Beatriz Mazliah

Aquí, en el jardín del fondo de mi casa, las hojas del Ginkgo biloba caen en la acelerada cascada amarilla de mayo. Beatriz Mazliah ya no puede verlas, partió junto a Marcos Silber –sí, el mismo sábado 22– en el último poema que leyeron para sí después de haber compartido tanta poesía juntos.
Beatriz Mazliah en uno de los “Encuentros con poetas del 60” (2005)
Marcos Silber-Beatriz Mazliah-María del Cármen Suárez-José Antonio Cedrón-Rubén Derlis a comienzos de la década de 1970

Parece como si hubieran acordado unificar la “gira” para dividir el dolor que derraman por los lugares donde sembraron poesía desde apenas iniciada la década de 1970 cuando la Galería Meridiana convocó a Cinco de Buenos Aires: Marcos Silber, Beatriz Mazliah, María del Carmen Suárez, José Antonio Cedrón y Rubén Derlis para una muestra de poesía ilustrada que más tarde publicaría trabajos individuales de cada uno. Beatriz, en particular, recorrería festivales y dejaría como cartas credenciales sus inspirados textos en decenas de publicaciones, particularmente en las que dedicó al vino:

Me basta/ con el vino dorado y viejo/ una manta con olor a invierno/ diecisiete almendras nuevas/ y tus manos.

(“Elvino y la poesía”).

En Boedo –con Marcos, José Antonio y Rubén– fueron compinches de los encuentros urdidos por Baires Popular en torno al grupo de poetas de los 60’s. El Margot, el Cao y el Federal fueron testigos de reuniones notables. Y no pocos almuerzos de los sábados contaron con su afabilidad –luego de la mesa de publicaciones del periódico–. Uno de esos sábados, Beatriz Mazliah se apareció con una maceta con un Ginkgo biloba –acá tenés tu “alcornoque”, –me dijo y me legó el retoño con fama de milenario que Beatriz me hizo conocer en su verdadera identidad luego de que yo le presentara mis fotos de los de la Plaza Martín Fierro en pleno fervor crómático como “los alcornoques”.

Nunca más voy a poder separar mi recuerdo de la maravillosa poeta al contemplar la cascada otoñal del Ginkgo biloba. Su torrente amarillo se la llevó. Queda su fervor por Boedo…

 

No es mi caso

Beatriz Mazliah
  • A ciertos porteños
  • les sucede,
  • (no es mi caso)
  • que tienen que amar a Boedo
  • desde lejos,
  • cuando lo pinta el tibio algodón
  • de la distancia.
  • Está claro que no soportan,
  • (y no es mi caso)
  • pisar la arena roja
  • del contacto.
  • Yo quiero estar aquí,
  • calle presente,
  • porque Boedo
  • come de mi corazón.

Beatriz Mazliah

(publicado en Desde Boedo nº 110 – agosto de 2011) (M.B.)

Share via
Copy link
Powered by Social Snap