De vecinos e identidades

11 de junio, día del Vecino de la Ciudad de Buenos Aires
María Virginia Ameztoy

Es creencia general que la Ciudad de Buenos Aires ha ido conformándose como un todo homogéneo a partir del imperativo categórico del ser porteño. La realidad histórica poco tiene que ver con esta apreciación.

La dominación española pasó a llamarse colonización precisamente debido a que comenzó con Colón, el primer conquistador que supimos conseguir y que abrió el camino para la aniquilación de nuestros habitantes originarios y la consiguiente desaparición de sus culturas.

Más adelante –durante varios siglos y metódicamente– los aborígenes fueron diezmados y sus comarcas saqueadas con la lógica de la ganancia del pillaje.

Ante la necesidad de una variable de recambio de mano de obra hicieron cazar africanos y los embarcaron como bestias de carga hacia toda la América del Sur, donde fueron vendidos al peor postor y recibieron infame maltrato por parte de nuestra ciudad colonizada y evangelizada por el modelo cultural de los dominadores. En este sentido la campaña genocida llevada a cabo por el general Roca fue uno de los ¿últimos? intentos de aniquilación de la cultura autóctona.

Violencia física utilizada para asesinar a los verdaderos dueños de la tierra, violencia simbólica para imponer los preceptos culturales del dominador.

Más adelante las diversas oleadas inmigratorias trajeron consigo los hábitos de sus tierras, que junto con los de los pocos africanos y grupos aborígenes que resistieron a la topadora española, amasaron, sobre las huellas de las masacres del pasado, el cemento de nuestra diversidad cultural y el ser porteño fue gestándose a partir de todos.

A la hora de la celebración del Día del Vecino, el 11 de junio, las consideraciones sobre las diversas identidades de la ciudad deben ser tenidas en cuenta.

En su génesis pueden reconocerse varios ejes, dos de ellos fundamentales: por un lado, el difícil y largo proceso de formación de nuestra Nación y sus constantes conflictos (las luchas independentistas, Buenos Aires vs. la Confederación, la década infame, el fraude patriótico, los presidentes institucionales, los golpes de Estado, las luchas populares, la triple A, los 30.000 desaparecidos…); en segundo lugar, a partir de la creación de asociaciones vecinales, clubes y sociedades de fomento –desde fines del siglo 19 y hasta mediados del 20– fueron generándose diversas identidades culturales barriales.

Ambos ejes dan cuenta de diferentes pautas paulatinamente incorporadas a nuestra expresión ciudadana. Desconocer cualquiera de ellos es propio de quienes pretenden, a través de la negación, borrar la historia.

Los barrios fueron adquiriendo identidad propia a partir de la participación, la colaboración y la comunicación de las propias necesidades de sus habitantes. Sus identidades fueron conformándose por compartir esas necesidades atendiendo a su historia común y transitando el camino de su afirmación, del amor a esa patria chica que configura al barrio como casa natal, lugar de pertenencia y permanente conquista.

Hoy como ayer nuestra ciudad está poblada por nuevos inmigrantes, de Bolivia, Paraguay, China, Perú, Corea… Hoy como ayer estamos relacionándonos con otras pautas culturales que mañana se integrarán a nuestras identidades barriales y ciudadanas.

Y así como los caballos vinieron de Europa, el tango se bailó en los quilombos pardos y el mate es cultivo nacional, nuestra identidad sigue nutriéndose de las identidades de todos.

Y en esta era globalizada, que exacerba las desigualdades y cuyos amos prefieren que los jóvenes sepan más de realidad virtual que de su origen, apelar a la defensa de la propia identidad y persistir en la preservación del propio espacio de expresión cultural son privilegiados antídotos contra la ponzoña de la homogeneización idiotizante que, interesadamente, quieren imponernos.

 

 

 

 

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