Un caballito de latón

Hace 198 años una veleta cobraba vida en los “pagos de Requejo”. El pequeño flete criollo comenzaba a galopar los vientos fundacionales sin saber que iba a dar nombre a todo su entorno. Por Mario Bellocchio
Ilustración de autor desconocido sobre la primitiva pulpería

Cuando Nicola Villa entró a la herrería de la calle Venezuela –entre Perú y Bolívar– quedó fascinado con un caballito paticorto recortado en chapa que Monteagudo, dueño del establecimiento, exhibía en su stock de chucherías como original coronación de una veleta. Nicola inmediatamente la agregó a sus compras del día. El nuevo chiche quedó a la espera de ubicación hasta que, tiempo después, los restos de una vieja ballenera encallada frente al Paseo de la Alameda llegaron en carreta para complementar las instalaciones de la casa que Villa acababa de edificar en la esquina sudoeste del cruce con el Camino a San José de Flores (hoy Rivadavia –desde 1857– y Emilio Mitre –desde 1909–).

Es la etapa de instalación del predio que Nicolás Vila –con la traducción de nombre y apellido que le obligaron a hacer– terminaba de adquirir el 15 de febrero de 1821 a don Juan Antonio Ávalos: una hectárea circunscripta por las actuales Rivadavia, Emilio Mitre, Juan Bautista Alberdi y Víctor Martínez. Las tablas del viejo navío se convirtieron en cerca, y su mástil, al pie de los palenques de entrada, en adecuado pedestal para la veleta. Un acto simple, casi de coqueto decorativismo, pasó a ser fundacional. Desde ese momento todo parroquiano que se acercara al lugar comenzaría a recibir indicación de “a media legua del caballito”, “antes del caballito”…, enterrando para siempre la primitiva denominación de “pagos de Requejo”, tal el nombre del propietario de la hectárea contigua –hacia el oeste– desde 1799.

Aguafuerte de Pío Collivadino donde se advierte el cartel “Polvorín” (primitivo nombre de Emilio Mitre) sobre un lateral

La casa estaba formada por cuatro amplias habitaciones de techo embaldosado con la finalidad de ser utilizado como terraza. Una de ellas, la que formaba esquina, tenía acceso por ambas calles y resultó la elegida para las instalaciones de la pulpería y fonda, que comenzó a tener amplia actividad. Algunas destrezas de cocina de la Genova natal como los “ravioli” de los domingos –seguramente rellenos con borraja de cosecha propia– fueron sentando prestigio y atrayendo nuevos parroquianos. Ocho años después, en pleno auge del establecimiento, cuando ya el caballito se había constituido en referencia obligada, en un entrevero –nunca suficientemente aclarado– con un soldado de Lavalle, muere Nicolás Vila. Y tres años más tarde, en 1832, ante la imposibilidad de su viuda e hijo de seguir con la explotación del negocio se trasladan a la “quinta chica” ubicada en la hectárea contigua que había pertenecido a Requejo. Y la pionera pulpería cierra sus puertas.
Luis Naón, el nuevo propietario del local, decidió instalar un nuevo establecimiento en la esquina noroeste del cruce (hoy García Lorca –ex Cucha Cucha– y Rivadavia) y ahí fue a parar la veleta del caballito al galope corto de sus cortas patas.

Allá por 1856 la sucesión Naón donó parte de la propiedad a la Comisión del Ferrocarril Oeste. Y tal resultó la notoriedad que el lugar recibía por su veleta, que a la actual García Lorca se la conocía –extraoficialmente– como la calle del Caballito, una huella que servía de acceso a la nueva estación ferroviaria bautizada, en su honor, con el mismo nombre. Lo que era algo así como un mote de lugareños y referencia para viajeros, se transformó en una denominación oficial: estación Caballito.
Larga fue la existencia del distintivo animalito de chapa en esa esquina. Superó la muerte de su primitivo dueño, la sucesión y la posterior adquisición por un norteamericano de nombre Henry James Ropes, quien supo adicionar productos de ultramar a las variadas ofertas del establecimiento y transformó el lugar jerarquizándolo con nuevas construcciones y un magnífico parque que el caballito de la veleta disfrutó desde las alturas de su nueva ubicación. La viruela pudo con Mr. Ropes pero no con la veleta que perduró en esa esquina hasta su venta y demolición en 1887.

