El empeño de Peña

Por Mario Bellocchio |

En la escala de méritos a reconocerle al Gobierno Nacional, el cetro absoluto se lo lleva la audacia y la imaginación para declarar en forma positiva sobre el desastre que están produciendo en el país. O de qué otro modo se puede tomar las declaraciones del Jefe de gabinete, Marcos Peña, cuando asevera que “La Argentina está hoy mejor estructuralmente que hace un año.

El país está mejor para crecer estructuralmente, lograr un mayor tejido industrial, mayor empleo y mayor producto” –argumentos que expuso, sin siquiera sonrojarse, al hablar en el acto por el Día de la industria, en la sede de la UIA.

El ministro de Producción, Francisco Cabrera, resaltó a su vez que “el Gobierno cumplió con cada uno de los reclamos que la entidad planteó a Cambiemos antes de que definiera la elección presidencial del año pasado”.

Ambos funcionarios destacaron las perspectivas del sector, si bien reconocieron la difícil coyuntura que atraviesan en gran medida por el crítico contexto externo.

Para Marcos Peña se había perdido “un tema central, que no vale de mucho, el crecimiento de un sector si no tenemos calidad democrática, institucional y reglas de juego”.

Defendió en ese sentido “un país con un sistema político sano, capaz de dialogar y acordar; una justicia independiente que asegure que haya cumplimiento de la ley; y un Congreso vivo y activo como lugar de debate político y convergencia, más que un terreno de batalla”. ¡Ah sí, mirá! –diría Capusotto en un tono humorístico que no corresponde a las declaraciones de un jefe de Gabinete…

Según Peña, la Argentina “cambió centralmente porque los argentinos quisieron cambiar: nos quisimos dejar de mesianismos, autoritarismos, de división, pelea y de corrupción, y centrarnos en el desarrollo como un sólo pueblo hacia ese camino de superar la pobreza”. “Los problemas que hoy estamos viviendo –agregó–, son más desafiantes” y requieren “acordar políticas estructurales de largo plazo entre todos, sentados en una mesa, el sistema político, el gobierno, el sector industrial, los trabajadores, y plantear hacia dónde vamos con un acuerdo productivo a largo plazo, que no se discuta cada dos años en una elección, para lo cual hoy tenemos un sistema político que está maduro”. No es necesario ningún comentario al respecto, solo basta un precario sentido común para evidenciar el despropósito. Cuesta creer, aunque aun así suceda, que subsista un apoyo a estos dislates sólo llevados por un revanchismo político –porque la razón pura no los asiste– por más subterfugios que quieran añadirse.  

 

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