Topo, el octavo pasajero
Alabado sea yo. En desorden palabrero la plenitud de la peor jactancia. Se jacta. Por Edgardo Lois
El payaso devenido en topo se jacta. Amo ser un topo. Amo. Ladra. Alardea. Fanfarronea. Topo engreído. Fatuo. Vanidoso. Arrogante. Orgulloso. Petulante. Soberbio.
El topo de la motosierra avisa que su condición anarco capitalista lo lleva a destruir el Estado. Destruir desde adentro. Desde el andamiaje. Topo presidente, el octavo pasajero. Una aterradora nave Nostromo, construida con variadas causales, trajo el bicho hasta la patria. Cortó hueso desde el pecho de la patria. Estalló como grano maduro. Acunado durante el viaje televisado en directo para el pueblo. En especial para aquellos acostumbrados a ver sólo el reflejo sobre la cáscara. Para aquellos que podían pensar, pero que eligieron no hacerlo. Para los que olvidaron. Para los desesperados. Para los que sólo piensan en ellos. Para aquellos a los que simplemente les pareció divertido. Para los anclados en el odio. Alguien que llegara desde el futuro y terminara con el tablero donde se juegan los días de la patria desde hace más de doscientos años. Porque es tan sabido que da asco repetirlo. El Estado de la patria -así cuenta la leyenda- por tv, radio, y las mil magias malignas de las redes de engatusar (sí, porque antes la tv dijo para el gato) decía que dijo el cuento que el susodicho Estado era un nido de ladrones. Es más, el Estado es un tacho de basura. Entonces hacía falta algo payaso, algo topo, un algo motosierra que haga fetas de la patria mientras marcha a bodega un suculento licuado. Digamos que como el final de una mala noche de ayer, una banda alquilada de salvajes terminara a las patadas con los tachos que contienen la basura que señala la tv. Ellos, los medios. A través de ellos, los Ellos, salen a limpiar en todas direcciones. El juego de hacer como que hacen y denuncian ilícitos. El pueblo debe saber de qué se trata. Por eso cuentan la fachada y ocultan la conveniencia. Para que la resucitada doña Rosa sepa y diga qué barbaridad, y haga cruces en el aire. Que Dios nos ampare. Que quemaron un auto. Los violentos. Sucedió cuando largaron al ruedo, cual perros de Tíndalos, la banda salvaje de abollar ideologías tras la manifestación en la plaza del Congreso. Se cantaba y se puteaba. Que no se vende, que la patria no se vende. Violenta la cacería de los perros rabiosos. La tercera línea de los mandaderos de la plutocracia en libertad. Mucho perrerío de oscura estirpe. Demasiado ladrido entre el pluto de más acá y el otro que agita al topo desde el más allá.
Las fuerzas de seguridad federales en la ciudad esperaban la señal de largada. Los meteorólogos de siempre ya tostaban un auto de un periodista a varias cuadras de la plaza. Un grupo de diputados de la oposición se acercó hasta una fila de defensa de la policía. Muy cerca del Congreso. Sin mediar palabra alguna, ni acción violenta, los representantes del pueblo fueron rociados con gas pimienta en sus caras. Llegó la orden a los meteorólogos para que al fin hicieran su magia con el clima. A tirar piedras se ha dicho. Los infiltrados cumplieron con el show y las fuerzas de seguridad dieron libertaria labor a las escopetas cargadas con munición de goma. Libertad libertaria a los rociadores de gas directo a los ojos de los que puteaban y cantaban. Suelta de libertarias granadas de humo lacrimógeno. En medio del zumbido de una caballería motorizada. Que te paso por encima. Que te disparo. Que no importa que no estés haciendo nada. Porque hoy hago aquello que me gusta hacer. Orden y proceder. A salvo de toda duda moral, el cascarudo no piensa en nada. Arremete. Un ciudadano sin hermanos ciudadanos. Llega la orden. A cazar. Todos a cazar. Abierta la temporada. El topo ladra que sí. La Pato húmeda de emoción dice más, empuja a más.
