35 años de La Placita

La Asociación Civil de Vecinos Florentino Ameghino, (AVEFA) “La Placita de Independencia” o “La Placita de los Vecinos”. Independencia 4264 – Por Mario Bellocchio
. 35 años-1985-28 de septiembre-2020.
El terreno recién desmalezado en 1982

En 1981, hace casi cuarenta años, en el lugar que hoy ocupa “La placita”, se situaba la Escuela Florentino Ameghino. Dado el avanzado estado de deterioro de su edificio las autoridades deciden trasladarla a avenida La Plata 623. Lo demuelen y simultáneamente expropian dos casas linderas, tan ruinosas como la propia escuela, y  las derriban para darle “rectangularidad” al terreno, ya que el de la escuela se ensanchaba en el fondo en forma de martillo. Momentáneamente el predio pasa a ser un baldío municipal desocupado y la precaria cerca no impide que se transforme en un basural peligroso.

Quien acarrea y entrega generosamente sus recuerdos es Oscar Dobal. Hace diez años, cuando la placita cumplía 25, Oscar vivía, medianera por medio con el emprendimiento, en el 4272 de Independencia. Oscar fue uno de los pioneros fundadores de AVEFA hace treinta y cinco años, uno de los de pico y pala en la época de la construcción. Escuchándolo da la sensación de que tiene un recuerdo sembrado en cada uno de los canteros del predio. Habla apasionadamente de su querida placita.

“En las primeras reuniones el objetivo era, por lo menos, lograr el prolijado del lugar”. De limpiezas y nuevos abandonos se llenan los cuatro primeros años, hasta que en 1985 deciden constituir una asociación civil sin fines de lucro a la que bautizan AVEFA (Asociación Civil de Vecinos Florentino Ameghino). Aquellas limpiezas de fin de semana terminan por torcer el brazo a los desaprensivos que seguían arrojando basura de lunes a viernes. “La Comisión Directiva de doce miembros, encabezada por Silvia Boeto, la primera presidenta, comienza a reunirse, en agosto de 1985, en el lugar fruto de sus esfuerzos y, casi de inmediato, pasan a sesionar en las instalaciones que les presta –a la vuelta, en Mármol 760– solidariamente el club Vedra.”Reciben oficialmente el predio en diciembre y en enero de 1986 comienzan a desmalezar y consiguen una motoniveladora para emparejar las abundantes irregularidades del terreno. Poco después presentan al Concejo Vecinal un plan de obra consensuado con el vecindario. Los arquitectos Manuel Sivano y Claudia Sigilli –integrantes de la comisión– instrumentan el proyecto aportando, inclusive, una maqueta de obra terminada. Así consiguen la legalización del emprendimiento, que incluye la delegación a Espacio Público del área que pertenecía a Educación. Y algún aporte de materiales al que deben agregar, impostergablemente, su mano de obra. “En una oportunidad en que uno de la comisión –Aldo Rossato– logró que 80 camiones de tierra” –cree Oscar que provenientes de la construcción del Mercado Central– depositaran su carga en el predio, fue necesario desparramar ese donativo en el terreno: “¡Fue una obra de constructores de pirámides!” rememora. “Y así se hace todo, con tozudez, en el tiempo que los mortales comunes usamos para el descanso: el fin de semana. El esfuerzo, visible desde el exterior, logra que se agreguen a la magra cuota social, a las rifas, a las colectas, numerosas adhesiones”.

“Algunas impensadas… Un día, en aquellos tiempos iniciales, se me acerca un viejito que nos ve trabajar en el terreno y me pregunta qué estamos haciendo. Le contesto que vamos a construir una pequeña plaza, entre los vecinos. Entonces me empieza a contar sus recuerdos de la escuela Ameghino, por la que, después, pasaron sus hijos y sus nietos. ¿Y con qué plata hacen todo esto? —me pregunta. —Y… pagamos una pequeña cuota de asociados, hacemos rifas, recibimos donaciones… —¿Y de cuanto es la cuota? —Dos pesos… —Bueno, quiero donar diez años de aportes, ¿puedo?”

 “Otras, aportes generosos como el de un vecino que donó una máquina nueva de cortar el césped cuando vio que la única herramienta para ese fin con que contaban era una vieja guadaña. Y el ingenio: como recaudar fondos con los choripanes, anunciándolos al tránsito de Independencia, desde tres cuadras antes, con grandes cartelones… Éxito total porque, inclusive, al detenerse los automovilistas por el sandwich, colaboran de diversas formas admirados por la obra vecinal”.

“En 1988 la inquietud se traslada a rehacer la vereda destrozada en las sucesivas demoliciones y camionadas de la obra. Una activa señora mayor –Sara Baamonde, por entonces la presidenta– es quien consigue la donación de los baldosones y el material necesarios. Pero una vereda de 130 metros cuadrados no es para aficionados. Y otra vez aparece, recurrente, la solidaridad. Roberto Varas Molina, albañil vecino de la zona, se ofrece a hacerla gratuitamente en un fin de semana, asistido por la ‘peonada’ de la Comisión”. Se suceden: el arenero y los juegos, la canchita de fútbol (Héctor Teruggi) y su posterior techado, la de bochas (Emilio John), el buffet, la calesita…

Y un vínculo con un querido personaje de Boedo: Héctor Amor González. Oscar recuerda su permanente aliento a la obra y le reconoce la autoría de la idea de instalar el mástil de “la placita”, lo que les valió un “reconocimiento oficial”.

A la hora de los nombres, Oscar atribuye a un bache de su memoria el injusto olvido de la lista completa de pioneros, “esos que se destacaron, sobre todo, por poner el lomo, sin otra compensación que la satisfacción de ver y disfrutar la tarea realizada”.

Durante 35 años la placita recorrió luces y sombras. Algunos, gratos recuerdos para los pioneros como “los bailes de Carnaval, los conciertos y el cine al aire libre, la zarzuela del Teatro Avenida, los campeonatos de bochas y la escuelita y torneos de fútbol infantil que permanecen en la actualidad.

Algunos no tanto como los vinculados a los tiempos pioneros y el desaliento que producía ver deshecha de lunes a viernes, por los desaprensivos de siempre, la ardua tarea del sábado. O algunos destrozos anónimos y el recordado y lamentado robo de la hermosa estatua de san Antonio que habían recibido en donación”, cuenta Oscar.

Otras situaciones como la vez que el Gobierno porteño quiso desalojarlos con la excusa de mala conducción del predio cuando en realidad querían echarlos para establecer el edificio del CGP5, en 2009. Y la última desavenencia, cuando hace un par de años, querían imponerle a la placita una reforma extrabarrial por medio de BA Elige desconociendo la opinión vecinal y a la Ley de Comunas. Finalmente el diferendo se pudo acordar y el espacio salió beneficiado.

La “Placita de los vecinos” queda en esa periferia de Boedo que no tiene habitualmente primera plana. Durante años fue el único espacio verde del barrio y hoy sigue siendo un cachito del verde barrial, el de más historia transcurrida.

Cuando sus pioneros comenzaron a poner el lomo en –1983– Alejandro Lerner escribía: Qué difícil se me hace / Cargar todo este equipaje / Se hace dura la subida al caminar…/ Todo a pulmón…

Y nada es casual.
 

 

 

 

 

 

 

 

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