Cromañón, una herida que no cierra

Por Mario Bellocchio. Este 30 de diciembre se cumplen quince años de la tragedia de la discoteca Cromañón. Cuentas pendientes

El espanto se desencadenó mientras tocaba la banda Callejeros y parte del público –que excedía enormemente la capacidad del local– arrojaba pirotecnia que incendió la techumbre inflamable de tela plástica, cegando vidas mediante el fuego o la asfixia tóxica.

¡¡194 pibes muertos y alrededor de 1500 heridos!! Un horror que compite por el record de nuestras tragedias por causas no naturales. Hoy, a quince años de aquella noche en que nadie podía creer que lo que estaba sucediendo sucedía, todavía quedan interrogantes sueltos sobre el uso político y cultural del desastre.

Hace cinco años ya, el 17 de noviembre de 2016, moría víctima de cáncer el empresario –centro de la mayoría de las miradas acusatorias en la tragedia– Omar Chabán. La primavera aportó entonces el brote popular calificando como “justicia divina” para las víctimas de Cromañón aquella muerte y la agencia APU lo reflejó a través de Rodrigo Lugones.

“Omar Chabán fue responsable, eso es innegable, y tuvo un grado de culpa importante en todo lo que a Cromañón respecta. Hablar de justicia, cuando ésta implica el sufrimiento mortífero de un ser humano, cualquiera sea, no es justo. El cáncer es una enfermedad de mierda que no se la merece nadie.

Omar Chabán fue responsable, eso es innegable, y tuvo un grado de culpa importante en todo lo que a Cromañón respecta. También es cierto que fue uno más dentro de una lógica empresarial basada en la precarización de recursos, el escatimo de gastos, chanchullos varios y dádivas. No fue el único, era parte de una forma, ilegal pero estandarizada, de negociar en la noche. Sin embargo, también vale señalar que un árbol oscuro no puede taparnos el bosque: a la hora de las valoraciones no debe olvidarse que Chabán, también, fue una de las personas que más contribuyó para que la cultura rock underground saliera a la luz. Apoyó a miles de bandas, fue a pérdida incontable cantidad de veces, e hizo crecer a la bestia –que después le soltó y mordió la mano– el negocio del rock. Hoy harían falta propuestas como las de Cemento o el Bar Einstein, lugares donde la lógica del mercado no sea la que rija las relaciones culturales. Un sitio donde, por ejemplo, Los Redondos sean posibles.

Todo eso “fue” Chabán. No se pueden soslayar sus responsabilidades –y muy serias– en el caso Cromañón, como tampoco dejar de reconocer el trabajo que llevó adelante. No se puede bailar sobre la tumba de nadie, menos sobre la de alguien que murió experimentando un sufrimiento atroz. No es posible. Este sentimiento nos hace superiores, de alguna forma, a su última versión. Aún a pesar de la última y peor versión de Chabán sostenemos que una muerte no puede alegrar a nadie. De todas formas, entiendo perfectamente a quienes, atrincherados por el peor dolor, hoy despotrican contra él. Solo eso” (1).

Luciano Antonio Eberle, sin embargo, aborda el tema de forma más abarcativa: “Siempre me resultó absurdo todo lo de Cromañón, el público que dejaba a sus chicos en el baño, los músicos que incitaban a los fuegos como un juego, las autoridades que permitían todo eso que terminó costándole a la sociedad toda más de un centenar de muertos, angustia tristeza, padres que no supieron o no pudieron hablar con sus hijos y decirles; pero la tragedia se avecinaba. Después fue Chabán, alguien tenía que pagar la locura. Pero la verdad que la sociedad toda no funcionó, lo peor de todo fue el resultado: Macri gobernando la Ciudad. Qué triste todo, la máxima autoridad del liberalismo absoluto, de los negocios sea como sea, termina como salvador de la Patria. Que Dios bendiga a los ciudadanos de la Ciudad” (2).

Macri logró con Ibarra lo que no había podido conseguir en las urnas y la cultura under sufrió discriminaciones absurdas a manos de un funcional “por las dudas” de las autoridades. El descontrol estatal, eje de aquella tragedia, persistió con renovadas formas.

La Cámara del Crimen confirmó que el boliche Beara, del barrio porteño de Palermo, en el que el 10 de setiembre de 2010 murieron dos jóvenes por el derrumbe de un entrepiso, fue habilitado de manera irregular por el pago de sobornos de los empresarios a funcionarios públicos y presuntamente también a policías.

Mientras tanto en las Fiestas Rave o Fiestas Electrónicas, donde el agua es más cara que en el Sahara aunque más barata que la vida de los jóvenes concurrentes, el descontrol Cromañón, pero “high class”, persiste a punto tal que el 15 de abril de 2016 en la fiesta denominada Time Warp que se realizó en el complejo Costa Salguero fallecieron solo 5 jóvenes por el rápido traslado de otras 59 víctimas del abuso de las llamadas “drogas de diseño” –MDMA (o éxtasis), metanfetaminas y, particularmente, de PMMA (conocida como Superman) de libre comercialización en el evento– que requieren la ingesta de grandes cantidades de agua que se comercializa a precios astronómicos. Y donde, entre otras “maravillas”, se cortó el suministro de agua en los baños para obligar a la compra del agua Block, concecionada a Víctor Stinfale, de la empresa Energy Group, que también comercializaba el energizante Speed.

El juicio por la tragedia de Time Warp sigue considerándose uno de los procesos más corruptos de nuestra historia judicial donde uno de los acusados, Víctor Stinfale, logró hacer desplazar al fiscal Delgado luego de amenazarlo frente a cámaras en un programa de televisión. Se consiguió cambiar su grave carátula hasta hacerla ridículamente leve y a uno de los fiscales lo atropelló un vehículo, hecho festejado en la prensa de la época por parte de los procesados. No resulta ajeno a la consideración pública el hecho de que el lugar de los sucesos fue el utilizado por Mauricio Macri para la fiesta de su casamiento.

Hoy, 30 de diciembre de 2019, hace quince años, morían 194 jóvenes de otro estrato social que aspiraron la letal combustión de la humilde media sombra encendida por la inconsciencia inducida y propiciada desde el propio escenario.

Difícil arribar a conclusiones provistas por la decantación histórica, salvo las estadísticas: hemos “mejorado” las proporciones:

2004 / Cromañón / 4500 personas / 194 muertos / 1496 heridos.

2016 / Time Warp / 20.000 personas / 5 muertos / 59 atendidos de diversa gravedad.

Para la cultura neoliberal en la que los números gobiernan al mundo seguramente todo un logro.
                                                                                          Mario Bellocchio

 

(1). Rodrigo Lugones. APU (Agencia Paco Urondo) con motivo del fallecimiento del empresario que regenteaba República de Cromañón, Omar Chabán.

 

(2).  Luciano Antonio Eberle del Instituto de Periodismo José Hernández del Sindicato de Obreros Panaderos de San Isidro.

 

 

 

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