El gobierno de la ciudad y su faja de clausura a la cultura

 

Por Pablo Bellocchio |

El “Teatro del Perro”, clausurado por tercera vez. Clausurado por causas infames, por recursos abusivos cuyo fin no es otro que un reiterado hostigamiento para con los espacios culturales que distan abismalmente de tener fines reales de lucro. Espacios que pelean por sobrevivir en la jungla de los negociados post Cromañón.

Abrir un espacio cultural implica, en los que quieren sumergirse en la aventura, un esfuerzo constante que muy pocas veces da frutos económicos. Implica llegar mes a mes con lo justo para pagar el alquiler. Ir juntando de a puchitos para mejorar de a poco la sala.  Implica arremangarse constantemente y laburar. Laburar mucho. Laburar por el amor y la pasión de poder abrirle las puertas al público y dar hogar en el escenario a los artistas. Abrir un espacio cultural implica muchas veces salir perdiendo en lo económico, pero llenarse los bolsillos de caricias al alma. Lamentablemente, gracias a la política empresaria y negociante de este Gobierno de la Ciudad, abrir un espacio cultural cada vez implica menos arte y más burocracia. Menos amor y más kafkianas oficinas, llenas de cepos a la pasión y fajas de clausura a la cultura. El emergente del off teatral está constantemente en jaque; sometido por los negociados cuasi mafiosos que quedaron avalados por la ley tras la tragedia de Cromañón.  Porque Cromañón fue una tragedia evitable, es cierto. Y la inspección de los espacios es necesaria. Pero los criterios con los que este Gobierno de la Ciudad inspecciona los espacios culturales no tienen absolutamente nada que ver con la prevención de accidentes o el cuidado del público asistente. Lejos están de prevenir. Buscan la clausura. Buscan desalentar la cultura. Buscan el negocio y nada más. Las clausuras masivas no recaen sobre los centenares de boliches que atiborran gente cómo ganado y le venden alcohol a menores de edad. La faja se la ponen a los pequeños espacios que ofrecen actividades a la gorra, espacios que no pueden ni quieren transar con los policías busca coima, ni con una burocracia ilógica que dicta reglas cómo que un espacio está habilitado para cincuenta espectadores pero en la inspección aducen que “con los actores contamos cincuenta y siete“. Espacios cómo el “Teatro del Perro”, que ante estas injusticias no se queda callado y publica la persecución a la que se ve sometido en todas sus redes sociales, dando nombre y apellido de quienes lo someten.  Estos espacios, con personas que no agachan la cabeza y que levantan su voz ante la barbarie se ven sometidos a persecuciones constantes.

Por todo ésto creo fundamental trascribir lo que Diego Mauriño, director del espacio, expresó en la cuenta de Facebook del teatro :

