La “Confitería del Molino”

Mario Bellocchio. Recién en 2014 con la ley de expropiación comienza la monumental tarea de recuperación de la Confitería del Molino que se está llevando a cabo.
Mónica Capano y su compañero de comisión Ricardo Angelucci

Mónica Capano, integrante de la Comisión Administradora del Edificio del Molino tuvo la gentileza de adelantarnos detalles que trascribimos sobre la historia y el proceso de restauración del monumento histórico nacional ubicado en Callao y Av. Rivadavia.

 

Allá por 1850, cuando la Confederación Argentina atravesaba un promisor momento, Constantino Rossi acompañado por un prestigioso pastelero italiano –Cayetano Brenna– disfrutaba de su Confitería del Centro en lo que hoy es el extremo lindante de Monserrat con Balvanera, futura –muy futura aún– vecina del Congreso, en Federación y Garantías –hoy Rivadavia y Rodríguez Peña–. Ya lucía el establecimiento su prestigio cuando se instala en las inmediaciones el primer molino harinero de la ciudad, circunstancia que Rossi y Brenna creyeron oportuna para cambiar el nombre de su pujante negocio a Antigua Confitería del Molino[1].

 

Rivadavia y Rodríguez Peña esq. NO c. 1870

La vecindad de la confitería con el palacio legislativo nacional da comienzo un año antes –1905– de que se inaugure el edificio público [2]. En 1910, habiendo finalizado la construcción de la Plaza del Congreso, Brenna en sociedad con su yerno Rocatagliatta encarga al arquitecto Francisco Gianotti [3] un nuevo edificio para unificar los locales que había ido adquiriendo en el entorno de la esquina noroeste de Callao y Rivadavia, un proyecto que finalmente logró fusionar eclécticamente las distintas propiedades en un solo conjunto, con la salvedad –impuesta a Gianotti– de que las obras no debían interrumpir la atención a los clientes. [4].

El célebre arquitecto contaba en Italia con un hermano dedicado al comercio de materiales de construcción e hizo traer de Europa puertas, ventanas, mármoles, manijas de bronce, cerámicas, cristalería y más de 150 metros cuadrados de vitrales de excelente calidad.

(CLICK SOBRE LAS FOTOGRAFIAS PARA AMPLIAR)

En construcción. 1912
El salón c. 1935
Callao. C. 1918
pasteleros c. 1920

 

 

 

 

 

 

 

Finalizada la costosa obra, el 9 de julio de 1916 se reinaugura el establecimiento que luce en la planta baja un bellísimo salón de ventas y confitería, mientras que en el primer piso se destacan dos salones de fiestas: el Versalles y el Gran Molino.

Terminada 1916

Un año más tarde, en 1917, se habilita la totalidad del edificio que alberga a la Nueva Confitería del Molino, resultado de la unión del inmueble de Rivadavia 1815 con el de Callao 32 [5].

Tanto esmero sufre un rudo ataque durante el golpe militar de 1930. El 6 de septiembre de ese año, los disparos al aire que un oficial realiza desde una de sus ventanas son repelidos con la intervención de la policía y el ejército que, al entrar a la confitería, dañan gravemente sus principales instalaciones. Se tardó más de un año en la restauración de la tropelía y la confitería recién pudo ser rehabilitada el 12 de octubre de 1931.

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Los sucesivos dueños desde 1931 [6]. En 1938 fallece Cayetano Brenna y ocupa su lugar Renato Varesse hasta 1950 en que aparece Antonio Armentano, quien luego de veintiocho años de administración, en 1978, vende el fondo de comercio. Los nuevos dueños demuestran prestamente que sólo les interesa el negocio que puedan hacer con el célebre establecimiento y provocan su quiebra. Los nietos de Cayetano Brenna se hacen cargo del legado familiar y toman el comando introduciendo una serie de mejoras para adecuarla a los nuevos tiempos.

Comienza a tomar cuerpo la idea patrimonial protectiva de lo que ya entonces se considera un bien cultural destacado y en 1992 la Ciudad de Buenos Aires, mediante la Ordenanza Número 45.572, incorpora el inmueble al Catálogo de Edificios de Valor Patrimonial, Área de Protección Histórica I.

En 1996 Madonna graba, en las instalaciones de la confitería, el video de la canción “Love don’t live here anymore” en un día libre de la filmación de la película “Evita” y se agrega como broche final a la zaga de visitas y acontecimientos sociales, artísticos  y políticos que tuvieron como escenario la Confitería del Molino.

 

En 1997 la crisis económica pone en evidencia que el breve resurgir de esos últimos años es sólo un canto de cisne que lleva a la quiebra y el cierre del establecimiento. Los porteños nos íbamos a tener que acostumbrar a la mutación de sus vitrales, a las fundas de sus hierros oxidados, al acre olor de aquellos  rincones  de los que, paradójicamente, emanaba el aroma de sus exquisiteces.

Pero, momentáneamente, en conjunto con tan mala noticia para la continuidad comercial, llega la buena nueva patrimonial: la confitería es declarada ese mismo año Monumento Histórico Nacional a través del Decreto 1110/97 del Poder Ejecutivo Nacional.

 

 

Los tironeos, mientras tanto, sobre la propiedad del inmueble, impiden que se actúe sobre el mismo. Recién en 2014 el Congreso Nacional sanciona la Ley 27.009, que declara al inmueble “de utilidad pública y sujeto a expropiación, por su valor histórico y cultural”.

