Milei: ¿Mr. Hyde o Dr. Jekyll?

La Argentina se apresta en los próximos días a votar a un nuevo presidente. Fabián Mettler

Esta elección es distinta a todas las anteriores, no sólo por el nivel de violencia desgranado durante la campaña electoral, sino también porque uno de los contendientes –Javier Milei– reniega del sistema democrático que lo habilita a presentarse como candidato. ¡Vaya paradoja! Es la primera vez que ocurre esto. Sin embargo, no sorprende porque la derecha argentina siempre se llevó a las patadas con la democracia.

Pero no sólo éso, el candidato libertario  plantea además destruir el Estado aplicando un recorte brutal en sus cuentas presupuestarias. Justo en las arcas de este Estado maltrecho, golpeado por el endeudamiento, la pandemia y la sequía, del que hoy dependen millones de argentinos – no sólo los pobres–, y que si Javier Milei resultara electo claudicaría impotente ante sus obligaciones esenciales. Y lo más dramático de todo es que el rosario  de recortes, machiruleadas, negaciones y quimeras megalómanas no es una simple amenaza de un  candidato marginal, sino que tiene buenas chances de convertirse en política oficial a partir del 10 de diciembre. Justo en esa fecha simbólica cuando se cumplen cuarenta años de recuperación de la democracia. ¡Lindo homenaje!

¿Qué tan bajo se ha llegado para que un lunático que habla con perros muertos y que desconoce lo esencial del manejo del Estado pueda ser una opción política? Hay que reconocer de todos modos que Milei no es extraterrestre, aunque lo parezca, ni nació de un repollo. Es un producto local que se incubó al calor del fracaso del sistema político y de su incapacidad para procesar con éxito las demandas sociales. Es impensable que en una sociedad satisfecha, con índices de inflación, inseguridad y pobreza aceptables un desequilibrado con propuestas racistas, antiderechos, regresivas y violatorias de los DD.HH. pueda tener cabida.

El deterioro de la economía argentina, expresado en la inflación y en el déficit en divisas por la sequía y el criminal endeudamiento  y fuga pergeñado por Mauricio Macri, generó el caldo de cultivo para que el monstruo libertario pegue el “estirón”. Pero no sólo éso. También ayudaron los vientos “bolsonarotrumpistas”  que azotaron fuerte en la región –de los que Milei es un coletazo residual–, y, por supuesto, la inefable y desinteresada ayuda de los Fondos Buitre que  están financiando su campaña y que pretenden cobrar –ya lo ha dicho la jefa del Comando Sur– no en dinero, sino en especie. (Litio, oro, petróleo, gas, agua, etc.).

Pero hay otro condimento extra –ausente en EE.UU. y en Brasil–, que también da apoyatura al candidato libertario y que explica, en parte, su alto nivel de aceptación. Es el gorilismo supérstite de la clase media, fogoneado de modo artero por la prensa hegemónica. El odio al peronismo, actualizado a diario por los cagatintas  de Magnetto, bloquea la capacidad de raciocinio de un amplio sector  de la sociedad. Ese odio injustificado y obsoleto les nubla la “gusanera” a esos sectores, al punto de no distinguir entre un candidato normal, bien preparado y con propuestas coherentes y un candidato desquiciado, ignorante de los resortes del Estado y con propuestas desbocadas.

¿Nadie advierte, acaso, el parecido entre Javier Milei y Adolf Hitler? ¿Y si lo advierten, piensan votarlo igual? Si Milei es electo presidente, la República Argentina corre el riesgo de entronizar un nuevo Führer. En verdad un Führer sui generis, porque el parecido entre ambos se agota en el autoritarismo, la megalomanía y las propuestas descabelladas que comparten,  pero no alcanza a la vocación patriótica. El alemán era ultra nacionalista. Éste, su epígono local, un cipayo melenudo admirador de Margaret Thatcher y urgido por pagarle  al Fondo Monetario.

Un punto a favor del libertario. Todos saben que Javier Milei es hombre violento y con ideas horribles propias de un capitalismo pre-diluviano, con grandes defectos y quizá alguna oscura perversión. Sin embargo, hay que reconocerlo, el hombre tiene una virtud: es sincero. Cuando está a sus anchas en un medio periodístico amigo se despacha sin tapujos con sus “verdades”. Allí, míster Hyde descarga el vitriólico speech neoliberal sin filtros. (Aunque después, en un ámbito menos complaciente como un debate presidencial, deba retractarse). Esta sinceridad sin disfraces del auténtico Javier Milei, valiosa en algún aspecto, representa para sus votantes –si gana el balotaje– una severa limitación ya que ninguno de ellos podrá alegar, cuando encienda la motosierra, el clásico “Yo no sabía”, “A mí nadie me dijo”, “Yo no pensé que iba a hacer esto”. ¡Ajo y agua!

