Discurso hegemónico y lengua de medios. ¿Crimen perfecto?

Discurso hegemónico y lengua de medios. ¿Crimen perfecto?

Por Gustavo Gálligo    

 

En Latinoamérica el poder corporativo va por el restablecimiento del modelo neoliberal. Intenta desestabilizar a gobiernos populares a fin de estar a tono con el mundo globalizado, injusto, desigual, violento y desquiciado. Es que en la última década han soplado otros vientos por estas latitudes, de ahí que ahora la derecha –y sus cómplices de toda laya– propicie volver al capitalismo salvaje. Estaban al acecho, han pasado a la ofensiva, siendo los medios hegemónicos el ariete de una gran embestida que, distorsionando la realidad, fabrica y modela subjetividades con un mensaje sustentado en la antipolítica.

Se presenta un mundo virtual que oculta las miserias e injusticias del mundo real, se crea un universo ficticio en donde abreva el “sentido común”. Voceros profesionales cumplen su cometido: “que la gente diga y haga lo que sus mandantes quieren”. La cuestión adquiere entidad dado el crecimiento exponencial de la “lengua de medios”, que modifica los conceptos, construye formas de ser, hacer y pensar, con la determinación de expandir el individualismo más exacerbado, sumado a la desaprensión o el recelo por ideas u acciones orientadas a modificar la desigualdad social. Consecuentemente, lo sagrado y lo profano, el cuerpo y el espíritu, lo viejo y lo nuevo, el arte y la naturaleza, la justicia y la injusticia, pierden su razón de ser, quedan degradados en un juego imaginario que remata en un zócalo donde reza “no se les ocurra pensar”.

Es que pareciera que se ha abandonado la pasión por pensar y trasmitir, pues las formas son nuevas y el dilema es viejo. Lo rememora Juan Forn en sus portentosas recopilaciones. Hace casi un siglo, cuando Viena era el Olimpo y Babilonia, el genial Peter Altenberg decía: “Quien me entiende, se entiende a sí mismo”; un gran escritor, el ígneo Kart Kraus, supo reconocer que: “Nos abría los oídos de tal forma que después no se podía dejar de escuchar”, y en Praga, el mismísimo Kafka, inspirado en La Antorcha, escribía en su diario: “Fue un gran pensador que vivió la noche bajo la luz de los faroles a gas y vendiendo sus metáforas, pescaba los esplendores del mundo como colillas de cigarrillos en pocillos de café”. Es bueno repasar estas historias, sobre todo en un tiempo cuando los pesimistas coligen que se ha consumado el crimen perfecto de la sociedad, que se fabrica en serie sujetos masificados, vulnerables y teledirigidos.

Esta visión, analizada desde lo ontológico, supone que el universo mediático contraviene sin retorno los principios humanitarios, que se ha logrado aniquilar la conciencia social y generar la pérdida de la singularidad, lo que hace a cada uno de nosotros lo que somos, seres irrepetibles. Advierten que el mundo capitalista aplica a la persona la misma lógica de circulación de la mercancía que fluye en la feria, la convierte en mero objeto maleable y volátil. Negando al sujeto no hay bien común. Los resignados consideran que es inmodificable, que es una causa perdida y que el poder se ha apropiado de nuestra existencia. Pero existe otra visión que, si bien admite la entidad del fenómeno, propugna asumir este desafío como una parte de la gran batalla cultural que vienen dando filósofos, pensadores, escritores, periodistas, artistas, educadores, dirigentes políticos, gremialistas, agrupaciones y organizaciones libres del pueblo.

En el I Congreso de Comunicación Popular y en el II Congreso de Ciencias Sociales de América Latina –se llevaron a cabo en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad de La Plata- se pudo abordar esta temática. Hubo coincidencia en que coexisten núcleos centrales para comprender la comunicación social como hecho, derecho y disciplina para los pueblos; ello así, se deben desarrollar prácticas comunes y articular programas, sin olvidar que estamos inmersos en un mundo complejo cuya vertiginosidad genera transformaciones que, a veces, corren de una manera más veloz que las reflexiones, poniendo en tensión ciertas lógicas de producción de los conocimientos enquistadas como correlato de la implementación de las políticas neoliberales. En igual sentido, la Universidad de Ciencias Sociales de la UBA acaba de lanzar el primer videoartículo referido al “fenómeno televisivo”, cargado en la Revista Visual HD (que ha tenido su base de operaciones en la Facultad de Sociología) y con amplia circulación en redes sociales –a tal fin ya se han creado dos cuentas-, para que gente de distintas edades se relacione con  las nuevas tecnologías sin perder sus antiguos hábitos analógicos y se introduzca en el debate acerca de una problemática relevante.

Asimismo, Michael Harris, en su alegato “Reclamando lo que hemos perdido en un mundo de conexiones constantes”, dice: “He dejado el periodismo harto de que lo hayan convertido en una mera creación de contenidos”; y recuperada la capacidad de pensar, de decidir por uno mismo, a la vez descubre que: “Hay vida después de conectarnos a la Red”. Es también posible desembarazarse de la “ideología del SET”, admirablemente definida por nuestro Horacio González: “Se trata de un territorio ilusorio, donde el tiempo se da de manera evanescente y se sostiene con un juego dramático de reglas que a todo televidente le parecen obvias. Pero no lo son. Son los soportes cifrados que convierten la expresión SET en una medida moral, en una cápsula de investigación de vidas con un enorme poder sancionatorio. Un tribunal que imparte justicia rápida, proporciona breviarios morales y propone la palabra escándalo para diseminarla sin límites; a partir de un astuto doblez, la ideología del SET se aproxima al despeñadero de la demagogia, a la alucinación de los vanidosos y a los embrujos de utilería”.

