Corré pibe, corré

Los goles en contra a las ilusiones de los pibes de la villa
Por Tito Vaccaro

Corré pibe. Picá. Ojo dónde pisás. Bajá la vista. Que el sol no te encandile;  todavía no se ocultó detrás de la tribuna. Fijate  bien, no sea que te caigas. Menos mal que pudiste rajar; si vos no tenés nada que ver. Si estabas con tus amigos amague va, gambeta viene, en ese pedazo de tierra pegado a la avenida. La camiseta transpirada, la que compró tu vieja, la original que le pediste, ¡la original!, la más cara. El azul más azul, el rojo más rojo y el número y las letras blancas con la propaganda del banco.  Qué colores iba a tener, si creciste ahí nomás, tan cerca del estadio. Los gritos de gol, los cantitos, las caravanas de hinchas. Pero ahora tenés que seguir corriendo, ¿entendés? Hace apenas segundos se armó el desparramo. Dos equipos de grandes que los desplazaron para jugar su partido sin pelota. Los azules de un lado, los grises del otro. Y la sorpresa de ustedes para dispersarse como liebres asustadas. Vos  picaste en punta rumbo al área conocida, porque el partido que juegan ellos es peligroso.

Y mientras corrés,  pensás en los consejos de ella, que ya habrá vuelto del laburo para esperarte con la chocolatada. Por hacerle caso pudiste zafar. Nada de fasos, nada de birra, nada de juntas raras ni de andar de noche por ahí. Ahora tenés que acelerar. Sin la pelota pegada al pie resulta más fácil. Corré, volá, como Messi, como el pájaro Caniggia, con el pelo al viento, como el loco Doval. Fijate que los grises van adelante por la derecha y los azules vienen de atrás corriendo por la izquierda de la avenida. Pero ni se te ocurra darte vuelta. No podés. Si tropezás, otra que raspones en las rodillas. Dale. Ya estás más cerca. Y en tu casa vas a tener que hacer la tarea para mañana. No te detengas. Cuidado con el auto que viene de frente. Vas a tener que eludirlo en velocidad. Tirate a la punta. Sos Buffarini o el Pocho Cerutti. Pensar que estando tan cerca los viste sólo por tele. Pero más adelante ella te va a dejar ir a la cancha. Ahora cuidado que el del auto no te ve;  es un tipo grande. Y a los pibes, los grandes los miramos muy poco. Casi no los vemos. Solo nos sirven para las estadísticas. Por ahí para que algún político de recorrida los busque para una foto o se los mencione en debates televisivos. Por eso seguí corriendo. Atento. Así. Así. Ya lo eludiste. Seguí. Falta menos. Estás por llegar al área. Y hay gente que se asoma a las puertas para mirar. Y mañana hay que ir al cole. Y tenés ganas de llorar, pero mejor no. Y tenés una puntada en el estómago, pero no podés aflojar. Y se escucha un trueno que viene de un lado y después otro que viene del otro. Y no sabés que hacer y seguís corriendo. Y hay más petardos que no son de año nuevo. Y los curiosos se meten en sus casas. Y todo es confusión,  hay silbidos que van y vienen. Y ves la ventanita, la tuya. Y estás por llegar. Y pisás la media luna, a pasos del punto del penal. Y oís un estampido, que suena distinto. Y no sentís más nada. Y como Gatti en “la de dios” abrís los brazos para quedar crucificado en el aire. Y el número de la espalda se tiñe del rojo más inocente que pueda ser concebido. Es ahora un lienzo vil e inaceptable que no puede ser perdonado.

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