De cómo se crió Boedo

Le faltaba más de medio siglo para que fuese reconocido como barrio a este proto Boedo que describe Cutolo. Aún era el reinado de las pulperías, los hornos de ladrillos y los tambos lecheros que el historiador describe con puntillosa minuciosidad
Vicente O. Cutolo*
Hornos de ladrillos, pulperías y tambos

Los hornos de ladrillos abundaban por los despoblados y daban colorido al barrio con sus humaredas: fue una industria en expansión, dada la necesidad para las construcciones. El negocio era fácil y artesanal, porque se utilizaba tierra negra que era apisonada por yeguas y caballos viejos, fabricándose el horno donde se cocían y luego eran apilados al sol. En el barrio existieron los hornos de Bianchi (Cochabamba y Castro); el de Vignale (en el cruce de Pavón con Castro); el de Domingo Díaz (Treinta y Tres Orientales y Garay); el del vasco Lázaro Camio (Carlos Calvo y Boedo), llamado “La Paloma”(1). Y el de Tugnoni (Independencia y Av. La Plata).

«Aparte de los hornos también predominaron los conocidos tambos» (voz incaica con diversos significados). El principal era, «lugar donde se reparte la leche». Uno de los más antiguos –refiere Diego Del Pino– estaba en Quintino Bocayuva e Independencia; otro, hallábase en Loria e Inclán, y no lejos, en la misma Independencia, pero por Castro se instaló el tambo del vasco Loitegui, apodado «el petizo», hombre muy rico…(2). El de Independencia y Catamarca era una casa con entrada de zaguán y al fondo estaban los pesebres, o el de la cortada Cabot –entre Pavón y Garay– del que se decía que el tambo lo hicieron adelante y arriba había un entrepiso para poner el pasto, o el de la esquina de Pichincha e Independencia, con su pesebre (3).

León Tenenbaum (4) que pasó su infancia en el barrio, expresa que creció y se formó «a la vera de la Avenida La Plata y en torno al gigantesco cono que proyectaba la cancha de San Lorenzo de Almagro. La edificación raleaba rápidamente apenas nos alejábamos de la generatriz” y protectora Avenida La Plata. Huecos, quintas y potreros aumentaban su número y tamaño hasta dominar y confundir manzanas enteras entre las que se deslizaban tímidamente –y en las noches no sin pavor–, la recién esbozadas calles de tierra. Un par de esas manzanas que asumían por ahí la forma de una meseta, veían acentuada su curiosa topografía por las calles bajadas en ella para buscar el correcto nivel. Eran las «lomas», «lugar preferido para nuestras correrías». Ya más arriba nos hemos referido a la particular condición del terreno que presentaba el barrio, coincidente con lo expuesto por Tenenbaum. Este autor agrega que: «En el verano asumía ese escenario, con bastante tolerancia, las características de un prado. Los pastos, los crecidos yuyos, ciertas plantas espinosas… se salpicaban con cientos de florecillas como margaritas…» (5).

En el Boedo antiguo aparecen las quintas por doquier, hornos de ladrillos, tambos lecheros, por lo que no podían faltar las pulperías, que eran lugares de sociabilidad de los pobladores (6). León Bouché las llamó «mojones civilizadores». El pulpero es el personaje que centralizaba la atención de los arrieros, reseros y cuanto hombre a caballo anduviera por su comercio, donde se vendía de todo, desde ginebra, bolsa de yerba, azúcar, velas, galletas y hasta rollos de alambre, y cuanta cosa le hiciera falta.

Aparte de la pulpería de Basso, se conocía la llamada «Estrella del Sur», en Pavón entre Castro Barros y Colombres, la que luego pasó a denominarse «Almacén del Gaucho», que cerró sus pucrtas en 1921; el almacén de los hermanos Brenta (México y Boedo), donde se concertaban riñas de gallos, reuniéndose payadores y guitarreros de la zona (7).

Hubo también molinos de harina, como el de los tres hermanos Macchi, que eran dueños de la panadería de Independencia y Boedo. Otro antiguo molino fue el de Blas Palma (Castro Barros 601); como panadería existieron la de Benito (Boedo 534) y la de Moreno (Estados Unidos entre Boedo y Maza).

Tenenbaum dice que en la esquina de Colombres e Independencia existió el clásico buzón, único e inequívoco, pués durante muchos años no hubo otro a la redonda, y a su vera, creció un almacén que pasó a ser «el almacén del buzón», gozando de gran popularidad (8). Se conoció asimismo el almacén de Mordeglia.