Lo dicho está emparentado con el obrar de los sectores dominantes y de los grupos que se mueven bajo su influencia. Generalmente, para tapar las complicidades del pasado, distorsionan la historia, más apropiadamente, sus tristes e inconfesables historias. Así es que la Unión Industrial Argentina (UIA) y la Sociedad Rural Argentina (SRA) han rechazado la creación de una Comisión Bicameral que investigue la complicidad de grupos económicos con el terrorismo de estado, ello pese a que en el Congreso de la Nación se recibieron testimonios sobre desaparición de integrantes de Comisiones Internas de Acindar, Ledesma, Techint, Mercedes Benz, Ford, la Nueva Provincia de Bahía Blanca y de la Ligas Agrarias del Noreste. En igual sentido y con las mismas intenciones, los grandes medios presentan al “Clan Puccio” como una manifestación aislada de sadismo y perversión, una descarnada visión de locura homicida que súbitamente se apoderó del personaje central, como si fuese un hecho totalmente alejado del contexto de una época que, digámoslo, tanto el film como la serie televisiva muestran sin ocultamientos; es que los grandes medios tratan de separar -o al menos amortiguar- la responsabilidad que le cupo a ellos y al sector social que convalidó a la dictadura militar, en el caso, buscan mitigar que esta “familia tipo” exhibe los “valores” de otras de igual pelaje que frecuentaban ambientes comunes.

Agudizando el análisis, colocar de frente y de perfil a los grupos que otrora fueron los acomodados del “proceso”, recrear cómo pensaban y cómo actuaban al producirse el retorno a la democracia. Más claro. Sectores sociales que en muchos aspectos todavía hoy siguen en la misma; pululan, insultan, envenenan redes sociales, de tanto en tanto “cacerolean”, en prieta síntesis, el “medio pelo” urbano que tan acabadamente  representa, expresa y refleja en esencia la inefable Mirtha Legrand, la que muy suelta de lengua exclama una y otra vez: Este gobierno es una dictadura. Paradójicamente, la veterana “señora” de los almuerzos, en aquel tiempo que asolaba el terror, supo ser una gentil y habitual anfitriona de Videla y Massera, como de otros genocidas que fueron sus invitados. No cabe la menor duda, quienes antes fueron mano de obra “ocupada” por una siniestra dictadura ahora son funcionales al sistema corporativo “formando” opinión.

Citemos otro ejemplo que patentiza la distorsión en que incurren los grandes medios. En el año 1973, cuando regresaba de Vietnam, Fidel Castro respondiendo en rueda de prensa al famoso periodista Brian Davis, expresó: Estados Unidos dialogará con Cuba cuando tenga  un presidente negro y haya un papa latinoamericano. Su asombrosa premonición se robustece aún más cuando las autoridades cubanas reconocen: Es muy importante lo que viene haciendo el Papa como pastor universal de la Iglesia, en la búsqueda de la reconciliación y la paz entre todos los pueblos de la tierra. Ha venido denunciado el tráfico de armas y los intereses internacionales involucrados en este comercio, diciendo que están manchados con sangre de inocentes. Y refiriendo a la crisis migratoria: Es la punta del iceberg, debajo de eso está la causa, un sistema socio-económico malo, injusto, que ha olvidado que el centro debe ser la persona. Para ganar dinero se ha desplazado al hombre del centro y se ha desembocado en un sistema corrupto, con esclavitud, trabajo esclavo y descuido de la creación. Hay que volver a dotar a la persona de una dignidad trascendente. Tender a la globalización de la solidaridad. Porque la inequidad, la injusta distribución de las riquezas y de los recursos, es fuente de conflictos y de violencia entre los pueblos.

La presencia del Pontífice en Cuba, como previo paso por el Capitolio norteamericano y la Asamblea de las Naciones Unidas, donde expresó: “El sistema financiero internacional impone una sumisión asfixiante que produce pobreza, exclusión y dependencia”, adquiere significación para agnósticos y creyentes. La reacción conservadora continental se ha puesto en guardia contra un Papa que cuestiona el modelo neoliberal y aplica un discurso opuesto a los postulados de derecha; advierten el peligro que ello implica en el continente con mayor cantidad de feligreses católicos; y en la Argentina, los medios dominantes desde hace bastante tiempo vienen siendo refractarios y encuentran eco en las expresiones PROsaicas, que ahora le profesan al sumo pontífice un profundo desprecio ideológico; es que ni en sus peores pesadillas se imaginaron este cuadro de situación. El Papa lo sabe y los vincula directamente con la desinformación mediática: “Cuando hablo de la pobreza me dicen que soy un santo, cuando hablo de las causas que engendran la pobreza me dicen que soy comunista”.

Va de suyo, entonces, el problema existe, enfrentarlo está en línea con el afán de construir un hombre nuevo, capaz de dignificarse a sí mismo conjugando el ideal de libertad con la solidaridad. Ahí están  los que cada día construyen la lengua de la resistencia, que se eleva como nuestra propia voz para recuperar el sentido de la palabra. Por cierto, también significa reconocer sin ambages que se hace política en su más excelsa y cabal expresión, orientada a renovar los sueños de justicia que se sustentan en verdades relativas, tarea colectiva que nos aleja de la “crispación” prefabricada. Es el camino para correr el velo del mundo virtual que nos quieren imponer.

 

 

 

 

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