Un pasaporte épico

Por Mario Bellocchio. En un partido a lo Hitchcock, el equipo argentino venció al de Nigeria y clasificó para la siguiente ronda

De la “cortina de humo” para las tropelías del Gobierno que estas alegrías proveen, habría que pensar también en el recreo popular para tantas atrocidades. “El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos” (Ingrid Bergman a Humphrey Bogart. “Casablanca” (1942). Lo demás, en el campo social y en el mundial de fútbol, sigue siendo…, lucha.

De cómo un equipo que estaba al borde de la eliminación terminó imponiéndose, en competencia directa, a los indescifrables, veloces y oportunistas nigerianos que jugaron sus chances a fondo y lograron, con picardía, un penal que el VAR dijo que sí –y no consiguieron otro, mucho más otorgable, pero esta vez el VAR dijo que no– y cómo “el pedido” a los alaridos por todo el mundo menos Sampaoli, Franco Armani,  salvó un mano a mano que hubiera sido mortal y proyectó nuevos bríos para enfrentar, como sea, los últimos minutos con la urgencia del gol.

Todo comenzó allá a las tres de la tarde con un Messi que entró al campo de juego con otro rostro comparado con aquel abatido Lío que ingresó a jugar contra Croacia.

Ni bien tocó la pelota se pudo apreciar que éste Messi no iba a dejar pasar la oportunidad. Contó con un inspirado Banega que administró, como una de sus mejores tardes, el juego y, en general, una armonía del conjunto que era la que estaba esperando el futbolero, y que resultó vigente durante una media gloriosa hora del primer tiempo cuando Mascherano tuvo la batuta del medio y logró, con colaboraciones varias, que los africanos no progresasen y que Lío recibiera un magistral pase de Banega que el genio resolvió como solo él sabe, bajándola mágicamente y sacando un chutazo cruzado con su gamba menos hábil –obviamente más hábil que la más hábil de cualquier otro jugador de la galaxia– que entró lejos del alcance del arquero.

En el segundo tiempo las cosas cambiarían. Los muchachos de verde necesitaban el empate y lo lograron de penal –Mascherano forcejeó con un nigeriano que le lleva treinta centímetros y cometió la torpeza de no largarlo una vez desestabilizado: penal: gol–.

Sería injusto el reproche pero ahora la cosa se complicaba. Había que hacer un gol y las energías flaqueaban…, y la lucidez también. Sampaoli entendió que había que sumar al ataque y metió a Agüero, a Pavón y a Meza incorporados a un “a la carga Barracas” que fue caótico y desesperado hasta que el “marcador de punta” Mercado le metió un pase al “back central” en la boca del área adversaria y Rojo, que de él hablamos, se despachó con un sablazo al rincón con “la de palo”: ¡Gooooooooolll!! ¡Gol, carajo! Faltaban cuatro minutos para quedar afuera. Y los nueve que quedaron con el descuento fueron un parto. Hasta que el pito –que siempre nos castigó en las divididas– dijo basta, Argentina clasificada, Nigeria afuera…, y Maradona se desmayó –y se recuperó enseguida–…, y hubo varias llamadas a emergencias para atender taquicardias y otras aceleraciones cardíacas cercanas al infarto.

Ahora, a pensar en la próxima etapa. Nos toca Francia, en Kazán, el sábado 30 a las 11 de la mañana.

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