Del otro lado de Rivadavia, Manuel Domato observaba, desde las ventanas de su almacén, el trabajo de la piqueta cuando decidió que no permitiría que la –ya por entonces– famosa veleta fuera a parar al desván de algún corralón. Cruzó la calle y negoció la pertenencia regresando orgulloso con el trofeo que colocó en el techo de su establecimiento. La esquina sudeste del cruce, el almacén de Domato, pasó a ser la nueva “caballeriza” y un hito geográfico ya conocido ampliamente. Allí perduró el caballito hasta 1925, en sus últimos años rodeado por una corola de luces que le daban marco y lo destacaban en las noches.

El caballito sobre el almacén de Domato a comienzos del siglo XX

Ya lejos de aquel encantamiento inicial de Vila sobre el pequeño trabajo de herrería artesanal, el caballito comenzó su etapa de honras en el Museo de Luján. Enrique Udaondo inició la gestión y la familia Domato entregó el célebre pingo al museo en carácter de donación. Ahí le apareció un clon que recordó durante años las glorias de su hermano auténtico –coronando la esquina de su última ubicación, la sudeste– hasta que el edificio de planta baja de Emilio Mitre y Rivadavia fue sustituido por los pisos actuales. Y otra réplica, ésta salida de las hábiles manos del escultor Luis Perlotti, que, como en sus orígenes, engalana la punta de un mástil, esta vez en la plaza Primera Junta, donde aun se conserva.

Mientras tanto, el auténtico recorte de latón, el impensado causante del nombre del barrio más céntrico* de la Capital, sigue al resguardo de los muros de Luján. Un amago de galope hacia el Mercado del Progreso no tuvo rienda suficiente. El retorno al barrio parece que aguarda los 200 años –2021– para alojarse en el Museo Perlotti. Allí, cerca del lugar donde comenzó a señalar los vientos, el célebre caballito podría pialarse al definitivo palenque del recuerdo.
Mario Bellocchio

(*) En la calle Avellaneda 1023 una placa anuncia: Municipalidad de Buenos Aires, Dirección General de Catastro. En esta parcela N° 14 de la manzana 9, sección 45, circunscripción 7, se halla el centro geométrico de la ciudad.

Caballito: nombre dado por Ordenanza N° 26.607 B.M. 14.288 del 4 de mayo de 1972.
Día del Barrio: Ley 950 de la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires: institúyase el día 15 de febrero de cada año como Día del Barrio de Caballito, en conmemoración de la fecha en que se compró el predio que dio origen a la “Pulpería del caballito”.
Límites: Ordenanza N° 23.698 del 11 de junio de 1968 completada por la Ordenanza Nº 26.607 de 1972: se conforma el territorio que llevará el nombre de Caballito, fijándose los siguientes límites: Río de Janeiro, Av. Rivadavia, Av. La Plata, Av. Directorio, Curapaligüe, Av. Tte. Gral. Donato Alvarez, Av. Juan B. Justo, Av. San Martín y Av. Angel Gallardo.
Superficie 6,8 km2). Densidad (habitantes/km2): 25.893,5. Población Total: 176.076 habitantes, 55,2 % mujeres, 44,8 % varones. Incremento de población desde el censo anterior (2001): 3,4 % (Fuente: Dirección General de Estadística y Censos, G.C.A.B.A., sobre la base de datos censales de 2010).

PUBLICACIONES CONSULTADAS:
Osvaldo C. Sidoli, El Barrio de la Veleta, H. Concejo Deliberante de la Ciudad de Bs. As., 1996.

Ángel Mazzei, Caballito, Fund. Bco. de Boston, Cuadernos del Águila, Bs. As., 1990.

Alberto G. PiñeiroLas calles de Bs. As., Inst. Histórico de la ciudad de Bs. As., Bs. As., 2003.

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