regresa el viejo de la bolsa / pisa el cemento de la avenida / salta desde la moto de la policía / lleva bolsa mala de cuento de terror hecho realidad / lleva escopeta con postas de goma / y lleva permiso de jaula / trampera para un puñado de jilgueros cantores / sueños ideas derechos humanos / viejo con mala bolsa que se aplica al instructivo / aroma la represión como si fuera siesta de verano / a vos a vos a vos a vos a vos y a vos / señala al boleo y enjaula para mejor ejemplo / ríe mientras se escribe el aviso / atenti que a cualquiera toca / noticia en proceso / detalles de la cacería / de regreso está el viejo de la bolsa / ahora vuelve a la moto / algo dice al policía que conduce / cuando la escopeta escupe un cartucho vacío
De pibito supe de la existencia amenazante del viejo de la bolsa. Al menos era el aviso de reserva ante el desconocido. Un vislumbre del miedo. Aquel cuento leyenda que bajaban los padres. Digo que hoy pienso en la pena que me provoca la imagen de un viejo llevando, quizá, todo su refugio en una bolsa. Pienso en las trampas escondidas en la ruleta de los días de la vida. Pero claro que hoy existe una aplicación distinta. Aunque en sustancia el resultado sea el mismo. Las víctimas a la bolsa. Una amenaza cierta. Porque acaba de suceder. La amenaza no es un viejo. Es una banda de alquiler que no duda en el momento de levantar a sus víctimas. Son los brazos mecánicos de las naves marcianas en la Guerra de los mundos de H.G.Wells.
Así escribí hace una cantidad de días. Hasta “Wells” escribí cuando algo en mi interior detuvo el decir. Nunca, hasta ahora, había dejado inconclusa una mirada escrita. Habrá pasado un mes en suspenso. Ahora estoy de regreso. Observo. Sigo el relato. Releo desde dentro del plano general que cuenta el paisaje dolido de mi patria.
Como si recibiera un pelotazo en la boca del estómago. Quedo sin aire. Escucho la radio. Sigo sin poder creer el sucedido. Voy sin aire. Me arrastro sobre la página en blanco. Pienso. Sucede en cada día. Es el precio de estar informado. De andar por el barrio a consciencia despierta. Escribo. Sigo el impulso. Voy tras un puñado de líneas. Casi sin pretensión. Una brevedad. Otra más. Una brevedad que busque fijar una mirada. Un momento. Un pensamiento. Esa necesidad de decirme. De decirnos. La necesidad de guardar en la memoria. Para nunca más olvidar.
que nadie haya recordado parece mentira // corta el filo de una historia mala / mano cruel de falsedad libertaria / roba la palabra // luego dispone el tajo asesino / dios conocido el odio el argumento / la no idea de tiempos tristes / filo de encandilar / reflejo salvaje veloz / mientras derrama la primera sangre / pasen y vean las ofertas de mercado
Había anotado más arriba que el payaso devino topo. Motosierra y licuadora. Amenaza. Grita. Se descontrola.
un carajo / otro carajo / y otro carajo más / tres carajos avisa / amenaza el payaso / me importa tres carajos // que a cuánto tu carajo? // oculta el índice de riqueza / el cruel y su circo / grita defiende muerde / sostiene el piolín remonta / (siempre entre vientos la historia) / en alto el reparto injusto / que colores opuestos pugnan en este barrilete // mal ladra el payaso / un carajo / otro carajo / y otro carajo más / tres los carajos de esconder
Una brevedad intenta ser búsqueda y encuentro. Dentro y fuera de nosotros la patria. Cada uno la patria. El otro es la patria. Soy la patria del otro. Búsqueda y encuentro en la brevedad. Un intento más de resistencia. También de permanencia para denunciar la crueldad de este mientras tanto.
invierno de cemento y viento anónimo / de nada sirve / cartón ni colchón de descarte / ni parecita techo en la ochava ni bajo autopista / cuando hay muerte en la ciudad / de nada sirve / escribir esta brevedad de dolorosa urbanía / que anota sin embargo en la historia / que abandonados en su último refugio / muertos fueron seis hombres / en maldita noche anarco capitalista / avisa noticia la voz de la radio / crónica cruel / sucedidos del sistema / mientras las calles heladas
Edgardo Lois / Julio 2024 / Buenos Aires