¡Capitolio: la caída de un símbolo!

Muestrario de hechos verídicos, otra mirada sobre los tiempos presentes para los habitantes del futuro. Por José Muchnik
CRÓNICAS POÉTICAS DEL TERCER MILENIO

Enero 2021

Paseándome en los comienzos del tercer milenio, a la altura del 6 de enero del año 2021, no pensaba encontrarme con semejante imagen, quedará grabada sin duda en la retina de una época. Una imagen es mucho más que una imagen, como la del incendio de Roma, premonitoria de la caída del imperio. El mejor dramaturgo no habría concebido esa puesta en escena, grupos de bárbaros escalando muros del Capitolio, rompiendo puertas y ventanas para entrar en el sagrado recinto, tomándose selfies bajo la cúpula central mientras los fundadores de la patria los observaban atónitos desde sus pedestales. Un energúmeno con casco, cuernos de búfalo, rostro tricolor, ganó el primer rol y una merecida entrada a la posteridad por la puerta trasera. Desde la edad de hierro, cuando el crisol llega al rojo vivo las basuras remontan, burbujean en la superficie, se hacen visibles las escorias, así sucedió siempre con la fundición de metales, así sucede durante las grandes crisis sociales, así remontó la horda en USA el 6 de enero 2021. Por eso estimados habitantes del futuro, el autor de estas crónicas estima que hay que retener esta fecha. La invasión del Capitolio de Washington representa el resquebrajamiento de un símbolo y de los valores que ese símbolo representa. Hay que estar atentos, las escorias siguen burbujeando, tienen un caldo de cultivo favorable.

Continuando mi paseo en estos tiempos turbios, me preguntaba ¿Y ahora qué?, el símbolo de la caída se difundió a la velocidad de la luz, el estado caótico del mundo anuncia días dolorosos ¿Qué saldrá de los escombros de esta civilización?¿Qué hacer para un futuro más humano? Caminaba sin rumbo entre tristeza y descreimiento, cuando escuché un viejo proverbio “En el principio era la palabra”. Fue como una iluminación, así está inscripto en la Génesis de la Biblia, en los papiros que un día devinieron libros por los siglos de los siglos, Amén. Para crear el mundo, para que la luz se distinga de las tinieblas, para que pájaros sean pájaros, mujeres y hombres sean mujeres y hombres, había que nombrarlos, había que tener palabras para distinguirlos. Cada palabra es mucho más que una palabra, es una historia sobre las maneras de nombrar el mundo, y las maneras de nombrar el mundo son fundamentales para designar el futuro que deseamos, menos injusto y egoísta, más fraterno y solidario.

“En el principio era la palabra”, Caput (cabeza en latín) comenzó a resonar, de ahí proviene Capitolio, no es casualidad “el pescado por la cabeza se pudre”, los dichos chinos encierran una gran sabiduría ¿Qué pasará si el país cabeza de la democracia comienza a pudrirse? Caput sembró sonidos y sentidos que recorren la historia, palabras que constituyen nuestro pan cotidiano: “Capitán”, de un barco, equipo de fútbol o pelotón de fusilamiento…,  todos están a la cabeza; “capitulación” de aves, árboles o ballenas…, “capitulan” frente a las topadoras de intereses financieros. También “capital” en todos sus sentidos y dimensiones, desde la “ciudad cabeza”, la pena que quita la vida, con inyecciones letales o guillotinas, hasta el “capital” acumulado en paraísos fiscales o modestas alcancías. Así llegamos a “capitalismo”, palabra clave, palabra que nombra el sistema económico–político que está a la cabeza, caput siempre caput. Capitalismo, el ídolo venerado posee un apetito insaciable, consumió y sigue consumiendo vidas, las pone a su servicio, impone sacrificios, la gente muere rindiéndole culto al gran Moloch; consumió y sigue consumiendo la madre tierra, la explotó para optimizar beneficios y bursátiles cotizaciones , consumió ríos y mares, selvas y aire… La sociedad de consumo está terminando por consumirse a sí misma…

