Superman no existe (Afortunadamente)

Por Pablo Bellocchio | El mundo lo estaba mirando y le falló al mundo. No es cómo el Diego. Está confirmado. Como el Diego no habrá ninguno igual.  Es un fracaso el pibe. Un pecho frío. Arruga en las dificiles. Maradona jugó con 10 muertos y nos sacó campeones. Messi no existe.

Este tipo de comentarios se pueden escuchar entre café cortado y lágrima en los bares post mundialistas que, pasado el fervor del meritorio subcampeonato, buscan, sedientos, un “culpable” de la “derrota”  a quien desbordarle toda la argentinidad al palo que quedó atragantada por no poder alzar la copa el 13 de julio. La entronización de Mascherano cómo bandera de la entrega y la demonización de Messi por “desaparecer” esconden en el fondo una ideología vil, despreciable. Ellos, los jugadores, ganan fortunas, por lo que deben entregar su sangre en el terreno de juego para traernos a nosotros, que esperamos cómodamente en el living de casa, la copa mundial. Ellos son nuestros gladiadores de circo. Nos deben algo. Cobran fortunas, así que nos deben algo. Entonces aplaudimos que se desgarren el ano, literalmente, cómo Mascherano contra Holanda, en pos de alzar el trofeo. No aplaudimos el fútbol. Los hermosos momentos de Messi en la primera ronda no valen nada porque no trajeron la copa. Y hubiesen valido todo si esa pelota que se le fué a Lio dos centímetros por afuera del arco hubiese besado la red. “All or nothing” cita el slogan de Adidas, la marca que auspicia a Lionel Messi. Todo o nada. La gloria de ser el más grande de todos los tiempos, o el escarnio.

La pelota pasó rozando el palo y a Lio le tocó la masacre. Lejos está de entender el sacrificio por el equipo que hizo Messi en los últimos dos partidos contra Holanda y Alemania, la carroña opinóloga futbolera de “letrados” como Leo Farinella -Jefe de redacción del diario Olé- diciendo barbaridades como “A Messi no lo voy a perdonar nunca”. Argentina cambió su esquema en semifinales, entendiendo que sin Di María y con un Agüero en pésimo estado físico, Argentina debía jugar a defenderse y contraatacar si quería sobrevivir en el mundial. Acierto de Sabella. El tema es que Messi debió jugar muy retrasado en la cancha. Debió ir a buscar la pelota bien abajo y trasladarla cuando Lio siempre fue brillante definiendo en tres cuartos de cancha. Cómo contra Nigeria. Igual que contra Irán. Cómo en el segundo tiempo contra Bosnia. En el traslado de pelota, Lio se somete a un desgaste que lo licua y le hace perder explosión. Pero así lo hizo. Messi sacrificó su juego en aras del equipo. Se sometió a un esquema incómodo para él, entendiendo que eso era lo que necesitaba la selección. Estuvo a dos centimetros de un palo de que las mieles del éxito le dieran la razón. La suerte no quiso lo que Gôtze deshizo.  El gladiador falló. No trajo la gloria para nosotros, los ciudadanos romanos, que ahora, tal y como el César hubiese hecho, le bajamos el pulgar.

Si luego de gambetearse a seis ingleses Maradona la hubiese tirado afuera, sería recordado cómo el morfón que por no pasarla nos dejó afuera de la copa del mundo del 86. Pero la pelota entró y hoy es DIOS.

Justo es decir que Messi no es Maradona. Messi es un engranaje perfecto para un equipo. Necesita de sus compañeros. Afortunadamente no es Maradona; necesita del resto. Y digo afortunadamente porque nos hubiese hecho muy bien que Lio hubiese alzado la copa en Brasil. Por sobre todo precisamente porque Messi no es ese salvador único que no precisa de nadie para traernos el oro. Eso, que para muchos es un defecto, yo, personalmente lo veo como una virtud. Nuestro simbolo de gloria, “El Diego”, nos deja cómo enseñanza desde su fútbol, pero por sobre todas las cosas desde su personalidad, que con una individualidad alcanza para ganar. El “yo” por encima de la construcción colectiva es una filosofía que nos lastima día a día. Messi, habiendo ganado cuanto trofeo individual existe en el mundo de la pelota, hubiese renunciado a todos sus premios por alzar ese que se disputó en Brasil. La mayor prueba de éste ejemplo es el fastidio con el que recibió el balón de oro por ser considerado el mejor jugador de la copa del mundo. No le servía de nada. No le interesaba en lo mas mínimo que le recuerden que es el mejor. Quería la gloria de todos. Quería la copa. Messi decepciona al argentino que busca a un ídolo portentoso y soberbio. Para esos argentinos, habría sido mejor que Cristiano Ronaldo hubiera nacido en Rosario y Lio en Lisboa. Ese es el ídolo que busca el argentino exitista: el fachero soberbio que se ve a sí mismo por encima del resto. Buscan esos ídolos para soñar que pueden. Para reafirmar su filosofía pisacabezas. Un ídolo frágil y que depende tambien de sus compañeros no da la talla. Incomoda. A esos hinchas, es bueno recordarles que Messi es el mejor jugador del mejor equipo de todos los tiempos. Ese Barcelona que contaba con Xavi, Iniesta, Busquets y compañía, lo tenia a él, cómo a su máximo estandarte, dentro de una escuela fútbolística que pregona que el gol no es el desequilibrio de una individualidad sino un pase a la red; el último pase, luego de que la pelota circule por todos. Ser eso, el mejor del mejor equipo, es sin lugar a dudas mas importante, que ser simplemente el mejor. Pero no es eso algo que el “Argento” del bar quiere saber. El “Argento” quiere sentir que no necesitamos del otro, y espera del fútbol, un deporte grupal, un heroe único que sea mas que el resto. Espera por un Maradona.  Afortunadamente, Messi, tambien a ellos los gambetea. Ahora faltan cuatro años para una nueva ilusión. Sabella renunció y estamos a las puertas de un nuevo proyecto. Las dos últimas copas del mundo, fueron alzadas por equipos que adoptaron la construcción de juego grupal, por encima de la individual. Solo el tiempo dirá si finalmente aprenderemos lo que el fútbol nos enseña. Porque el fútbol, que hoy ya está lejos de ser un inocente juego, sigue sobreviviendo a los negocios viles y deja enseñanzas. ¿Tomaremos lo que el fútbol nos enseña y entenderemos que a pesar de lo que el marketing dictamina, el todo está por encima de las partes? ¿Aprenderemos que nuestro heroe, afortunadamente, no puede sólo? Quizá si entendemos todo ésto, el fútbol nos fuerce a aprender algo tan importante, que trasciende las simples fronteras del verde cesped. Si eso sucede, si comprendemos que Superman no existe y que las construcciones son de todos o no son de nadie, entonces, y sólo entonces, los jugadores serán algo más que gladiadores de circo. Serán mucho mas. Y quizás así podremos aspirar a ganar algo más que una Copa del Mundo. Podremos, entre otras cosas, dejar de soñar con un Messías, y disfrutar cabalmente de Messi.

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