Los idus de marzo

44 años antes de la llegada de Cristo, Julio César fue asesinado un 15 de marzo, día de los idus. Mario Bellocchio

El día de los idus era un día de suerte de cada mes que caía el día 15 en mayo, julio, octubre y, por supuesto, marzo (el resto de los meses correspondía al día 13). En aquellos tiempos de calendario romano el año comenzaba en Marzo honrando al dios de la guerra (Martius por Marte), lo seguía Aprilis: mes de apertura de flores (por la primavera, en el hemisferio norte), el tercer mes era Maius: mes de Maia, diosa de la abundancia, el cuarto Junius: mes de Juno, diosa del hogar y la familia, el quinto Quintilis, el sexto Sextilis, el séptimo September, el octavo October, el noveno November, el décimo December, el undécimo Januarius: mes de Jano, dios de los portales y finalmente el duodécimo, Februarius: mes de las hogueras purificatorias (februa).

Parece ser que a este muchacho Julio César, de larga trayectoria político militar, se le habían subido los humos dictatoriales desmedidamente. Tenía actitudes ampulosas con los animales, especialmente sus perros, a los que conducía junto a él en el ejército, por ejemplo, en la conquista de las Galias. Recibían entrenamiento como si fueran soldados. Algunos de estos “canis pugnacis” portaban un collar dentado que resaltaba su ferocidad. Dice Shakespeare en su “Julio César”: “Grita ¡Devastación! y suelta los perros de la guerra”.

Evidentemente los excesos políticos revestían mayor gravedad que esta espontánea canofilia, por lo que un grupo de senadores organizó una conspiración que pretendían llevar a cabo durante los idus de marzo para lo que convocaron a César al Foro bajo el pretexto de leerle una petición, escrita por ellos, con el fin de devolver el poder efectivo al Senado.

El grupo de conspiradores interceptó a César justo al pasar frente al Teatro de Pompeyo, donde se reunía la curia romana, y lo condujo a una habitación anexa al pórtico este, donde le entregaron la petición. “¿Qué clase de violencia es esta?”, exclamó César. A lo que Publio Servilio Casca extrajo un punzón que clavó en el cuello de César. Fue como la señal de inicio del ataque ya que todos se lanzaron sobre la víctima, incluido Marco Junio Bruto.

Julio César intentó salir del edificio* para pedir ayuda, pero, cegado por la sangre, tropezó y cayó. Los conspiradores continuaron con su agresión, mientras aquel yacía indefenso en las escaleras bajas del pórtico. De acuerdo con Eutropio y Suetonio, al menos sesenta senadores participaron en el magnicidio. César recibió veintitrés puñaladas, de las que, algunas, las suficientes, resultaron mortales.

Shakespeare inmortalizaría dramáticamente sus últimas palabras –“Julio César”, 1599–: “¿Tú también, Bruto?” aunque resulte más creíble la verdad histórica de Plutarco que lo describía cubriéndose la cabeza con la toga en un vano intento de protegerse del ataque con la vista clavada –incrédula– en Marco Junio Bruto.

Los soldados de la decimotercera legión, tan unida a César, trajeron antorchas para incinerar el cuerpo de su querido líder. Luego, los habitantes de Roma, con gran tumulto, echaron a esa hoguera todo lo que tenían a mano para avivar más el fuego. Ningún historiador se atrevió a calificar la intencionalidad de esa actitud popular.

La leyenda sostiene que César había sido prevenido por un vidente ciego sobre el peligro que corría su vida con los idus de marzo y que ese día al encontrarse con el ciego en las escalinatas del Senado le espetó: “el día ha llegado y aquí sigo vivo”. A lo que el vidente le contestó: “los idus han llegado, pero todavía no han partido”. Horas después la paradojal predicción –morir en el día de la suerte– se había cumplido.

(*)Descubrieron el lugar exacto donde asesinaron a Julio César. Investigadores españoles identificaron el sitio donde fue apuñalado a traición en el año 44 a.C. La capilla está ubicada en la Torre Argentina, en el centro de Roma (nationalgeographic.com.es/)

 

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