Sin embargo, llegó a tanto la crisis edilicia que, un año después, el 19 de septiembre de 2015 la cúpula del edificio se salva de milagro cuando una falla técnica de la grúa enviada por el Gobierno porteño a demolerla por denuncias de posible derrumbe, impidió que se llevara a cabo el patrimonicidio.

Finalmente, el 27 de junio de 2018 se constituye la Comisión Bicameral Administradora del Edificio del Molino [7] y el inmueble pasa a estar en manos del Congreso Nacional. A partir de entonces comienza a trabajar en sus instalaciones un equipo de restauradores que en sus informes da cuenta de las tareas realizadas.

El equipo técnico del Edificio del Molino suma un taller de metales a los ya existentes de vitrales, maderas y restauración edilicia.

Finalizaron las tareas de recableado y re-funcionalización de las bocas de iluminación originales de planta baja y primer piso, incorporando sistemas de iluminación a base de sistema led que permite bajo consumo y evita la elevación de la temperatura tanto en el interior de las lámparas como en el ambiente.

Se intervienen el Salón de fiestas y el Salón Fumoir del primer piso. Se realiza satisfactoriamente una prueba piloto de fachadas. Se establece un convenio interjurisdiccional con el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el Ministerio del Interior de la Nación.

Se inicia la obra fundamental de conservación de la cúpula del edificio dándose igualmente comienzo a la restauración de los componentes de la marquesina y del cartel de ingreso de “Confitería del Molino”, obra esta última ya finalizada llevada a cabo por el equipo de restauración de la Cámara de Diputados. Se emprende la ardua tarea de recuperación del parquet de roble de eslavonia original tapado con uno de caldén en la década de 1950. Para mayor detalle sobre estas complejas tareas ingresar a: http://www.delmolino.gob.ar/.

Algunos recuerdos jalonan la larga historia de la confitería: “Los legisladores abrían allí sus cuentas corrientes y Brenna los atendía con levita. “El Molino” se había convertido en un verdadero foro para el debate, la conversación y las citas amorosas. La historia del arte y la política ocupó un lugar definitivo dentro de este recinto. Por las mesas del Molino pasaron Marcelo Torcuato de Alvear, Alfredo Palacios, Lisandro de la Torre, Leopoldo Lugones, el tenor Tito Schipa, la soprano Lili Pons, Niní Marshall, Libertad Lamarque y Eva Perón, entre otras destacadas personalidades”.

“‘Las chicas de Flores tienen los ojos dulces, como las almendras azucaradas de la Confitería del Molino’, escribió Oliverio Girondo, quien fuera otro de sus asiduos concurrentes. En el Molino, Roberto Arlt daba cuerpo a sus Aguafuertes Porteñas, y en una de ellas, el mordaz narrador se burló del francotirador que se había amotinado en la confitería, durante la revolución de 1930″. [8]

Carlos Gardel, también fue habitué de sus instalaciones. Entre otras anécdotas pintorescas cuentan que el “Morocho” le encargó especialmente a Brenna un postre para regalarle a su amigo Irineo Leguisamo, oportunidad en la que Cayetano incorporó a la selección de delicatessen el “Leguisamo”, una sabrosa combinación de bizcochuelo, hojaldre, merengue, marrón glacé y crema imperial con almendras.

Una curiosidad poco divulgada es que el obispo emérito de la diócesis de Morón, Justo Oscar Laguna, nació el 25 de septiembre de 1929…, en el edificio de la Confitería del Molino[9].

Inaugurada en 1906 y cerrada en 1997, ícono de la Ciudad, protagonista de la historia del país, refugio de artistas, personalidades y políticos, la Confitería del Molino, hoy propiedad del Congreso de la Nación, se prepara para reabrir sus puertas integralmente, expectativa que hoy depende de las limitaciones por la cuarentena más que del progreso de la obra. Pronto llegará el día en que hasta las características aspas de su fachada volverán a girar.

 

 

[1]. Información de nota en el diario La Nación.

[2]. 12 de mayo de 1906, con la presencia del presidente de la Nación, José Figueroa Alcorta, se inauguró el Palacio Legislativo.

[3]. Francisco Gianotti (constructor también del actual Banco Comafi y de la Galería Güemes, ambos en Buenos Aires).

[4]. Nota en el diario Página 12, donde se mencionan los proyectos de reapertura.

[5]. Información provista por http://www.delmolino.gob.ar/edificio/

[6]. Cronología desde 1931 (http://www.delmolino.gob.ar/edificio/).

[7]. Ley 27.009, que declaró de utilidad pública y sujeto a expropiación, por su valor histórico y cultural, el inmueble de la Confitería del Molino, establece en su artículo 4°: “Créase en el ámbito del Poder Legislativo de la Nación la Comisión Administradora del Edificio del Molino, que oficiará como su órgano de representación, dirección y administración. Dicha comisión estará integrada por: a) Los Presidentes del Honorable Senado de la Nación y de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación; b) Los Presidentes y Vicepresidentes de las Comisiones de Educación y Cultura de ambas Cámaras”.

[8]. Diego M. Zigiotto. “Las mil y una curiosidades del cementerio de la Recoleta”. Penguin Random House. Grupo Editorial Argentina, 2018.

[9]. Mariano De Vedia, “Murió Justo Laguna, un obispo frontal y promotor del diálogo”. La Nación- (4-11-2011)

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