San Lorenzo, arriba

Y, créase o no, a lo Ripley, llegamos a la línea de Boca. ¿Cómo? Bueno, eso es otra historia.

Tres victorias al hilo y las dos últimas derrotas de nuestro hijo dilecto pusieron los números como están. Pero lo cierto es que la ausencia de Cerutti y Belluschi se hizo sentir. Al Pipi le falta fútbol y le sobran años, a pesar de que sus destellos llenan los ojos de vez en cuando. Pero que un medio campo con Piris da Motta, Quignon, Acevedo y el propio Romagnoli sólo absorbe una dirección de juego: hacia adelante y el resto que se arreglen los defensores, es un hecho. Y un hecho peligroso de no contar con un Navarro inspirado como ayer, que sacó tres pelotas comprometidísimas. Y tuvimos, además, la fortuna de que le anularan un gol a los tucumanos, desde posición, cuanto menos, dudosa, si no estos números hubieran estado en problemas.

El segundo tiempo pareció venir con champú del vestuario. El medio campo dejó de ser dominio absoluto de los tucumanos –que dicho sea de paso presentaron un equipo alternativo reservándose para la Copa Argentina– Angeleri, Reniero y Botta reemplazaron, con el correr de los minutos a Rojas –por lesión–, Gudiño y Acevedo –flojo el pibe, pareció pesarle la localía–, y el parto del primer tiempo se diluyó en control  del adversario y generación peligrosa en ataque con ciertos toqueteos interesantes en el medio. Hasta que llegó la joyita de Blandi con cesión –”tomá, hacelo”– al príncipe Reniero que sólo tuvo que empujarla. Se terminó virtualmente el partido, los tucus bajaron los brazos.

Se viene Tigre, en Victoria, el domingo a las 5 de la tarde, con el recuerdo fresco del “choreado” 4 a 3 de abril de este año. Habrá que asegurarse “quien” dirige. Otra vez a Boca le “conviene” nuestra derrota. ¡Ojo!

M.B.

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