La “Libertadora”
Hace 70 años. Por Mario Bellocchio
Veníamos de la “década infame” y Perón pateaba lingotes de oro en el Banco Central: “así cualquiera…” aseveraba la maledicencia opositora sobre la cosecha de divisas cobradas a aquella Europa hambreada por la guerra, que había saciado sus estómagos con nuestros cereales. La cuenta se cobraba, mal y a la larga, pero se cobraba. Éramos, créase o no, acreedores, no deudores.
“La grieta”. Una denominación contemporánea de algo tan trillado como la lucha de clases. Allá por los 50’s papá y el tío Roberto –hermano de mamá– defendían los profundos cambios sociales, políticos y económicos que impulsó el Gobierno peronista. Mamá sostenía, como casi toda mi familia materna –que habitaban la casa de al lado de la mía– que sólo eran políticas socialistas –de Palacios– que Perón le había “choreado” para encumbrarse y que la “atorranta” de Evita lo tenía acollarado (Sépase que Cristina no estrenó ninguno de los apelativos con que se la conoce entre los “anti-K”, todos pasaron antes por Eva) No le perdonaban su origen humilde y cómo, desde la Fundación que llevaba su nombre, desafiaba al abolengo de las damas de beneficencia, con actitudes de verdadera obra social, no limosna. El enfrentamiento adquirió características de odio cerval cuando en 1952, pocos días antes del deceso de Evita, pintaron en un muro vecino a su lecho de muerte: “¡Viva el cáncer!”. El papel de Eva Perón –a través de la Fundación– fue central en la articulación de las políticas del Gobierno y en la conquista de derechos para las mujeres, especialmente el voto femenino en 1947.
Más allá del relato costumbrista que me acompañó durante toda mi infancia y mi adolescencia, los hechos señalan que en la década de 1950 la Argentina transitó una ruta de modernización, confrontación y redefinición de su estructura productiva, en un escenario internacional que también vivía transformaciones aceleradas tras la Segunda Guerra Mundial.
Aquella Argentina peronista de la década de 1950 plagada de logros y limitaciones de un modelo orientado al bienestar social y la industrialización, padecía los desafíos del cambio y los frenos de quienes la veían asomar el morro y le refregaban, con intereses varios, que la “Puma” era una bicicleta con motor, el “Justicialista” distaba de ser una Ferrari y que el “Pulqui II” no tenía ni de lejos la performance de un Mig 15.
Es que la llegada de Perón al poder en 1946 había marcado el inicio de un ciclo político inédito. Su gobierno se caracterizó por el fortalecimiento del Estado y la expansión de derechos para amplios sectores de la población. Bajo el lema una “Argentina socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana”, el peronismo impulsó la creación de sindicatos fuertes, la promulgación de leyes laborales de avanzada y la inclusión de sectores populares previamente marginados.
Era común escuchar a los canillitas vocear “¡Salió el Estatuto del peón de campo!” y las nuevas leyes laborales se entregaban gratuitamente en los sindicatos.
El peronismo apostó por un modelo de sustitución de importaciones, orientado a desarrollar la industria nacional y reducir la dependencia del extranjero. Para ello se incorporaron numerosas fábricas textiles, metalúrgicas, automotrices y químicas, muchas de ellas bajo la órbita estatal o con fuerte intervención pública. Se creó una línea aérea de bandera uniendo a las cuatro que operaban dentro del territorio nacional. Así nacía en diciembre de 1950 Aerolíneas Argentinas. La decidida acción se agregaba a la nacionalización de los ferrocarriles, la del comercio exterior, la de la marina mercante, la del servicio telefónico (Entel) y la creación de la Sociedad Mixta Siderúrgica Argentina (Somisa). Un puñado de logros soberanos que sonaron fuerte en la América de pos-guerra. A todas estas conquistas se añadía la de una importante movilidad social. En efecto, el acceso a la educación, la salud y la vivienda había mejorado notablemente para millones de personas gracias a políticas públicas de corte social que superaban con hechos concretos la maledicencia con que la oposición desacreditaba a la ciertamente abundante publicidad oficial, cuya gráfica basada en la épica de la Revolución Rusa, no contaba con la aprobación de cerrados grupos católicos, entre otros.