¿Y ahora qué? ¿Después del Capitalismo qué?…

¡¿Qué hacer hermanos?! ¡¿Qué hacer con la humanidad en quiebra?! ¿Dónde ir? Si caminos conducen al abismo. ¿Qué decir? Si belleza yace acribillada en la acequia ¿Cómo pensar? Si marea de palabras secas sofoca ideas frescas. Será difícil, ningún cambio político podrá salvarnos del desastre, será necesario un cambio ético profundo, un cambio de los valores que guían nuestro comportamiento y nuestras vidas. Ya probamos revoluciones comunistas con ideas nobles y los mismos egoísmos en el poder, tampoco sirvió. El capitalismo se está agotando, vestido como sea, de magnate yanqui o de mandarín chino, está mostrando sus límites, la caída será dura, estamos todos en el mismo barco. ¿Desarmar el edificio antes de que sea tarde o no hacer nada hasta su derrumbe estrepitoso? Algo falló, de eso no cabe dudas, parecería lógico recomenzar por el principio, más bien por los principios, la ética, los valores que estructuran las fundaciones. No es un problema nuevo, hay mucho escrito sobre el tema, entre otras cosas las tablas de la ley. Por algo los hombres consideraron necesario grabar en la piedra algunos preceptos elementales: No matarás, no robarás, respetarás a tu padre y a tu madre… ¿Por qué no respetamos esos preceptos elementales? Tampoco respetamos los principios de declaraciones fundacionales de la humanidad como la “Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano de 1789” de la Asamblea constituyente francesa o la “Declaración universal de los derechos humanos” de 1948  de las Naciones Unidas. ¿No está estipulado acaso en su art. 1º que “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y [] deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”? ¿No está estipulado en su art.3º que “Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”¿Entonces?… Los inmigrantes que se ahogan diariamente en el Mediterráneo pues la civilizada Europa les impide el acceso ¿No son humanos?

Tal vez habría que utilizar otra pedagogía, en vez de declaraciones solemnes partir de preguntas sencillas, con un toque irónico para suavizarlas. Por ejemplo “De un negro brota sangre roja, de un blanco brota sangre roja. ¿Qué sangre brota de un racista?” o “Después de tantas guerras en este mundo ¿Alguien sabe quién ganó?” ¡Tantas preguntas se podrían formular! “La felicidad ¿Puede comprarse como el chocolate? El chocolate ¿Se derrite como la felicidad?” “¿Por dónde empezar? ¿Por sanear almas o finanzas?”. Josecito ¿Se te quemaron los fusibles? Estás rompiendo el record de tonterías, la gente es así y seguirá siendo así ¿O pensás que un poeta boedónico va a cambiar al mundo? Tenés razón Mario, pero no me resigno, si uno no cultiva la esperanza, no cree que un futuro humano, solidario y fraterno, es posible ¿Para qué vivir? Diría más aún, hay que creer en milagros, no hablo de cosas fantásticas, hablo de nuestra capacidad de asombro. Milagro  del latín miraculum, de mirari, admirar contemplar con asombro. Un arco iris, un eclipse, una estrella fugaz…, escapaban al conocimiento de los antiguos, eran milagros para ellos. Hoy ya nada nos produce asombro, caminamos sobre la luna, estamos programando un viaje a Marte y con nuestros pequeños teléfonos celulares pedimos un asado a punto a la hora convenida en la puerta de casa. Tanto conocimiento acabó con nuestra capacidad de asombro. Sin embargo seguimos viviendo en un mundo milagroso, debemos reconquistar el asombro, detenernos frente a las maravillas de la vida, frente a un niño elevando castillos de arena, frente al cangrejo que surge inesperado, frente a la luz del atardecer en una copa de vino, frente a un soldado llorando con un clavel en la boca.

Todavía es posible, pese a los bárbaros que invaden el Capitolio, queman el Amazonas, explotan o matan a sus prójimos. La humanidad todavía es posible.

 

(N. de la R.) Mi entrañable amigo Josecito creó un personaje gruñón y pragmático que permanentemente le reprocha su lirismo y lo insta a bajarse de la nube poética, un tal Mario que hace 20 años que “vuela” con este periódico barrial y lo provoca para que sus agudas observaciones de este caos universal continúen sintiendo que tienen en Desde Boedo un propalador orgulloso de darles cobijo. Mario Bellocchio

 

 

 

 

 

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