Los barrios de la Ciudad de la Trinidad
Los barrios de la Ciudad de la Trinidad y puerto de Santa María de los Buenos Ayres
Mario Bellocchio
Van a cumplirse 441 años de la llegada desde Asunción de don Juan de Garay quien el 11 de junio de 1580 funda la Ciudad de la Trinidad. Una carabela y dos bergantines descienden el Paraná y el estuario del Río de la Plata para trasladar a los sesenta y cinco nuevos pobladores, los elementos de labranza y otras dotaciones de agricultura. Se reúnen con el ganado que había hecho el trayecto por tierra y conforman el nuevo asentamiento.
De esta manera don Juan de Garay despliega el papiro inaugural en el trunco tronco bonaerense y señala, dedo índice en ristre, la tierra que iba a ser el hogar de los porteños, preocupado por no repetir los errores de su antecesor, Pedro de Mendoza, 44 años antes, y totalmente ajeno a las quejas que le endosaríamos cada vez que la humedad nos agobiara, funda la Ciudad de la Trinidad y puerto de Santa María de los Buenos Ayres.
Rodrigo Ortiz de Zárate y Gonzalo Martel de Guzmán –en el primer y remoto antecedente de Rodríguez Larreta– son nominados como alcaldes del nuevo poblado que cuenta con su escudo de armas y su cabildo con seis regidores.
Al tradicional reparto de tierras para cultivo y asiento de los nuevos pobladores se agregan decretos y reglamentaciones entre los cuales figura uno, especialmente soslayado por el actual Gobierno de la Ciudad sobre el uso y asignación de las tierras costeras, que consigna:
“…las huertas […] no se ha de dar ninguna desde […] hasta […] por que todo esto es la fuente del servicio desta ciudad para gozar del agua del puerto y rrivera della […] por questas cinco quadras son para el efecto susodicho… (Juan de Garay-1580)”.
Desde aquel entonces las apetencias costeras obligaban a reglamentar la distribución de su propiedad. El arcaico castellano de la época no impide interpretar claramente el sentido social que impone a la costa su padre fundador.
Tanto despliegue acredita unos días de descanso en… ¡Mar del Plata! La bitácora de Garay denuncia un viajecito exploratorio, meses después, hasta el que hoy se denomina Cabo Corrientes.
Ya en 1769 tras la edificación de la Parroquia de Nuestra Señora de Monserrat, puede decirse que una fracción de aquella primitiva Ciudad de la Trinidad se ha erigido barrio. Lo siguen San Telmo, Recoleta, el barrio del Tambor –aquel barrio de los negros que no subsistiría en un ordenamiento más contemporáneo–, el casco antiguo, los barrios parroquiales, Almagro, San Cristóbal, Palermo, Balvanera y demás, que quedan incorporados a la definitiva delimitación que adquiere la ciudad federalizada como Capital en 1887, cuando los municipios de Flores y Belgrano son absorbidos por la nueva traza. Ahí caen en la volteada otros de extramuros como Caballito, con hito bautismal y crecimiento acorde al ferrocarril del Oeste.
Los barrios –de tan dispar origen y crecimiento– comienzan a superponerse y reclamar derechos de patria chica acorde a fundados o infundados orígenes. ¿Quién le puede negar a Flores sus derechos nativos de hace 200 y pico de años asentados en la creación del curato del mismo nombre? ¿O a Caballito su ligazón con aquel caballito de latón de la pulpería de 1821? ¿Y dónde se incluyen las disputas vecinales con los límites parroquiales o cívicos?
Hay un barrio, como el nuestro, cuyo nombre está ligado a una avenida de la ciudad bautizada el 6 de marzo de 1882 como Boedo (1) –cuando aún era una zona semi-rural que rodeaba al rebautizado “Camino de los huesos”.
Hace cincuenta y tres años, para ser precisos, a las autoridades de la ciudad se les ocurrió que había que abandonar los zaguanes de la historia y formalizar una circunstancia vigente de hecho: la divisoria barrial. Y nada mejor que la fecha fundacional del 11 de junio para labrar las actas. Así que, previa fundamentación, rubricaron los límites que cuatro años más tarde –1972– tendrían algún retoque y sanción definitiva.
¡Y había que fundamentar para acordar alambradas! Porque el despliegue de las patrias chicas barriales no era escaso. Hurgar y decidir sobre las chapas fundacionales, culturales y hasta deportivas que justificaran un límite barrial fue la ecléctica tarea que debieron asumir los legisladores. El discurso previo al articulado revela las dimensiones de las amistosas, y a veces no tanto, controversias “aduaneras”.
Buenos Aires, 11 de junio de 1968.