El Estado promovió el consumo interno mediante aumentos del salario real y acceso al crédito, lo que estimuló el mercado doméstico. Sin embargo, esta política generó presiones inflacionarias y dificultades en la balanza comercial, ya que el sector agropecuario – históricamente el eje de las exportaciones argentinas– perdió dinamismo y competitividad frente al auge industrial. Nosotros, que habíamos sido uno de los principales exportadores de alimentos y materias primas durante la primera mitad del siglo XX, comenzamos a enfrentar los cambios del mercado mundial, íbamos perdiendo peso relativo, ya no más “el granero del mundo” como gustaba alardear el conservadurismo. La caída de los precios internacionales de los productos agropecuarios y ciertos episodios de proteccionismo en Europa y Estados Unidos habían reducido la competitividad argentina.
Sin embargo, a pesar de sus contradicciones, el período peronista de la década de 1950 dejó una huella profunda en la historia argentina. Sentó las bases de un Estado protector, otorgó derechos a los sectores populares y promovió la idea de independencia económica. El modelo de sustitución de importaciones y la “tercera posición” marcaron una senda de búsqueda de autonomía, aunque las condiciones del mercado mundial y sus propias debilidades estructurales impidieron alcanzar una consolidación duradera.
La Argentina peronista de la década de 1950 fue protagonista de una etapa de profundos cambios y luchas. En el marco de un mundo que se reordenaba tras la guerra, el país buscó afirmarse con un modelo propio, orientado al bienestar social y la industrialización. A pesar de ello, la interacción con el mercado mundial, la dependencia de las exportaciones tradicionales y las tensiones internas limitaron el alcance y la estabilización del proyecto peronista. El legado de esa época indudablemente marcó el rumbo de la Argentina contemporánea.
Apelando a los recuerdos, Mar del Plata tenía, en la encumbrada Playa Grande en medio del Parque San Martín, el elegante Hotel Tourbillón cuyo cartel de letras verdes veíamos desde Punta Mogotes en las cálidas noches de verano. “Lástima que ahora esté en manos de los negros de la Asociación Obrera Textil”, tronó en boca de un “gorilón” padre de un amigo ocasional de vacaciones. No soportaba que gente humilde tuviera la oportunidad de disfrutar de un veraneo como el suyo, ni que la “negrita” que se encargaba de la limpieza le exigiera vacaciones y aguinaldo.
Con los años se denominaría “populismo”, con afán peyorativo, al intento de responder desde el poder a las necesidades de los que menos tienen.
Mientras tanto, en aquellos tiempos, desde la “Revista Dislocada” –un particular suceso radiofónico de la época– Délfor popularizaba una canción cuyo estribillo decía: “deben ser los gorilas, deben ser…, que andarán por ahí”… – parodiando al estreno de “Mogambo”, el film de aventuras africanas de John Ford protagonizado por Clark Gable y Ava Garner– inmortalizando involuntariamente el término “gorila” como epítome del grupo de individuos reaccionarios a las conquistas sociales.
Por entonces en los rosales peronistas comenzaron a cobrar volumen las espinas, regadas como siempre por quienes aprovechan circunstancias adversas para incrementar los odios de clase como desencadenantes del conflicto.
Corpus Christi, bandera quemada, iglesias en llamas y aviones rebeldes atacando a la Casa Rosada en el vano intento de “asesinar al tirano” pero dejando el tendal de 300 civiles muertos y más de un millar de heridos fueron, en junio, el prolegómeno de las jornadas del 16 al 23 de septiembre de 1955 cuando finalmente fue depuesto el gobierno peronista.
La “Revolución Libertadora” fue impulsada principalmente por sectores militares disidentes, en alianza con grupos civiles antiperonistas. El levantamiento comenzó el 16 de septiembre de 1955, con bombardeos en Córdoba e intimaciones de bombardeo a Buenos Aires certificadas por el ataque naval a los tanques de petróleo de YPF en el puerto de Mar del Plata llevado a cabo por la Flota de Mar a cargo del almirante Isaac Rojas, y culminada con el comienzo del exilio de Perón el 23 de septiembre a bordo de una cañonera paraguaya surta en el puerto de Buenos Aires lugar en donde iniciaría el largo periplo de exiliares residencias americanas que culminaría en España.