– “Esta vez voy a hablar en primera persona. Dejo el intento de objetividad para contarles lo que siento.
Mientras camino por el escenario vacío del Perro, por el piso en el que entrenamos todos los días, pienso en la presencia del policía que desde el jueves pasado custodia 24hs la puerta del teatro. Sólo yo puedo entrar, exhibiendo mi DNI, y podemos ser un máximo de 3 personas adentro del Perro, sino sería considerado asociación ilícita. Y si nos juntamos con sillas afuera del teatro, sería considerado una ocupación ilegítima del espacio público, y una manifestación, que sin permiso, la policía se vería obligada a disolver.
Y me doy cuenta. Bajo la guardia un segundo, y me doy cuenta. El Perro ya no es el mismo. No late igual que antes. Está siendo perseguido. Violado. Mutilado.
Le pedimos al público que cuando termine la función no se quede en la puerta charlando, les pedimos a los docentes que pongan la música bajita en sus clases aunque sean a las 14hs. Y siempre, “en silencio afuera”, “a fumar en la esquina de Dorrego”. Estamos en todas las funciones esperando que vengan a interrumpirla, a clausurarnos de nuevo, a desalojarnos otra vez. Nos cuesta pagar el alquiler porque no podemos programar con regularidad. Estamos cansados, durmiendo poco y ocupando todo nuestro tiempo en levantar clausuras.
Y me pregunto. ¿Ganaron? ¿Obtuvieron lo que querían? ¿Piensan que de esta manera el Perro va a dejar de existir? Y si así fuera, de vuelta pregunto. ¿QUÉ ganaron?
Porque esta acción es deliberada, los policías de civil que vinieron a custodiar a los inspectores, me contaron haber leído el Facebook antes de venir al Perro. Los inspectores saben que estamos denunciando sus acciones. Saben que si siguen violando nuestros derechos y faltando a la ley, vamos por ellos y sus trabajos. Saben que no vamos a parar hasta que los inspectores estén calificados para hacer su trabajo, y tal vez tengan miedo. De darse cuenta de que no es valioso para la sociedad lo que están haciendo, miedo de sentirse malos. De que quede en evidencia que su actividad es anti-ética, ilegal, hipócrita. No están cuidando la seguridad del público, están mutilando a la cultura con el peor de los objetivos; recaudar dinero.
Y si, estoy triste. No puedo dejar de darme cuenta de que me están violando. A mi y al teatro todo, a su intento.
Y me avergüenzo cuando a los artistas que admiro y me enorgullece tener en mi teatro, les tengo que decir “no podés hacer tu función, nos clausuraron de nuevo”. Cuando tengo que decirle a los docentes “no vas a poder entrar, porque hay un policía en la puerta que te va a impedir dar clases”.
Me avergüenza no poder asegurarles que un lugar semi público como lo es un Teatro, no puede ofrecerles el espacio del cual dependen para seguir haciendo teatro.
Entonces elijo. Elijo de nuevo. Elijo otra vez. Elijo en cada instante y todos los días.
El Teatro del Perro no se va a mudar.
Va a agrandar la puerta de entrada para que entren 100 espectadores. Va a programar lo mejor que pueda, lo más que pueda. Va a poner un cartel afuera que diga TEATRO.
Va a seguir denunciando el abuso de autoridad con nombre y apellido y se va a bancar éste y los próximos aprietes, las próximas amenazas, las clausuras y las multas.
El Teatro del Perro, su equipo que está creciendo y yo, estamos íntegros. Crecimos en determinación y en apoyo. Nos sentimos frágiles, sí, pero más fuertes que nunca.
Estamos buscando medios para que esta información llegue mas fuerte y más clara. No vamos a parar hasta que los incompetentes de los inspectores sean remplazados o entrenados para poder llevar a cabo una inspección que se ajuste a la ley.
Creo, en serio, que llegó el momento de que cambie algo. Y de que todos los que hacemos teatro independiente, autónomo, juntemos nuestros espacios, nuestros cuerpos, nuestra voz, y digamos ESTO NO PASA MÁS. HASTA ACÁ.
Es momento de asumir este trabajo. El trabajo diario de construir un cambio.
Repudiado Inspector/Clausurador/Censurador:
Tenés poder, pero se te va a terminar porque sos un ilegal. Vas a seguir clausurándome, pero date cuenta de que la policía la traés al pedo; nunca vas a encontrarte con violencia física en mi Teatro, solo te vas a dar cuenta de que sos un inoperante, un ignorante y un cobarde.
La próxima vez, en vez de venir con 6 policías de civil, ponete a estudiar las leyes.
No vamos a temblar más. Cuando vengas con el papelito rojo, puesto antes de realizar la inspección, te vas a ir temblando vos. Y cada vez que te digan “teatro independiente” como un perro pavloviano vas a volver a temblar.” –

La cultura es un bien común de todos nosotros. La diversidad cultural es un derecho al que los vecinos de la Ciudad de Buenos Aires accedemos, por sobre todo, gracias a estos espacios. No podemos ni debemos permitir que nos arrebaten el corazón de nuestra diversidad cultural. Una diversidad que el Gobierno de la C.A.B.A reconoce al premiar a Marcelo Tinelli, aduciendo que la cultura es amplia, pero destruye con sus fajas de clausura cuando un pequeño espacio quiere ofrecer algo más que polleras y show. La cultura no es un negocio. Es un derecho. Y mientras existan espacios cómo el “Teatro del Perro”, defender esos espacios será la única manera de garantizarnos una verdadera diversidad cultural.

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