Remontando

Massa logró superar a Milei por más de seis puntos y van al balotaje. Mario Bellocchio

Algo de la jornada de ayer domingo, cuando comenzaron a llegar las primeras certezas bastante antes de la hora prometida, me hizo acordar a una sensación que tuve en los comienzos de mi trabajo en televisión cuando llegamos a Pavón 2444 y nos hicimos cargo de que había que levantar una estación de televisión sobre esas ruinas soldando cable por cable, nada de champagne por haber conquistado la plaza. Laburo y más laburo. Y la alegría de hacerlo: alegría por la conquista y responsabilidad por la ardua tarea que había que emprender.

La alegría de Santoro que raspando sostiene en la “Ciudad Gótica del gorilaje” la expectativa de un balotaje restaurador y lo hace a pura enjundia, con coraje y planes de Gobierno.

Mientras tanto, en el velatorio del bunker de “Juntos”, los deudos despedían al difunto con sentidas palabras en una ¿última? manifestación de apoyo a la viuda que vomitaba sus “irrenunciables convicciones”. Las patéticas caras de circunstancias aderezadas con forzados y dosificados aplausitos se asemejaban más a una puesta de Gasalla que a un fin de fiesta partidario. La relegada candidata estuvo a punto de emitir un ¡Milei, te amo! en un vano intento de delegar sus objetivos de “destruir al kirchnerismo de una vez y para siempre”, pero no se animó a tanto. Le faltó la capelina negra con el velo de tul sobre los ojos y el cajón con el finado siempre presente, de todos modos, en el imaginario de los alicaídos habitantes del palco.

Kicillof, el gran artífice de la remontada, la tiene clara: “la campaña no terminó”. “La campaña termina cuando Sergio Massa sea el próximo presidente de la Argentina”. Porque uno todavía no se explica cómo el monstruo llegó hasta donde llegó. Cómo convenció con sus monstruosos argumentos. Y sin embargo ahí está, al acecho, a apenas seis puntos porcentuales, mucho más reducido de lo que se pronosticaba, pero ahí está, especulando con el resentimiento de la desplazada Bullrich y sus adherentes y tomando su posta de hacer desaparecer al kirchnerismo como si Massa lo representara. De acá a noviembre la inmovilidad a que puede inducir un triunfalismo exacerbado puede ser letal.

Hay que moverse para conservar lo conquistado y acrecentarlo para superar las seguras alianzas del crápula. Hay que laburar para destruir sus falsos argumentos –laburo que dio muy buenos réditos, de las “Paso” al presente– porque las asociaciones entre cúpulas se caen a pedazos si no se convence al que pone su sobre en la urna. No perder de vista que el cuarto es oscuro en la medida en que su intimidad propicia la reflexión del “¡me cago en las órdenes, yo voto a quien me parece!” que, como se sabe, es padre y madre de la remontada.

Un probable Massa con la lapicera puede estar lejos del Albertibio que conocemos, sin pandemia, sin sequía, sin guerras y con gasoducto. Pero va a depender de un Congreso con inevitables apoyos, ya definidas las bancas. Y, consciente de ello, propicia un gobierno de unidad nacional con “los mejores de cada fuerza política” y así “abrir una nueva etapa institucional en la política argentina”. “La grieta se murió y el 10 de diciembre empieza una nueva etapa en mi gobierno”, declaraba, agregando un “Sepan que no les voy a fallar” que no era “nesario” aunque tuvo el buen gusto de no acudir a un “defraudar” que habría resultado letal.

Al fin y al cabo “mejor que decir es hacer y mejor que prometer es realizar”.

 

Share via
Copy link
Powered by Social Snap