La cronología de los hechos indica que Eduardo Lonardi –en representación del ala nacionalista católica de la Revolución– asumió la dictatorial presidencia el 23 de septiembre y ante una Plaza de Mayo colmada proclamó parafraseando a Urquiza en Caseros: “Ni vencedores ni vencidos”.
De tal modo Lonardi se hizo cargo de la suma del poder público. La banda presidencial le fue entregada por el cardenal rosarino Antonio Caggiano, quien también firmó el acta de toma del poder.
Sus primeras medidas fueron disolver el Poder Legislativo, derrocar a los miembros de la Corte Suprema de Justicia y a todos los gobernadores y legislaturas provinciales y hacerse cargo de los poderes legislativo y ejecutivo, atribuyéndose el título de “Presidente”. En los días siguientes nombra por decreto a los miembros de la Corte Suprema y a los interventores de las provincias, se intervienen todas las universidades nacionales provocando una cesantía masiva de docentes y con la expulsión y renuncia de alrededor de un tercio de los titulares de cátedra.
Los principales medios de comunicación son intervenidos por la Armada, alrededor de 120 radios y 131 periódicos fueron clausurados. El día 30 de septiembre se suspende la personería del Partido Justicialista, el Partido Comunista Argentino, el Partido de la Concordia Social y alrededor de otros 37 partidos nacionales y 43 provinciales vinculados al peronismo, al comunismo y a la izquierda socialista.
Los sectores más duros, encabezados por Aramburu y Rojas, acusaban a Lonardi de cierta complacencia para con el peronismo depuesto. Las presiones llegaron al límite y ante la negativa de Lonardi a renunciar, sus enemigos amenazaron con bombardear la residencia presidencial. Asumió entonces la presidencia Pedro Eugenio Aramburu quien pretendía erradicar totalmente al peronismo de la vida política y sindical argentina, derogar las medidas sociales y laborales establecidas durante el gobierno peronista y establecer una política económica dirigida por los economistas más conservadores.
A tal fin, en una macabra acción de comandos, hizo desaparecer el cadáver embalsamado de Evita durante dieciséis años a fin de impedir que se convirtiera en un símbolo icónico, según manifestó.
Sacándose la careta
En el ámbito económico, Argentina ingresó entonces al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial. Se decretó la intervención de la CGT, la derogación de la ley de Asociaciones Profesionales y la restricción del derecho de huelga, el desmantelamiento de IAPI (Instituto Argentino de Promoción del Intercambio, fue una institución clave del primer peronismo (1946-1955), creada para organizar y controlar el comercio exterior y la privatización de los depósitos bancarios). De los 371 millones de dólares que se encontraban en el Banco Central, para el último día de la dictadura solo quedaban 125 y una deuda externa que comprometía mucho más que la totalidad de las reservas, mientras que el déficit de la balanza de pagos llegaba a los 339 millones de la misma moneda. El déficit fiscal se había elevado a 38.000 millones. Se habían liquidado en sólo dos años tres millones de cabezas de ganado, había bajado sensiblemente la actividad industrial y aumentado exponencialmente la inflación, al tiempo que los salarios estaban contenidos y crecía la desocupación.
Las importaciones sumaban, en 1957, 1.310 millones de dólares, superior a los 957 millones de exportaciones. (Información oficial de la época recopilada por Felipe Pigna en “Mitos de la Historia argentina” – Planeta – 2014).
La desperonización Decreto-ley 4161, del 5 de marzo de 1956. (Fuente: Boletín Oficial, 9 de marzo de 1956.)
