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EDITORIAL (octubre de 2023). La entreabierta boca de una urna esperanzada
Lo que sucede es que se trata de algo pasional, no reconoce la racionalidad. No depende de los jugadores, ni del comportamiento del equipo. En algún momento, generalmente vinculado al ADN familiar uno se hace, por ejemplo, “cuervo”, y a partir de ahí será “cuervo” aunque el equipo descienda –y aún más– y no existe razón alguna que lo haga cambiar de idea. Las pasiones no se manejan: nos manejan.
Así las cosas, de repente en el mundo de la política aparece un antisistema que le encuentra el agujero al mate. Y como ninguno de los que se sentaron en el famoso sillón de la Rosada logró darle continuidad en el tiempo al mejoramiento social, toma la posta, los llama “la casta” y les cuelga el cartel de chorros: “Este debate, como el anterior, termina siendo una pantomina (SIC) irritante” –dice Milei–, y se transforma en el pater putatibus de cuanto decepcionado ande suelto –y son muchos– inyectándole en su vacuna el ADN futbolero del resentido social antisistémico, que no reconoce razones de ninguna índole y sólo le importa darle una patada en el orto a los “Kaka” “de una vez y para siempre” –Patricia Bullrich dixit–, a los que es inútil tratar de explicarles algo, porque prima la “pasión” futbolera y, se sabe, ningún “cuervo” se hace “quemero” porque San Lorenzo esté jugando mal.
Claro que este pater putatibus inyecta un falso ADN, tan falso como sus irrealizables propuestas y queda la esperanza de que antes de que sea demasiado tarde muchos decepcionados de “la casta” se aviven de que no hay plan, de que el presunto mejoramiento es segura desmejora y de que a la derecha del “mesías” Milei está el precipicio de la esclavitud para siempre (ésta sí es “para siempre”, Patricia).