

del Martín Fierro de José Hernández

 

(…) se utiliza a los grandes inversores inmobiliarios como factor de justificación y presión para orientar inversiones públicas y endeudamiento externo para optimizar accesibilidad y ganancias privadas.
(…) se busca confundir con el latiguillo “no hay argumentos técnicos”. Hay, son evidencias; pérdidas irreparables.
(…) La implantación de artefactos para clientes y no para usuarios es inaceptable en el contexto sociocultural de la ciudad y menos cuando sus habitantes se manifiestan con legitimidad. El economicismo no puede ser la vara de las políticas urbano-ambientales de la CABA.
(…) las taras del Código de Planeamiento Urbano (1977 y modificaciones) de normar como si se tratara de un territorio uniforme, plano y donde la diversidad es solo áreas de usos y alturas infundadas.

En una reciente nota publicada en Perfil “Barrios porteños que explotan de construcciones: quejas de vecinos y la respuesta del gobierno de la ciudad” de Gabriel Irungaray (1) se da cuenta de la opinión de grupos de vecinos de los barrios de Redes sociales de Palermo Resiste, Amparo Ambiental Chacarita, Vecinos de la Comuna 11 y del funcionario gubernamental Álvaro García Resta. Su lectura permite, vislumbrar dos orientaciones marcadamente diferentes: unas claramente referenciadas en su derecho a vivir en su barrio y de participar para todo cambio que le afecte, en tanto el funcionario se escuda en una pseudo tecnocracia meramente fundada en la obediencia “debida” o partidaria de su mayoría legislativa.

Varios son los aspectos que motivan demandas de unos y de otros. Aspectos sentidos por vecinos que se consideran afectados y un funcionario que solo se asienta en solicitarles “datos” o sortear que los déficits existentes no son responsabilidad del Gobierno de la ciudad. A la supuesta falta de datos de unos se les responde con la ausencia de comprensión y se descalifica a los vecinos con la falsa expresión “es político”. A continuación, se procurará argumentar sobre algunos de los temas tratados por ambos.

Qué “datos”

Se reclama a los vecinos que “presenten datos”. Los datos aislados no son conducentes. Los vecinos hablan del barrio, de los efectos que causan las nuevas construcciones, la desaparición de edificios de baja altura. Si esos fueran los “datos” ya son cosa juzgada, caducaron. Asimismo, la interpretación de los datos no es neutral u objetiva. Aún más, habría que saber con qué “datos” trabaja el funcionario puesto que las documentaciones publicadas para el Código Urbanístico (2018) carecieron de fundamento. Solo se considera con fascinación una estética que denominan “morfología”, desatendiendo cuestiones urbano ambientales fundamentales (como por ejemplo: efectos de la orientación, los vientos, las emisiones fijas y móviles, aspectos topográficos, de las sudestadas y el aumento de las aguas del estuario y los ríos y arroyos, las zonas inundables, relación entre espacios verdes y densidad habitacional y edilicia, relación entre infraestructura disponible o proyectada y habilitación de densificación). El Código Urbanístico reitera las taras del Código de Planeamiento Urbano (1977 y modificaciones) de normar como si se tratara de un territorio uniforme, plano y donde la diversidad es solo áreas de usos y alturas infundadas.

Percepción

Hay una declaración difícil de interpretar desde alguien supuestamente formado en la arquitectura y la antropología “el cambio de identidad que reclaman los vecinos es una ‘percepción’ y contra eso no se puede debatir”.  La percepción es la interpretación, en este caso de los vecinos, con relación al hábitat barrial y sobre las acciones que se efectúan en él. No poder reconocer “al barrio” tiene implicancias profundas en la salud de las personas, así como sentimientos de desarraigo y aislamiento. Más enfáticamente: cuando no se es partícipe de las “transformaciones” o se las ningunea en las Audiencias Públicas sin publicar las objeciones a sus dichos o no se realizan consultas previas informadas a nivel barrial sobre sus posibles transformaciones se contribuye a generar estrés y ansiedad. La percepción vecinal se construye a través de procesos de vivencias, de intercambios, de encuentros sociales, culturales educacionales, comerciales, de conformar un sentido de pertenencia y de identidad socio-espacial, de su paisaje, del patrimonio sociocultural multigeneracional.

