El Bochorno

Si hay algo que crece en este conflictuado mundo del fútbol criollo es el asombro por la creatividad de los delincuentes para sorprendernos con una innovación en su amplio repertorio de despropósitos.

Boca había dejado, en los 45 minutos que se disputaron con la pelotita rodando, una pobre impresión en el campo de juego. La vendetta –que azuzaron en Fox y TyC durante los días previos– sobre la violencia riverplatense tolerantemente conducida por Delfino en el Monumental, no se plasmó en el des-encuentro ese primer tiempo. Y valga reconocer a los jugadores por su comportamiento y al árbitro novato –en esas lides, Darío Herrera– que no le tembló el pulso en sacarle al “pope” Osvaldo una amarilla al minuto del comienzo. Todo bien, o mal según el cristal con que se lo mire, diría Baltasar Gracián.

La sorpresa, por las características del incidente, no por la violencia instalada del patotaje, vendría cuando sonó la campana de la reanudación del partido. Al parecer –nada está comprobado todavía– un descerebrado, de los que estamos bien provistos en todas las hinchadas de nuestro fútbol, habría rociado con gas pimienta el interior de la manga de ingreso de los jugadores de River. Este “al parecer” de los comienzos de párrafo tiene su médula: si lo arrojado hubiera sido un ácido, estaríamos lamentando la ceguera de, por lo menos, tres jugadores de River que se “bañaban”, tratando de calmar la comezón, con abundante agua sobre los ojos. La atención médica estaba más preocupada en ver cómo se arreglaba este despelote que en atender a las víctimas. Y el anfitrión –Boca– afirmado en la incomprensible actitud de desentenderse de ofrecer sus instalaciones médicas inmediatamente a los afectados. Es más: las des-ofreció cortando el agua de un baño al alcance de los jugadores atacados. De ahí en más –el “más” excedió la hora reloj– el bochorno se tornó patético. Las “autoridades” del encuentro mostraban sólo su credencial al Pilatos Club y se pasaban la papa caliente de la suspensión o reanudación del partido. ¿Yo, señor? ¿Sí, señor? Y el Gran Bonete no apareció durante más de una hora. El representante de la Confederación Sudamericana tratando infructuosamente de comunicarse telefónicamente –la Bombonera es una caja de Faraday aislante para esos menesteres– con algún superior que lo autorizase a suspender o lo obligara a continuar. A esta altura ya confesaron que tenían serias intenciones de continuar.

 

Mientras los 1700 integrantes de seguridad, contratados para vigilar a los hinchas de un solo bando, contemplaban desde ubicaciones privilegiadas los desmanes,  uno –o varios si incluimos la necesaria complicidad– arrojaban lo que arrojaron en la manga, un par de descerebrados hacían volar un drone con el fantasma de la “B” y, finalmente, un centenar de descontrolados fanáticos arrojaban botellas de plástico ¡llenas! a la salida de los jugadores de River.

Simultáneamente se podía observar  a conspicuos representantes de la “seguridad” privada ¡sentados contemplando el espectáculo en la misma platea de donde partían las agresiones!

¿Cómo entraron un drone al estadio? ¿Cómo se ingresó la pirotecnia que iluminó el comienzo?

¿Misterios del cacheo? ¿Ignotos cuartitos de estadio para albergar parafernalia festejante, de la que Boca no es el único representante, ni mucho menos?

 

“Un día saludás a uno. Otra vez le regalás una camiseta o aportás para un asadito o una birra. El aporte se convierte en cuota. Y cuando no los saludás porque te putearon en un mal partido y les cortás los víveres, se te aparecen en el jardín de tu pibe y te preguntan: ¿Querés que lo venga a buscar yo?”

“¡Muchachi! ¡Hay que saludar a la barra! –¿A estos atorrantes?– ¡Sí, a estos atorrantes, o vos vas a parar el quilombo! ¡Vamos, levantado los brazos todos juntos…, ahora!”

¿Te suena esta historia, Orión?

 

Roger Bello, el veedor de la Conmebol que asistió al árbitro Darío Herrera en la decisión de suspender el partido en La Bombonera, 75 minutos después del horario en que debió haberse reanudado, habló y oscureció tratando de aclarar. Algunas de las joyas expresivas del funcionario en declaraciones al periódico La Tercera de Chile: “La demora en la suspensión del encuentro se produjo porque se pensó que el partido podía seguir disputándose”. “Todo lo que nos tocó vivir fue realmente una situación muy compleja. Un momento tenso y delicado”. “Los informes ya fueron entregados y ahora es la Conmebol y las autoridades pertinentes quienes deben tomar determinaciones. Todo está ahí y ahora sólo queda esperar. No puedo referirme más al tema”, expresó Bello. Su rol es uno de los más importantes, ya que es el encargado de relatar los hechos que determinarán las sanciones a Boca Juniors que, ha trascendido, serían gravísimas.

Corrió como novedad de placa roja de Crónica que se le daría por perdido el partido a Boca por un score de 3 a 0, que River pasaría a la siguiente ronda de la Copa y que la suspensión de la Bombonera, para partidos internacionales, sería de, al menos, dos años. Para el duro cuero de este cronista, sin embargo, dada la facilidad con que se filtró la información, prefiere esperar los papeles oficiales –que se anuncian para mañana domingo– para ver si el lanzamiento de estas “primicias” no se trata de un globo de ensayo.

De ser todo como se anticipa, a River le quedaría la amargura de haber ganado en un escritorio lo que asomaba como una conquista futbolística sobre el pastito. Y a Boca le restaría el consuelo de que ésta sería la mejor manera de perder. Siempre les va ser más mostrable ante sus fanáticos que la eliminación haya salido de un papel impreso.

 

 

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