CONSIDERANDO:
Que la Ciudad de Buenos Aires, fundada por Don Juan de Garay el 11 de junio de 1580, ha ido creciendo sin tregua y sin pausa […]
Que, dentro de su dilatada extensión, se han constituido núcleos ciudadanos […]
Que estos barrios ostentan nombres que los distinguen y precisan su ubicación en el vasto ámbito capitalino, que ningún porteño desconoce, a pesar de tratarse de denominaciones fundadas en el uso, la costumbre o la identificación con la parroquia, o con algún edificio notable, o ser recuerdo de la “villa” inicial incorporada en el decurso del tiempo a la ciudad creciente;
Que, no obstante, los barrios porteños carecen de límites exactos, por cuanto se han formado en torno a núcleos primitivos cuyos epicentros, si bien tienen casi siempre características definidas, con su vida propia y sus actividades sociales, culturales, comerciales o industriales peculiares, al expandirse se confunden con los barrios vecinos estableciéndose zonas marginales indecisas;
Que se estima oportuno determinar los límites de los distintos barrios que componen la ciudad a fin de precisar la esfera de acción de las entidades constituidas en ellos, promover el desarrollo de la acción comunitaria en beneficio del progreso y afirmar la perdurabilidad de los nombres caros al espíritu y las tradiciones de la población;
Por todo ello; en uso de las facultades acordadas por la ley 16.897 (B. M. 12.857);
El Intendente Municipal, SANCIONA Y PROMULGA CON FUERZA DE ORDENANZA:
Artículo 1º – Establécese que los barrios que integran la Ciudad de Buenos Aires están comprendidos entre las avenidas y calles que se detallan a continuación:
[…] BOEDO: Av. Loria, Av. Caseros, Av. La Plata, Av. Independencia.
[…] Art. 2º – La presente ordenanza será refrendada por los Secretarios de Obras Públicas y Urbanismo y de Cultura y Acción Social.
Art. 3º – Dése […]
IRICIBAR. – Roberto J. Vernengo – Máximo A. Vázquez Llona. (2)
¿Pero cómo: entonces el Grupo Boedo, los poemas de Manzi y de Centeya, de qué barrio hablaban? El concepto de pertenencia que “barrio” pone en juego, responde más a un análisis sociológico que geográfico. La divisoria del 68/72 se ocupó más de este último que del primero.
¿Y cómo era ese Boedo sín límites demarcados anterior a junio del 68?
El Viejo Gasómetro vibraba con los Matadores cuya pertenencia a Boedo se gritaba como nunca antes.
Se cumplían veinte años del estreno de “Sur” de Manzi y Troilo.
Ese “reparto” de lo que consideramos nuestro terruño comenzó a tener polos reconocibles en ambiguos términos tales como “alrededores de” o “la zona de Boedo”; y hasta algún osado se animó con la palabreja: “barrio”, saliendo de la velada alusión en la que no quedaba claro si se refería a una avenida o a la zona. Todavía hay quienes discuten si Manzi escribió “San Juan y Boedo antigua” –por la avenida– o “antiguo” –por un barrio aún en ciernes–. La polémica fue dilucidada por Acho, el hijo de Homero, recién en diciembre de 2000, cuando compiló en “Sur, barrio de tango” (3) toda la obra de su padre y trascribió “San Juan y Boedo antigua…” (4) como puño y letra de un Homero de calificativos poéticos atentos que no descartaban la precisión por atender al perfume.
Cierto es que la proyección hacia la primera plana la brindó, indudablemente, la irrupción del Grupo Boedo –o de Boedo como dirían los fanáticos del zonalismo– y su controversia con los de Florida. Siendo ésta una calle, hay razones para suponer que la otra alusión –Boedo– era para la avenida.
El otro polo, que planteaba un límite insoslayable para futuros delimitadores fue el Gasómetro de Av. La Plata. Cuando en la madrugada del siglo XX el tono altisonante del Carbuña Monti imponía: “San Lorenzo, sí, pero que se aclare: de Almagro”, definía una identidad barrial efímera –pero “identidad barrial” al fin– del lugar de origen que sólo quedó en las actas fundacionales y en el nombre oficial de la institución.
Ya en las primitivas reuniones del “Dante” tenía vigencia el mote de Gauchos de Boedo, afincando la pertenencia barrial, para culminar la rúbrica con el visceral ¡Sí, sí, señores, yo soy de Boedo! ¡Soy de Boedo de corazón!
Y los Artistas del Pueblo, la Universidad Popular de Boedo, la Peña Pacha-Camac, el Corso de Boedo; una enumeración que pecaría de taxativa si no advirtiéramos que se alude a las de mayor conocimiento público prescindiendo, por razones de espacio, de un listado más completo.
Boedo: un barrio de estirpe, con identidad desde las primitivas épocas de indocumentado, ya es un adulto que, atravesado el medio siglo, está cumpliendo 53 años desde que le entregaron los papeles.
Mario Bellocchio
(1). “Boedo es el único barrio de la ciudad de Buenos Aires que toma su nombre en relación a una avenida específica. La Avenida Boedo lleva su nombre en honor al Dr. Mariano Joaquín Boedo desde el año 1882. El Dr. Boedo fue un brillante abogado salteño que nació en el año 1782 y fue diputado de su provincia. Dedicó su vida a la causa de la Independencia y fue signatario del Acta de la Independencia Nacional. Por su desempeño se lo nombró vicepresidente del Congreso de Tucumán. En el año 1817 se lo elige como presidente del mismo y fallece dos años más tarde, con tan sólo 37 años. (Info Wikipedia).
(2). Ordenanza Nº 23.698 del 25/6/1968, Boletin municipal de la Ciudad de Buenos Aires Nº 13.336, pág. 7428.
(3). Manzi, Homero; “Sur, barrio de tango (letras para los hombres)”; selección, presentación y notas Acho Manzi; Corregidor; Buenos Aires 2000.
(4). Pág. 388 de la citada obra.