Chau, Pepe
Murió el “Pepe” Mujica, un luchador tupamaro devenido presidente de su paisito (como él lo llamaba). Mario Bellocchio
Una vida cargada de episodios a los que podría llamarse pintorescos –su propia vida fue una enorme y coherente anécdota– que él relataba con un gracejo muy particular. Murió el “Pepe” Mujica, un luchador tupamaro devenido presidente de su paisito, según su cariñoso bautismo.
Poco antes de pisar el umbral de los 90, dijo “basta para mí” –o el cáncer se lo dijo a él– y partió tan humildemente como fue toda su existencia. “Lo que pido es que me dejen tranquilo. Que no me pidan más entrevistas ni nada más. Ya terminó mi ciclo. Sinceramente, me estoy muriendo. El guerrero tiene derecho a su descanso”.
Aún joven y vigoroso, cayó en cana por “tupa” y pasó ocho años en un pozo –literalmente, su celda estaba excavada en la tierra en Punta Carretas– del que salió sin dejarse manejar por los rencores y se fue a vivir al ranchito que había levantado en su chacra de Rincón del Cerro, a las afueras de Montevideo junto a Lucía Topolansky, su compañera de toda la vida. Él mismo contaba que, hasta que pudieron hacer el techo de chapa, tenían rincones para refugiarse de las lluvias, porque las provisionales lonas juntaban más agua de la que expulsaban y “llovía más adentro que afuera”. En esa chacra, ya con una modesta vivienda, acaba de fallecer una semana antes de cumplir los 90, rodeado por sus cultivos, tal como sucedió durante su presidencia, cuando no aceptó las comodidades a las que podía acceder como primer mandatario.
“Un compendio de filosofía con patas”, como solía definirlo el pueblo, llegó a la presidencia de “su paisito” –2010-2015– y el día anterior a la entrega de la banda a su compañero de ideas, Tabaré Vázquez, despidiéndose ante una multitud, tanguero al fin, declaró troileanamente: “No me voy, estoy llegando”. “Me iré con el último aliento y donde esté, estaré por ti, contigo, porque es la forma superior de estar con la vida. Gracias, querido pueblo”.
Ese pueblo que lo acompañaba en sus caminatas y que frecuentemente lo detenía para pedirle un abrazo que prodigaba audazmente, dada su condición y predicamento, (menudo trabajo ha tenido la custodia durante su mandato).
Durante su presidencia, aunque no las tuvo todas consigo, logró que se aprobaran leyes de vanguardia en la región como la liberación de la producción y comercialización del cannabis, la legalización del aborto y el matrimonio igualitario y, en marzo de 2012, cumpliendo con un fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y en nombre del Estado uruguayo, pidió disculpas en un acto público por la desaparición de María Claudia Iruretagoyena, nuera del poeta Juan Gelman.
En lo correspondiente a Memoria, Verdad y Justicia, con un activismo militar pos-dictadura desconocido para nosotros, tuvo serias dificultades para dejar sin efecto la Ley de Caducidad que daba impunidad a militares y policías acusados por delitos de lesa humanidad. Y también por el nombramiento de Guido Manini Ríos al frente del Ejército. Manini Ríos, el jerarca militar, se convertiría en un político de extrema derecha y aliado del ex gobierno de Luis Lacalle Pou.
Compartió una época de reverdecidos derechos americanistas con Lula, Chávez, Cristina Kirchner, Rafael Correa y Evo Morales, no exentos de chisporroteos en divergencias de aplicación. En ese sentido, quedan para el nutrido anecdotario algunas agarradas menores pero pintorescas, previas a su presidencia, con “la Vieja y el Tuerto”, como solía decirles a Cristina y Néstor cuando se cabreaba. No se recuerda, sin embargo, alguna desavenencia ocasional que haya impedido acuerdos de real valía.
Así lo despedía su compatriota Víctor Hugo Morales:
“La tristeza salió a la calle. Está en la mirada de los que saben que murió el Pepe. En la inevitable aceptación de que, a ciertas edades, nos morimos. Pero los ojos igual dicen: ‘Qué pena’. Así que permitámonos la melancolía, porque hace bien.”
“Se fue el hombre que se preguntaba qué sería del mundo sin las izquierdas. Se fue en una moto vieja, despidiéndose del tractor y la chacra. Y del amor perenne que lo unió a Lucía, ya fuera con un fusil en las manos o peleando por la democracia.”
“Ha cerrado los ojos el hombre americano, el de la patria grande, el artiguista con la mirada fija en los horizontes de grandeza. Se fue un líder natural que nada quiso para él.”
“Un filósofo sin pelos en la lengua”: así lo definió recientemente The New York Times, el influyente diario estadounidense.
“La vida es hermosa. Con todas sus peripecias, amo la vida. Y la estoy perdiendo porque estoy en el tiempo de irme”.