Prohibición de elementos de afirmación ideológica o de propaganda peronista
Visto el decreto 3855/55 por el cual se disuelve el Partido Peronista en sus dos ramas en virtud de su desempeño y su vocación liberticida, y Considerando:
Que en su existencia política el Partido Peronista, actuando como instrumento del régimen depuesto, se valió de una intensa propaganda destinada a engañar la conciencia ciudadana para lo cual creo imágenes, símbolos, signos y expresiones significativas, doctrinas, artículos y obras artísticas:
Que dichos objetos, que tuvieron por fin la difusión de una doctrina y una posición política que ofende el sentimiento democrático del pueblo
Argentino, constituyen para éste una afrenta que es imprescindible borrar, porque recuerdan una época de escarnio y de dolor para la población del país y su utilización es motivo de perturbación de la paz interna de la Nación y una rémora para la consolidación de la armonía entre los argentinos.
Que en el campo internacional, también afecta el prestigio de nuestro país porque esas doctrinas y denominaciones simbólicas, adoptadas por el régimen depuesto tuvieron el triste mérito de convertirse en sinónimo de las doctrinas y denominaciones similares utilizadas por grandes dictaduras de este siglo que el régimen depuesto consiguió parangonar.
Que tales fundamentos hacen indispensable la radical supresión de esos instrumentos o de otros análogos, y esas mismas razones imponen también la prohibición de su uso al ámbito de las marcas y denominaciones comerciales, donde también fueron registradas con fines publicitarios y donde su conservación no se justifica, atento al amplio campo que la fantasía brinda para la elección de insignias mercantiles.
Por ello, el presidente provisional de la Nación Argentina, en ejercicio del Poder Legislativo, decreta con fuerza de ley
Art. 1º: “Queda prohibida en todo el territorio de la Nación:
- La utilización, con fines de afirmación ideológica peronista, efectuada públicamente, o propaganda peronista, por cualquier persona, ya se trate de individuos aislados o grupos de individuos, asociaciones, sindicatos, partidos políticos, sociedades, personas jurídicas públicas o privadas de las imágenes, símbolos, signos, expresiones significativas, doctrinas artículos y obras artísticas, que pretendan tal carácter o pudieran ser tenidas por alguien como tales pertenecientes o empleados por los individuos representativos u organismos del peronismo.
Se considerará especialmente violatoria de esta disposición la utilización de la fotografía retrato o escultura de los funcionarios peronistas o sus parientes, el escudo y la bandera peronista, el nombre propio del presidente depuesto el de sus parientes, las expresiones «peronismo», «peronista», » justicialismo», «justicialista», «tercera posición», la abreviatura PP, las fechas exaltadas por el
régimen depuesto, las composiciones musicales «Marcha de los Muchachos Peronista» y «Evita Capitana» o fragmentos de las mismas, y los discursos del presidente depuesto o su esposa o fragmentos de los mismos.
- La utilización, por las personas y con los fines establecidos en el inciso anterior, de las imágenes, símbolos, signos, expresiones significativas, doctrina artículos y obras artísticas que pretendan tal carácter o pudieran ser tenidas por alguien como tales creados o por crearse, que de alguna manera cupieran ser referidos a los individuos representativos, organismos o ideología del
- La reproducción por las personas y con los fines establecidos en el inciso a), mediante cualquier procedimiento, de las imágenes símbolos y demás, objetos señalados en los dos incisos anteriores.
Art. 2 º: Las disposiciones del presente decreto-ley se declaran de orden público y en consecuencia no podrá alegarse contra ellas la existencia de derechos adquiridos. Caducan las marcas de industria, comercio y agricultura y las denominaciones comerciales o anexas, que consistan en las imágenes, símbolos y demás objetos señalados en los incisos a) y b) del art. 1º.
Los ministerios respectivos dispondrán las medidas conducentes a la cancelación de tales registros.
Art. 3 º: El que infrinja el presente decreto-ley será penado:
- Con prisión de treinta días a seis años y multa de m$n: 500 a m$n. 000.000;
- Además, con inhabilitación absoluta por doble tiempo del de la condena para desempeñarse como funcionario público o dirigente político o gremial; Además, con clausura por quince días, y en caso de reincidencia, clausura definitiva cuando se trate de empresas
Cuando la infracción sea imputable a una persona colectiva, la condena podrá llevar como pena accesoria la disolución.
