La caballeriza de Garay y Alberti

Un añejo recuerdo infantil. Mario Bellocchio

Tengo un recuerdo infantil que acarrea la fragilidad de los detalles y la nitidez imborrable de los cajoncitos más fieles de la memoria, aquellos que atesoran, para siempre, las primeras aventuras de un mundo que va complicándose con los almanaques. Uno de mis abuelos, el materno, era un dulce grandote de rostro aindiado con familia criada en los rigores de la Patagonia, que vivía en la casa de al lado de su primer nieto varón, yo.

El abuelo Santiago –Santiago Cafferata– al que los nietos bautizamos “To”, apocopando abuelito, lucía orgullosamente sus dotes de educador enseñándome a deletrear las publicidades de los tranvías –Re-lu-sol / Yer-ba-ma-te-Sa-lus–. Aquel personaje que orgulloso de su descendencia (yo) gustaba sacarla a pasear en caminatas que solían no exceder el perímetro de Parque Chacabuco, alguna vez trepó a un tranvía 26 –chapa colorada a Garay y Alberti– y llevó al nene a visitar a un amigo de aquella zona del “bondi”, un tapicero de coches de caballos ya en franca desaparición en ese entonces.

Recuerdo el viaje, el no descenso en la parada sino en la estación de tranvías de aquel lugar, con mis ojos desorbitados ante tanto fierro rodante y el penetrante olor a acaroína, un líquido blancuzco con que se higienizaba a los tranvías al terminar su recorrido. Estaba recorriendo el lugar que iba a ser unos años más tarde mi entorno durante las tres décadas siguientes: la vecindad de Pavón 2444, la sede de Canal 11.

La primera vez que anduve por aquella callejuela interna de “la canaleta”, empedrada y con cordones de granito como las calles y, sobre todo, cuando pude observar los aldabones aferrados a las paredes del estudio “A”, sentí que yo conocía ese lugar…

Tuve la sensación de que hacía una punta de años había estado ahí con el To Santiago y que ahí había recibido de manos de su amigo el tapicero un álbum, ya en desuso pero para mí un tesoro invalorable, con los recortes de muestras de distintos cueros/tapiz.

Y llegué a creer que ése era el lugar hasta que, investigando sobre los orígenes del edificio para el “Requiem a Pavón 2444” comprendí que la coincidencia era ilusoria ya que cuando Pavón comenzó a ser estudio de filmación, la Productora Cinematográfica Argentina Río de la Plata –de Canaro, Jaime Yankelevich y Juan Cossio– y dejó de albergar coches y caballos, yo aún no había nacido.

El porqué de tantas similitudes me lo develarían –ya como empleado del canal– antiguos habitantes de la zona que, según cuentan, estaba plagada de galpones con caballeriza como el que yo visité entonces, el del amigo tapicero del To Santiago.

 

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