De tanques y restoranes

La Helvética, el célebre reducto de mediados del siglo XIX que padeció un cañoneo ajeno. Mario Bellocchio

La Helvética cañoneada en la mañana del 19 de septiembre de 1955

Septiembre del 55. En casa está lejos aún el ingreso de un televisor y, justo es decirlo, es muy poco lo que ofrece el Canal 7, única emisora, así que…, de los hechos nos enteramos más por Radio Colonia en la que Ariel Delgado ya nos había “intentado vender” el “heroísmo” de los aviadores de la Marina en junio. Esta vez, ya próxima la primavera, en la noche del 18, un tanque Sherman del Ejército se había encargado de desalojar a la Alianza Libertadora Nacionalista –presidida por Guillermo Patricio Kelly– del primer piso de Corrientes y San Martín, esquina suroeste. Los cañonazos produjeron el derrumbe de la esquina arrastrando consigo una reliquia de mediados del siglo anterior –1860– un bar y restorán que figura entre los notables recuerdos de una Buenos Aires definitivamente perdida a mediados del siglo pasado –el XX– a manos de los cambios sociales en concordancia con la irrecuperable destrucción edilicia de 1955.

El tanque Sherman que cañoneó al edificio, aun detenido enfrente en la puerta del edificio Transradio

Se trata de “La Helvética”, la tradicional trinchera donde establecieron en la práctica su “redacción” los notables literatos con que contaba “La Nación” a partir de su afincamiento, en 1870, en San Martín 336 –la residencia de Bartolomé Mitre, su mentor– mudados al 350 a partir de 1884, a metros de “La Helvética”.

La placa comercial del local

Don Ángel Morini celebró la llegada del diario diez años después de establecerse en esa esquina con el primitivo nombre de “Estaminet Suisse” (Taberna Suiza) y supo convertirse en dedicado anfitrión de sus notables huéspedes, en primer lugar, renombrando al local como “La Helvética”. Pero no se detuvo en las apariencias que ediliciamente distaban bastante de ser destacadas y se dedicó a la calidad de la atención que incluía, además de una selecta cocina gourmet y destacada carta de bebidas1, cristalería de colección para escanciar sabores y aromas del champagne Pierre Jouet y el oporto El Zabaleta, de 1844, entre otras recomendaciones del sommelier.

Claro que las libaciones y manduques corrían por cuenta de Bartolomé Mitre, Leopoldo Lugones, José Ingenieros, Charles de Soussens, Enrique García Velloso, Rubén Darío, el infaltable poeta y periodista nicaragüense, que estableció su segundo hogar en La Helvética a su paso por Buenos Aires a fines del siglo XIX, sin estar ausente la joven generación que entonces representaban Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato.

En principio, el local permanecía abierto las 24 horas, extensión que habilitaba su cálido moblaje y alfombrado al cobijo de la “redacción” para preparar la primera edición que se imprimía a la madrugada.

El refinado interior

El protagonismo de los copetines y la cerveza de barrica no opacaba la distinción de las jarras francesas en que se trasportaba a las mesas o la vajilla inglesa que hospedaba a la selecta cocina. Mientras el cheddar con coñac, una delicia de la casa, tentaba a los concurrentes acodados en la barra y ciertos exotismos como el bife de hígado a la inglesa, un poderoso ragú, un pucherito de cabeza de cordero, o un osobuco con arroz, se llevaban los laureles de una profusa carta de manjares exclusivos.

Si por aquel entonces hubieran existido los celulares seguramente contaríamos con más de una grabación de diálogos de porte. Pero la telefonía aún estaba en los “candeleros” –tubo y bocina, aún sin disco–, a los que concurría algún parroquiano solicitado por la llamada en contestación al requerimiento. Para memoria de diálogos solo nos queda el testimonio presencial –que incluye el aporte del cronista, seguramente– escrito para el recuerdo:

Citan en la revista “Buenos Aires nos cuenta”2 que:

“aquí fue donde Bartolomé Mitre  entrevistó a don Roberto Payró. Así es, el encuentro entre Mitre y quien fuera considerado el primer corresponsal de guerra argentino se sucedió en este salón. Y con un diálogo de lo más locuaz:

–’¿Dígame, Payró, usted para qué cree que nos puede ser más útil en ‘La Nación’?

A lo que don Roberto respondió:

–’para nada’.

Y así fue como este par rompió el hielo de una charla que acabaría con la incorporación del escritor al prestigioso medio impreso”.

