Son aquellas pequeñas cosas…

¡El negrito Picot! ¿Te acordás cuando era el terror de Carrizo? Mario Bellocchio

¡El negrito Picot! ¿Te acordás cuando era el terror de Carrizo? ¡Nada menos! El arquero de River considerado prácticamente invulnerable, tenía sin embargo un talón de Aquiles en San Lorenzo, Picot. No sé cuántos goles le habrá hecho el negrito al gran Amadeo, pero sentó fama a partir de uno que le hizo en el Viejo Gasómetro, con sombrero y todo. Y como dice el viejo refrán –”cría fama…”–, Picot no durmió y agitó recuerdos de un veterano cuervo que lo rescató de una formación de San Lorenzo c. 1953.

Por lo general las fotos viejas son un despertador de evocaciones que ayudan a la memoria, sin descartar que a veces a lo único que ayudan es a comprobar que las precisiones –un nombre, una fecha– se resisten al retorno y todo queda en un velo nostálgico, en un vago recuerdo de algo que entonces fue importante y hoy solo se presta a recrear tenuemente un momento del pasado feliz.

Las fotos viejas suelen deteriorarse perdiendo detalle en los brillos. A veces el mal lavado del papel dejó restos del hiposulfito fijador que con el tiempo corroe las sombras. Pero lo más común es el deterioro de quebraduras por doblado del papel fotográfico y la consecuente pérdida de detalles.

En la búsqueda de material de rescate aparecen viejas tomas cuya restauración vale la pena encarar, ya sea por su valor testimonial o simplemente porque su deterioro es salvable, trucos del Photoshop mediante.

Así me topé con una formación de la primera división de un equipo de San Lorenzo de mediados de la década de 1950. Una excelente foto muy deteriorada a la que dediqué tiempo de restauración, básicamente porque el material era bueno, pero sobre todo por los protagonistas que recuerdo y rogando comprensión por mi falta de memoria para otros.

Allá arriba a la izquierda asoma una vieja gloria del campeón de 1946: el señorial back Oscar Basso, en su retorno al club de sus primeros amores futboleros entre 1951 y 1954. Cuento con la anuencia de la pátina de mi mirada infantil que veía una elegante muralla personificada en el defensor. Está demás decir que esta formación no es la de un conjunto campeón sino un circunstancial armado de la segunda sequía de trece temporadas sin título –1933/46, 1946/59– pero el primer flash del rescate se focalizó en el negrito Picot y en “tucu” Benavídez que que me agitaron la campanita del recuerdo.

Para seguir el viejo orden –de izquierda a derecha y de arriba a abajo– debo declarar pudorosamente mi ignorancia sobre el arquero y el defensor que tiene a su izquierda, mientras que advierto a Raúl Martina a su lado y, en primera instancia, creí descubrir a Norberto Schiro como vecino inmediato, para desilusionarme al comprobar que el citado defensor recién se incorporó al campeón del 59 por lo que mal podría haber jugado con Benavídez, por ejemplo, que partió en 1955, así que… De todos modos me rehabilito de inmediato con el reconocimiento a Roberto Resquín el half –”jas”, decíamos de entrecasa– traído para una eventual ausencia de Zubieta y que terminó ocupándose de las labores de Ángel Perucca, nada menos.

Debajo comienzo con un hueco del recuerdo, pero sigo con José Florio que venido de Lanús, convirtió 12 goles en 36 partidos, un promedio aceptable para aquellas carencias. Y a su lado el gran “Buenavida” Benavídez, Juan Armando, un exquisito con un pie de oro que nos deleitó entre el 51 y el 55 convirtiendo 68 goles en 131 encuentros. El tucumano era uno de la cofradía de la precisión antes que la velocidad, de ahí su apodo de “Buenavida” y finalizó su carrera en España donde permaneció en las canchas hasta 1962.

A su izquierda, el causante de este desvarío de la memoria, Ernesto Picot, que en la época de la foto debería tener unos 26 o 27 años.

Y la duda me toma del hombro a su lado, porque algunos detalles, a despecho del almanaque, me señalan al jugador como el recordado y cotizado half de San Lorenzo y la Selección Ángel Perucca aunque el calendario me arroje hacia alguien fisonómicamente parecido como el goleador Ángel Berni, una duda entre los ángeles. Sea uno de ellos u otro que no reconozco, el aludido se da el lujo de sostener por los hombros a Picot y al inefable Atilio Giuliano –ya kinesiólogo y calvo– aquel pelado que invariablemente corría por la línea de cal en la previa de los partidos de primera del Viejo Gasómetro, que mi viejo se encargaba de contarme de su pasado de entrenador del campeón de 1933 que también llegó a dirigir en 1934, 39, 40 y 48 totalizando 142 partidos en la conducción del primer equipo cuervo.

En Boedo veníamos del recuerdo de otro negro célebre como Petronhilo Do Brito, el brasilero causante de 31 movidas de piolines en los comienzos del profesionalismo que Picot se encargó de actualizar con sus míticas pepas a Carrizo. Yendo a los números, a fin de cuentas, Picot solo convirtió 10 goles en San Lorenzo, claro que tres de ellos se los hizo a Carrizo. Y dos –los más recordados– en el ida y vuelta de 1954, cotejos en los que se impuso San Lorenzo figurando el Negro en el marcador y proyectándolo a la tapa de “El Gráfico”.

Un momento de la historia deportiva del club del barrio detenido para siempre en la fotografía con la salida del mítico pajarito que se alimenta con sales de bromuro y da vuelo a recuerdos de los tiempos en que todos los encuentros del torneo de primera división se jugaban los domingos a las tres de la tarde y te enterabas de cómo iban los demás sólo si comprabas el Alumni. Hasta que apareció la Spika.

 

PRECISIÓN DE DATOS:

  • Adolfo Res; El glorioso San Lorenzo; Edición del autor; CABA; 2008.
  • https://estadisticascasla.com/
  • https://mundoazulgrana.com.ar/sanlorenzo/

 

 

 

Aquellas pequeñas cosas

Joan Manuel Serrat

 

  • Uno se cree
  • Que nos mató el tiempo y la ausencia
  • Pero su tren
  • Vendió boleto de ida y vuelta

 

  • Son aquellas pequeñas cosas
  • Que nos dejó un tiempo de rosas
  • En un rincón, en un papel
  • O en un cajón

 

  • Como un ladrón
  • Te acechan detrás de la puerta
  • Te tienen tan a su merced
  • Como hojas muertas

 

  • Que el viento arrastra allá o aquí
  • Que te sonríen tristes y
  • Nos hacen que
  • Lloremos cuando nadie nos ve

 

 

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