Art. 4º: Las sanciones del presente decreto-ley será refrendado por el Excmo. Señor vicepresidente provisional de la Nación y por todos los señores ministros secretarios de
Estado en acuerdo general.
Art. 5º: Comuníquese, dése a la Dirección General del Registro Nacional y archívese
Aramburu – Rojas – Busso – Podestá Costa – Landaburu – Migone. – Dell’Oro Maini – Martínez – Ygartúa – Mendiondo – Bonnet – Blanco – Mercier – Alsogaray – Llamazares – Alizón García – Ossorio Arana – Hartung – Krause.
Perón estuvo proscripto hasta 1973 cuando el peronismo volvió a las urnas con el Frejuli y aunque no participó en forma directa de las elecciones producidas en ese interregno, indirectamente hizo sentir su peso político con el apoyo a Frondizi “insinuado” desde Madrid en 1958 o con la catarata de votos en blanco que desbordaban las urnas cada vez que eran convocadas por la descendencia” de la Libertadora.
“La Fusiladora”
En junio de 1956 el general Juan José Valle lideró una fallida sublevación cívico- militar. Poco después de que el movimiento fuera derrotado por la dictadura, Valle y otros militares fueron fusilados por orden de Aramburu en el predio de la cárcel de Las Heras. Otros cinco civiles que adhirieron al levantamiento resultaron asesinados en los basurales de José León Suárez en la recordada “Operación masacre” de Rodolfo Walsh. Este acto ilegal de la dictadura llevó a que vastos sectores de la población argentina denominen a aquel régimen militar irónicamente como “La Fusiladora”.
“La proscripción del peronismo, lejos de consolidar una democracia pluralista, profundizó la polarización y la inestabilidad institucional” (Cavarozzi, M., *Autoritarismo y democracia (1955-1983)*, Edic. Ariel, 1992).
“La Revolución Libertadora inauguró una lógica de proscripción y censura que condicionó el debate público y la cultura política nacional durante décadas” (Seoane, María, *Todo o nada. Historia secreta y pública de la Argentina peronista*, Editorial Sudamericana, 1993).
“La Revolución Libertadora creó las condiciones para el ciclo de inestabilidad que caracterizó la política argentina en los veinte años siguientes” (Torre, J.C., *El peronismo y sus bases sociales*, Ed. Siglo XXI, 2012).
“El golpe de 1955 consolidó la militarización de la política y dejó abierta la herida de la proscripción, cuyas consecuencias aún se discuten” (Daniel C. Vila, *La Argentina postperonista*, Ed. Paidós, 2005).
De los recuerdos personales de “La Libertadora” asoman vívamente las imágenes de Sucesos Argentinos en las que la voz de Eduardo Rudy relataba el fervoroso entusiasmo de la multitud vivando a Lonardi en Plaza de Mayo o a Rojas en la recepción del crucero 9 de julio en Puerto Nuevo haciendo, como festejo, la V de la victoria, paradojalmente, hoy adoptada como identidad por el peronismo. Y en lo presencial, la visita al bunker-refugio presidencial en los subsuelos del edificio Alas, presentado por la dictadura como si se tratase de algo delictual cuando todos los mandatarios del universo –a partir del riesgo atómico– ya poseían un refugio que los pusiera a resguardo de eventuales ataques bélicos.
Fuentes consultadas:
- Romero, Luis Alberto., Breve Historia Contemporánea de la Argentina, Fondo de Cultura Económica, 2001.
- Potash, Robert A., El ejército y la política en la Argentina 1928-1945, Sudamericana,
- Cavarozzi, Autoritarismo y democracia (1955-1983), Edic. Ariel, 1992.
- Seoane, María. Todo o Historia secreta y pública de la Argentina peronista, Editorial Sudamericana, 1993.
- Torre, Juan El peronismo y sus bases sociales, Ed. Siglo XXI, 2012.
- Vila, Daniel La Argentina postperonista, Ed. Paidós, 2005. Ministerio de Educación de la Nación.
- Portal educ-ar Argentina., sección “La Revolución Libertadora” [URL]