Con respecto al agua, diremos que en muchas quintas existían pozos de los que se extraía por medio de baldes o con ayuda de mulas o caballos mediante ruidosas norias. Luego aparecieron los molinos metálicos, con sus paletas de zinc, que existieron hasta la primera década del presente siglo (9). Los habitantes de algunas calles hacia 1900 no estaban provistos de este servicio, razón por la cual debían abastecerse del agua que repartía el aguatero. Después en Caridad (hoy Gral. Urquiza) y San Juan hubo un depósito donde por medio de un tanque de tres metros de altura del que pendía una manguera, se proveían los aguateros del vital elemento para repartirla a domicilio. .

Comparando el equipamiento existente a principios de siglo en otros barrios, se observa que mientras la electricidad iluminaba el centro comercial, el barrio Norte y Flores, el alumbrado a gas subsistía todavía en grandes sectores de Almagro y Boedo. Se daba la circunstancia de la permanencia del gasómetro (10) de la calle Maza 41 perteneciente a la Compañía Argentina de Almagro que instaló cañerías en la zona. En 1888, se había construido una usina denominada «Argentina», y por Boedo y San Carlos hubo dos gigantescos depósitos de gas. En 1903, poseían faroles a gas las calles San Juan, Cochabamba y Treinta y Tres.

En sus proximidades, en 1907, en Rivadavia entre Maza y Boedo se hallaba un lavadero público municipal: en el siglo pasado era común ver a las mujeres lavando sus ropas en las lagunas de la zona: la de Independencia y Boulevard La Plata; la de Independencia y Boedo (donde se estableció luego el Banco de la Nación Argentina) y otras en Almagro. ..

En 1888 en el Plano del territorio cedido a la Nación para el ensanche de la Capital, y en el Croquis que contiene el 2° Censo, se observa claramente la expansión de San Cristóbal hacia Pompeya y Puente Alsina, pasando obviamente por Boedo.

No era un monstruo demográfico, sino que la mitad de su perímetro estaba ocupado por quintas y chacras. Y estas fracciones indivisas, según el plano de 1888, no alcanzaban a tener un centenar de propietarios (11).

En cuanto al precio de la tierra, en 1908, en Boedo se pagaba por metro cuadrado $ 7,50 en cambio en Palermo su valor era el doble, y en San Nicolás alcanzaba las alturas a $ 232 decreciendo en Montserrat a $ 179. Según el Censo había en el lugar 3.736 casas de material, y en 1905 los lotes se vendían a $ 1 la vara cuadrada en Caseros hacia el norte.

La población del barrio ascendía a 30.000 habitantes (12), Y si bien en un principio los italianos fueron mayoría, luego decrecieron a un 20%, mientras los españoles eran un 15%, ante el avance de los argentinos con un 58%, y otras nacionalidades sólo contaban con un 7%.

 

  1. Del Pino. Ayer y hoy de Boedo. Bs. As. 1986 p. 39.
  2. Del Pino. Ayer y hoy de Boedo. Bs. As. 1986 p. 40.
  3. V. Boedo y San Cristóbal. Historias de ayer nomás, en Historias de Buenos Aires, Sep 1987, nº 5, p. 5.
  4. León Tenenbaum, escritor (Buenos Aires: un museo al aire libre, Olores de Buenos Aires: Buenos Aires, tiempo de Borges.)
  5. León Tenenbaum en La Prensa, 6 de diciembre de 1970.
  6. Véase el interesante libro de Jorge A. Bossio, Historias de las pulperías, Bs. As. 1972.
  7. Llanes, El barrio de Almagro, cit., p.41
  8. Tenenbaum, Buenos Aires: un museo al aire libre, p. 214,
  9. Habla del siglo XX.
  10. Habla del verdadero depósito de gas origen del término conque después se bautizó al viejo estadio de San Lorenzo.
  11. 11. Vedoya, Don Torcuato y el Buenos Aires oculto, en Todo es historia, As., abril 1972, nº 60, p. 32
  12. La cifra es una estimación imprecisa cuyo “alrededor de…” se basa en lo impreciso de los límites “barriales”.

 

(*) Vicente Osvaldo Cutolo

(noviembre de 1922 / 28 de junio de 2005). Argentino, educado en la Universidad de Buenos Aires abogado, historiador. Fragmento de “Historia de los barrios de Buenos Aires“; Buenos Aires, Elche, 1998, pp 248, 249.

 

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