Otra derrota, esta vez en el clásico

Por Mario Bellocchio
Pasó el clásico más porteño. Clásico de vientos barriales. El Huracán vs. el Ciclón (esta vez una tenue brisa) y la “quemería” soplando fuerte arrasó a un cuervo alicaído y tambaleante que no encuentra el rumbo luego del prometedor comienzo gracias al cual todavía estamos ahí, no demasiado lejos y a mucho del final.

Lo cierto es que Pizzi apareció desorientado luego de la lesión del eterno “Colocha” y la venta de Senesi, pareja central que le daba las garantías mínimas requeridas para su fútbol de ataque –bastante cándido en defensa– y no acierta con una estructura vistosa como la inicial donde el, entonces, medio campo de lujo, propiciaba un juego atildado que le dio un comienzo de campeonato auspicioso.

Pero el clásico razonamiento de “la manta corta” le dejaba permanentemente destapados los pies y auguraba un futuro con nubarrones si no se corregía la propuesta con un mínimo de atención para la contención del rival. Boca fue un aviso que no se supo –o no se pudo– corregir como el cero-dos de Rosario Central finalizado en empate. Y se vino la noche con Central Córdoba de Santiago del Estero –goleada 1-4 de locales– un desastre.

Así llegamos al clásico barrial con la única expectativa del retorno de Coloccini para aportar algo más de seguridad a la defensa, pero con el escaso fútbol siempre presente en los retornos de las lesiónes. Y se notó en cómo le ganó en el salto Lucas Barrios en el primer gol del Globo.

Lo de Fernando Belluschi parece un ciclo que llega a su fin a estar de la pertinacia de sus bajas actuaciones no solo en las imprecisiones en los pases –con alguna genialidad aislada como excepción mostrando hilachas de lo que fue– sino también la ausencia casi completa de buena pegada. Sus tiros libres, corners incluidos, son de amateur.

Y Belluschi era (¿O es?) para Pizzi algo así como el eje rodeado de jugadores que el lugar común contemporáneo denomina “de buen pie”, pero con escasa vocación defensiva. O sea que el malón adversario se lo aguantan los centrales y el arquero. Y es muy difícil –casi excepcional– que la presión arriba se pueda sostener durante todo un encuentro. O sea, que cuando las energías se van desgastando puede suceder otra catástrofe como la de Central Córdoba.

Ayer, sin embargo, no fue esa la tónica. De movida Huracán se mandó con decisión y hambre en la búsqueda del partido salvador de sus bajas performances y la mejoría de su sepultador promedio.

Los argumentos tampoco eran para deslumbrar pero le bastaban sus marcas seguras en el fondo, un “Droopy” Gómez inspirado, la fortaleza y el hambre de Lucas Barrios ganando todas las que disputaba desde el minuto cero y la falta de imaginación para cambiar esas falencias durante 25 minutos, momento en el que el Droopy le puso una pelota a Barrios que le ganó en el salto a Colocha, cabezazo al piso y adentro.

El resto fue el toquecito preciso pero lateral de San Lorenzo. La posesión 64 a 36 da cuenta de que no solo se trata de tenerla sino de cómo usarla y cómo finalizar la jugada, y en eso se notó que la planificación no funcionó. El mellizo Ángel Romero no resolvió nada como 9 entre los centrales, según planeó y exigió Pizzi que, sobre los 20 finales, como manotazo de ahogado, intentó poblar de atacantes: Cerutti, Belluschi y Fértoli dejaron su lugar a Óscar Romero, Alexander Díaz y Adam Bareiro. Tarde piaste, diría mi tía, otra vez la manta corta, contragolpe, 2 a 0 y a cobrar.

Del árbitro hay algo para decir, no como lo quiso hacer Huracán haciéndose presente en el vestuario de Fernando Espinoza y su cuarteto a través de una “comisión” encabezada por su presidente Alejandro Miguel Nadur, en el entretiempo, un inadmisible apriete.

Los árbitros regresaron del descanso a los 18 minutos de haber terminado el primer tiempo ya con los jugadores en la cancha desde los 15.

Espinoza es un clásico “calienta partidos” llevado por sus errores que de tan evidentes hacen caer en la sospecha hasta al más calmo de los jugadores y a los hinchas. Ayer distribuyó generosamente una parva de tarjetas amarillas y entre otras joyas de menor valor, omitió sancionar un claro penal en favor de Huracán y, como opuesto, le concedió un gol en offside y la no expulsión, claramente observada por el árbitro, de Araujo por un alevoso codazo sobre Fértoli y del autor del segundo gol, Fernando Coniglio, por treparse al alambrado a festejarlo –se sanciona con amarilla y ya tenía una en su haber–.

En San Lorenzo no hubo ánimo ni cómo para el reclamo, tales las propias falencias.

Mientras tanto su director técnico parece no aportar soluciones al problema que enfrenta.

“Ni los jugadores ni yo nos identificamos con lo que sucedió en el campo de juego. Necesito respuestas de los jugadores para revertir esta situación, que es muy complicada. No encontramos, no tuvimos la mentalización (sic) que hay que tener para disputar, ni siquiera profesionalmente, este tipo de partidos

 

 

Huracán 2: Antonhy Silva; Carlos Araujo, Saúl Salcedo, Lucas Merolla y César Ibáñez; Norberto Briasco, Mauro Bogado, Mariano Barbieri y Juan Garro; Rodrigo Gómez; Lucas Barrios. DT: Néstor Apuzzo.

San Lorenzo 0: Nicolás Navarro; Gino Peruzzi, Fabricio Coloccini, Ramón Arias y Bruno Pittón; Mauro Pittón, Gerónimo Poblete y Fernando Belluschi; Ezequiel Cerutti, Ángel Romero y Héctor Fértoli. DT: Juan Antonio Pizzi.

Goles: PT: 25. Lucas Barrios (H). ST: 37m Fernando Coniglio (H).

Cancha: Huracán.

Árbitro: Fernando Espinoza.

 

 

 

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