Javier Milei dijo todo lo que dijo, y más. Dijo que iba a recortar todos (pero todos) los subsidios. Dijo que iba a habilitar la libre portación de armas y el comercio de órganos. Dijo que iba a reventar el Banco Central, y que cuanto más alto esté el dólar mejor, así su plan de dolarización podría implementarse. Dijo que iba a cerrar el CONICET, el INCAA, privatizar las jubilaciones (volver a las A.F.J.P.), los clubes de fútbol y las empresas públicas (Y.P.F. incluida), “vaucherizar” la educación primaria y arancelar la universidad pública. Dijo, además, barbaridades y chabacanadas sobre la moneda nacional, las mujeres, el colectivo LGTB, el Papa, el rol del Estado, China, Brasil, el socialismo y la contaminación del ambiente, entre otros. Lo dijo y si resulta presidente lo va a poner en práctica. ¡Qué duda cabe! Porque además su plan coincide con el plan de su nuevo jefe ítalo-argentino que le va a “prestar” los funcionarios –a Milei, o llegado el caso a su Vice– para completar el saqueo que no pudo lograr al frustrarse su reelección en 2019.

¿Cuál es el verdadero Milei? El domingo pasado, en el debate presidencial, los argentinos conocieron una versión  empastillada del mismo personaje que desconcentrado por la tos de los asistentes –según su propia denuncia– no pudo hilvanar bien las ideas. Aquí, un Dr. Jekyll con sonrisa plástica y lengua trabada, intentó negar las declaraciones anteriores de su perversa contracara. No pudo hacerlo. Sergio Massa lo arrinconó a los trompazos verbales: “Javier, por sí o por no”. Cric, cric. Balbuceante y abrumado el Dr. Jekyll intentó desmentir a míster Hyde, pero no convenció a nadie. El  Milei del debate fue un burdo impostor. El verdadero es el que presentó sus propuestas ante la justicia electoral y el que se observa gritoneando en videos de Internet. Si el lector no cree, “chequee en Google” (Massa dixit).

El debate dejó expuesto, además, que Javier Milei es un chanta que desconoce de modo supino el funcionamiento del comercio internacional, que desde la antigua Roma se hace de país a país. Pero no sólo éso, también desconoce de modo alarmante las palancas operativas del Estado Nacional del que pretende ser –Dios no lo permita– el máximo responsable y Comandante en Jefe. El debate dejó también otra perlita que permite comprender la oscura psicología del personaje: Milei odia al Banco Central, no tanto por su rol de autoridad monetaria, sino porque en los 90’s no le renovó una pasantía. ¡Plop! Soberbio, violento, machirulo, ignorante, desequilibrado, retrógrado, cipayo, pro-Thatcher, egocéntrico, facho. Uno se pregunta, ¿cómo un tipo con esas condiciones llegó hasta acá?

Argentina se apresta en los próximos días a votar a un nuevo presidente. Esta elección es distinta a todas las anteriores porque se elige entre la normalidad y la locura. Entre tener un tipo preparado, dialoguista, que busca el consenso y la unidad nacional o un tipo desequilibrado, ignorante y que busca recortar todo y  hundir en el caos a la sociedad. La opción nunca estuvo tan clara. Se elige entre seguir el mismo rumbo buscando mejorar, o cambiar de rumbo hundiendo al país en la violencia, la hiperinflación y la pobreza. En esta elección no hay espacio para neutrales ni tibios. Si gana el libertario –este cronista descree de esa posibilidad–, el manantial de calamidades que se anuncia no detonará en diciembre, sino al otro día del balotaje cuando se desate la violentísima devaluación que ya se está preparando. Por eso, ante el riesgo cierto e inminente de que colapse el sistema democrático, la economía nacional  y los valores centrales de la argentinidad, es clave el triunfo de Sergio Massa. Un triunfo rotundo que permita  bloquear la denuncia de fraude pergeñada por los libertarios y que posibilite, además,  poner en marcha el país normal, inclusivo, pacífico, seguro y con justicia social que los argentinos y argentinas soñamos y nos merecemos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Share via
Copy link
Powered by Social Snap