Colapso inyectable

Decenas de ancianos abandonados del debido cuidado en pandemia por el Gobierno porteño. Mario Bellocchio
200 metros de fila (100 afuera y 100 adentro)
Familias movilizadas al ver a sus abuelos por televisión
La primera barrera: el control policial en la puerta
La lenta cola a los rayos del sol

Hoy martes 9 de marzo colapsó la aplicación de vacunas a mayores de 80 años en la Ciudad de Buenos Aires. Vecinos y parientes debieron asistir a decenas de personas mayores citadas para ser inoculados en las instalaciones de San Lorenzo –ex Carrefour– en Av. La Plata, ya que fueron desprovistos de toda asistencia, abandonados de pie, a la intemperie, sin líquido ni sanitarios, aguardando horas para ser atendidos cuando contaban con un turno horario asignado.

Las situaciones se repitieron en el otro vacunatorio en operaciones, según manifiesta el Gobierno de la Ciudad, el Luna Park.

Las autoridades de la Ciudad aseguran que el problema va a ser prontamente superado con el agregado de nuevas sedes para las citaciones.

Se ignora en todo caso qué sucedió con el primitivo listado de centros de vacunación con loables intenciones de proximidad que prestamente dejó de cumplir sus servicios –asoma la impresión de que Larreta lo consideró un gasto inabordable– para pasar a ubicarse en la comodidad de asignación al voleo.

Los ejemplos sobran: amigo de la infancia, notorio hincha cuervo con domicilio en Caballito centro, fue asignado a las instalaciones de Huracán en Amancio Alcorta. Cumplió su cometido sin inconvenientes la semana ppda. Colega con domicilio en La Boca se le asignó turno en las hoy colapsadas instalaciones de Boedo –para el día de ayer lunes– de las que salió inmunizado en 20 minutos. Su comentario fue que le llamó la atención la baja concurrencia –no tuvo que formar fila alguna– en las horas centrales del mediodía.

No se requiere ningún posgrado para colegir que a quienes se les encargó densificar la pobre asistencia se les fue la mano desaprensivamente y personas que están en la edad de mayor riesgo se encontraron repentinamente sin protocolo alguno en tumultos masivos –como los sucedidos en horas de la mañana–, imperdonable descuido.

“Un año encerrado cuidándome para que éste Hdp me tire a los leones justo cuando me vengo a vacunar” –lamentaba un robusto señor canoso mientras se acomodaba el barbijo y corría, para avanzar en la fila, el banquito de pesca que lo ponía a salvo del plantón.

No se sabe qué quiso hacer Larreta con esta medida en particular. Su propósito de politizar la vacunación le puede salir por la culata. La furia de los viejos también se paga con votos, no basta con angostar Corrientes a costo de obra hidráulica patagónica.

Mientras tanto se siguen engrosando las listas de espera –y sus desatendidos sin fecha– de los que no consiguieron turno a través de la primera internet colapsada y el esquizo 147.

 

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