Sólo hay crisis energética si la sensibilidad social es energía

Por Mario Bellocchio |

Tanto se ha machacado sobre el tema “los subsidios son los culpables de la –llamada– crisis energética”, sosteniendo que “si se provee energía barata se sobreconsume”, que el argumento simplista, insistentemente difundido, termina por crear una catarata de doña Rosa y don José entusiastas difusores de la falacia, convencidos de que la desaparición de los subsidios los favorece.

Veamos: sólo la falencia en la generación resulta una “crisis energética”.  El Gobierno Nacional reconoce que no hay restricciones importantes en la generación eléctrica, sino problemas puntuales en la distribución por falta de inversiones y de mantenimiento. Entonces resulta obvio que la infundada declaración de “crisis energética” sólo tiene el propósito de abrirle la puerta a políticas de “convenientes” contrataciones, ajustes tarifarios recesivos y otras yerbas aromáticas cuyo olor ya conocimos y no es perfumado, precisamente.

De modo tal, los problemas de distribución generadores de profundo malestar popular que producen los cortes de energía, hábilmente “usados” como detonante, preparan el terreno para implementar la “urgente necesidad” de incrementar las tarifas “retrasadas”.

Han aparecido los “cortes preventivos” –el nuevo eufemismo macrista–, “los villeros tienen aire acondicionado y los electroedificios son plaga”. Lo cierto –y revelador– es que hasta los grandes grupos generadores de Edesur y Edenor han desaparecido como paliativo, lo que resulta una explícita confesión del propósito: exacerbar la bronca para poner en marcha la solución: el aumento cercano al 700 por ciento en las tarifas eléctricas para el 40 por ciento de la población que durante estos años recibió fuertes subsidios.

El titular de Enarsa y ex secretario de Energía del gobierno de Raúl Alfonsín Jorge Lapeña (1) es autor de un documento titulado “Los subsidios energéticos en Argentina” que combina revelación y omisión, objetando aspectos cuestionables de la política de subsidios energéticos, junto a la llamativa falta de mención de los diversos beneficios que esta política trajo aparejada para los consumidores del área metropolitana, ya que los gobiernos provinciales eligieron no trasladar a los consumidores finales de sus provincias, los subsidios nacionales.

La técnica de revelación del “error” con ocultamiento del beneficio producido, ya había tenido en 2013 su manifestación a través de una publicación del Cefidar (2). Refería la edición citada: “el quinto por ciento más pobre de la población recibía para 2010 sólo el 6,4 por ciento de los subsidios estatales al sistema eléctrico, mientras que el quinto más rico obtenía el 42,7”. Ese 42,7, sin embargo, no era sólo edificios de Puerto Madero o Recoleta sino que incluía a todas las Pymes del AMBA. El pormenorizado estudio, revelador de falencias de otorgamiento, ocultaba, sin embargo, al igual que las actuales “revelaciones” de Lapeña, los enormes beneficios de desarrollo y protección que esa política, hoy desechada, generaba.

Tomada esa política con el “gerencial” interés que destaca a esta administración nacional centrado en el saldo numérico de Gobierno, poco importa resaltar la mayor competitividad local e internacional que le proveyó a la industria por medio de un abaratamiento de su producción debido a la energía subsidiada. O el incremento del crecimiento económico por medio del aumento de los niveles de consumo interno, ya que los segmentos populares comenzaron a canalizar el dinero “ahorrado” del pago de sus tarifas hacia otros servicios o productos. Durante 2013, el crecimiento de la economía en un mundo totalmente hostil y con Europa en plena crisis, los subsidios contribuyeron en un 18,2 % (3) a mejorar esos números. Los actuales mentores de la “pobreza cero”, a quienes se puede calificar con un cero en solucionar los problemas de la pobreza, seguramente no valoran el enorme papel que cubrieron los subsidios como palanca social al permitir acceder a servicios energéticos a sectores de clase baja que en otras condiciones no habrían podido afrontar el gasto de la factura. El enorme valor que representó la energía subsidiada para las Pymes, los pequeños y medianos establecimientos industriales, es decir segmentos no vinculados a los sectores bajos pero sí a la producción nacional.

Finalmente, aunque sin pretender ser exhaustivo, los subsidios fueron protagónicos para navegar las duras aguas que a partir de 2007 tuvimos que soportar para contener el ataque oligopólico de las remarcaciones, mantener el consumo interno y despegarnos de la ortodoxia neoliberal de la devaluación con recesión ahora concretada por el macrismo.

La falacia de atribuir a las tarifas la llamada “crisis energética” es materia conveniente para disimular la brutal transferencia económico-social que los “gerentes” quieren esconder bajo la alfombra a la búsqueda de equilibrio de las cuentas fiscales y, sabido es, para los gerentes lo único que cierra son los números.

Pues, bien…, si de números se trata ¿cómo se explica que definan como pobres a 14 millones de personas y sólo subsidien a 2 con un consumo inferior a 150 kWh/mes, con lo que tendrán que pagar a precio de mercado todo uso que realicen por fuera de la iluminación, la heladera y el televisor. El ventilador o la plancha, por no nombrar al aire acondicionado, pasarán así a ser artículos de lujo.

Las arcas fiscales quedaron sin aliento cuando dejaron de aportar las retenciones y ganancias. Y ahora hay que explicar hasta en los tweets, para no quedar pegados políticamente y no pagar “costos” –que ya hay demasiados– que la culpa del tarifazo la tiene el “sobreconsumo” y la “crisis energética”.

Y doña Rosa y don José “todavía” les siguen creyendo, hasta que el frío de haberse quedado en pelotas les varíe la mente futbolera revanchista.

 

(1)  Jorge Lapeña: ex secretario de Energía del gobierno de Raúl Alfonsín. Actual titular del Instituto Argentino de Energía (IAE) “General Mosconi” y recién nombrado director de la empresa estatal Enarsa, la compañía energética sobre la cual recaen numerosos casos de corrupción y sospechas de negociados. Hipercrítico de la política energética del kirchnerismo, Lapeña aceptó el ofrecimiento del ministro de Energía y Minería Juan José Aranguren para incorporarse a Enarsa.

(2) Jorge Gaggero y Darío Rossignolo, “Simulación de los efectos distributivos de cambios en el gasto público y los impuestos”, Centro de Economía y Finanzas para el Desarrollo de la Argentina (Cefidar).

(3) Centro de estudios Cifra de la CTA.

Share via
Copy link
Powered by Social Snap