Mala calidad de los servicios

Los vecinos se quejan de aspectos concretos como la falta de electricidad, la baja presión del agua, el déficit creciente de espacios verdes, la falta de un tratamiento adecuado del espacio público y de una transitabilidad para todos. En una ciudad consolidada como Buenos Aires existen servicios que fueron planificados y materializados en el siglo pasado para la población de ese entonces. El Código Urbanístico (2018) impone y facilita una cuasi duplicación de la capacidad constructiva de libre ejecución, sin considerar etapas ni sectores habilitados. A su vez, se utiliza a los grandes inversores inmobiliarios como factor de justificación y presión para orientar inversiones públicas y endeudamiento externo para optimizar accesibilidad y ganancias privadas –por caso: el paseo del bajo, la elevación de vías de ferrocarriles, los desagües– que favorecen sus localizaciones, incluso en detrimento del resto de la población, de los vecinos del resto de la ciudad. El Código Urbanístico y el funcionario son indefendibles, no los prestadores de los servicios públicos ni los vecinos que saben a quién y por qué reclamar.

No hay argumentos técnicos

Se induce a que juzgar que los vecinos de los barrios de Palermo, Chacarita, Villa del Parque, Villa Devoto, Villa Santa Rita y Coghlan no se encuentran al mismo nivel que el funcionario o como si no fuera posible decodificar sus dichos. “Nadie vino y planteó un problema que se comprenda cabalmente”, por tanto, deduce el periodista que el funcionario quiso decir que “no habría argumentos técnicos para sostener los reclamos y que detrás de las organizaciones existen otros intereses”. Nuevamente, como se usó “falta de datos” para no debatir, se busca confundir con el latiguillo “no hay argumentos técnicos”. Hay, son evidencias; pérdidas irreparables. El funcionario se quiere desentender del futuro que los vecinos presumen invivible en un presente irreparable. Es clara la falta de una política de convivencia, de respeto por el otro, del valor de todas las opiniones e intereses. Lo unidimensional, la masividad homogénea que se procura en la ciudad borrando los barrios, la estandarización monótona y anodina, la novedad superflua no son valores barriales. La implantación de artefactos para clientes y no para usuarios es inaceptable en el contexto sociocultural de la ciudad y menos cuando sus habitantes se manifiestan con legitimidad. El economicismo no puede ser la vara de las políticas urbano-ambientales de la CABA. La ciudad es de todos sus habitantes no del funcionario ni de las 32 lapiceras.

Para qué se gestiona

Es profundamente lamentable que no se gestione desde la visión de la planificación urbano-ambiental –Capítulo Ambiental de la Constitución de la CABA–.  Se la diluye como urbana, en tanto lo ambiental solo es un complemento de morigeración de aberraciones edilicias. Solo parece tener interés legítimo facilitar la construcción con grandes capitales. Donde solo se atiende como cuestión urbana “la vocación de las parcelas” o lo más redituable en corto plazo sobre avenidas importantes y con servicios y equipamientos sobre los cuales se orientarán los mayores inversores, en tanto otros lo harán en tierras acaparadas e inmovilizadas anteriores a 2018, en tierras vendidas por el Estado o en parcelas subvaluadas a reconsiderar vía convenios urbanísticos. Esas características no están en manos del mercado están a merced de fondos buitre o de lavado que, además, persiguen el desarrollo y el crecimiento de nuevos mercados inmobiliarios cuasi monopólicos en la ciudad –tales como edificios destinados a: alquiler de comercios, oficinas suntuosas, viviendas para estudiantes, alojamiento y servicios para turistas o con usos transitorios para reconvertir, la gastronomía, playas de estacionamiento, estaciones de servicio, lavaderos de automóviles–. Cabe consignar que ese tipo de regulación desde el Estado local no procura mejoras ciertas para quienes habitan la ciudad. Solo para quienes invierten. El crecimiento no es desarrollo; en nuestro caso es desfavorecer los principios de una sola salud y los procesos ecológicos esenciales.

Al ñudo

Son muchos los infortunios que nos depara el Código Urbanístico. Se lo debe seguir cuestionando para que se comprenda que se pretende borrar la historia urbano-ambiental y cultural de los habitantes de la ciudad. La transformación se convierte en destrucción y anonimato, en consumismo para al aislamiento individual, en desinterés por la ciudad como bien común. No se necesitan administradores sino participación compartida con la población en concurso con las políticas constitucionales. No somos maniquíes. La ciudad no es una maqueta. Otra Buenos Aires es Posible.

Buenos Aires, junio de 2023

Manuel Ludueña

 

 

Manuel Ludueña

(*) Manuel Ludueña. Planificador Urbano y Regional (UBA), especializado en Administración de Áreas Metropolitanas (FGB), con orientación en ecología, transporte no motorizado y espacios públicos. Profesor en las Maestrías de Ingeniería Sanitaria y Tecnologías Urbanas Sostenibles, FI- UBA. Ex Consejero del Plan Urbano Ambiental de CABA (1999-2007). Miembro de Encuentro Verde por Argentina (EVA).

 

(1) Gabriel Irungaray. (Subeditor en Perfil.com) Periodista y Profesor en Comunicación.

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