La entrada con su marquesina de vitreaux

Ya en aquellos tiempos los críticos de La Nación, como el escritor Eduardo Wilde, cuestionaban su «demagogia retórica», el uso de la calumnia sistemática y las intenciones desestabilizadoras del diario (1880). Tanto es así que ese año, poco antes de que Roca sucediera a Avellaneda en la Presidencia, La Nación dejaba en claro su postura frontalmente antiroquista y denunciaba que, “en caso de ganar, se establecería un régimen de corrupción”.3

Los avatares del Centenario y de la Gran Guerra o el desembarco de Hipólito Yrigoyen fueron tema de las más intrincadas tertulias helvetianas en los siguientes años donde “La Nación” siguió, con sus redactores, protagonizando los encuentros que no escaparon al “crac del 29”, a la “hora de la espada”, a la “década infame” y al advenimiento del peronismo, suceso este último que posicionó a “La Helvética” como una “cueva de gorilas” que albergaba a una buena parte de la redacción del diario opositor por antonomasia.Quiere el destino que en plena vigencia de Perón –1950– alquila el primer piso de Corrientes y San Martín la Alianza Libertadora Nacionalista4 para establecer de la mano de Guillermo Patricio Kelly su sede central, lugar en que la sorprende la autodenominada Revolución Libertadora el 18 de septiembre de 1955 cuando es desalojada por la fuerza mediante el cañoneo de un tanque Sherman del Ejército que destruye parcialmente el edificio, destrucción que involucra a “La Helvética”.

“En este lugar sagrado/ donde acude tanta gente/ que el cañón ha derrotado/ brindemos eternamente.”  Decía el gracejo popular que, en algún sentido, se mofaba de las sentidas palabras de Ernesto Sábato, ante los restos humeantes del cañoneado bar y restorán.

Sin embargo, cual ave Fénix resurgiendo de las cenizas, “La Helvética” lamió sus heridas y reabrió en 1967. Pero ya el entorno que la rodeaba había cambiado, aquel mundo literario de los 80’s y hasta la juvenilia entonces vigente habían desaparecido hace tiempo y no había relevo para el “cheddar con coñac”. La ausencia de aquellos consumos llevó al cierre definitivo en 1975.

Un ciclo cumplido en todos sus planos:

Nacimiento, esplendor, decadencia y muerte.

La demolición que sobrevino al cierre final llevaría sobre sus espaldas el peso de la liquidación de bienes como postrer intento de salvataje. Desde la Pulpería Quilapán enumeran con nostalgia ciertos tesoros heredados del célebre local en rescate picnoraticio.

Un parroquiano posa sobre la entrada de La Helvética (años 40’s)

“En el año 1958 se remataron numerosos objetos; aunque sus dueños han sabido resguardar, celosamente, otros tantos: antiguas cocteleras de plata, soberbias copas de licor y bebidas de lo más finas han sido parte del ‘rescate’. ¿Qué habrá sido de su destino? Pues por nuestro ‘boliche’ no desfilan políticos de alto rango ni periodistas presurosos de cerrar su artículo de turno; pero los aires de La Helvética reviven aquí de la mano de unas de sus joyitas sobrevivientes: una botella de Champagne Pommery Greno de 1928 –¡y que perteneciera a la colección de don Ángel Morini!– descansa hoy en las estanterías de la Pulpería Quilapán. Porque al presente homenaje, nada podía caberle mejor que un brindis. ¡Salud!”

 

  1. La exuberante carta de bebidas incluía Coñac Martell, cognac Curvoisier, cognac Eduardo VII, cognac Biscuit o cognac Napoleón de 1879, entre otros, además, del  champagne Pierre Jouet y el oporto El Zabaleta, de 1844. Y whiskies: Dry Sack; Morgan; Old Band; Grand Mucich; John Heise y El Procurable entre las etiquetas más destacadas.
  2. Revista Buenos Aires nos cuenta, Nº 7, Buenos Aires, 1984.
  3. Diario La Nación, 20 de marzo de 1880. Chaves, Claudio (26 de agosto de 2016). «Roquismo y mitrismo». Infobae.
  4. ALN (Alianza Libertadora Nacionalista) Fue una de las primeras organizaciones nacionalistas de ultraderecha que apoyó al peronismo aunque participó de las elecciones de 1946 con su propia lista. Mantuvo una relativa autonomía frente al peronismo hasta que en los años 50 cuando Guillermo Patricio Kelly desplaza a Queraltó, la organización queda completamente subordinada al gobierno de Perón.

 

ORIGEN DE DATOS:

  • Los Cafés de Buenos Aires. Bossio, Jorge AlbertoEditorial Shapire SRL. Buenos Aires, 1994.
  • https://pulperiaquilapan.com/
  • Revista “Buenos Aires nos cuenta”, Nº 7, Buenos Aires, 1984

 

 

 

 

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