BOEDO TV en la Red Cultura Boedo

“ENTREVISTA”. Un acercamiento a figuras de la cultura que viven, sienten y colaboran o colaboraron con el barrio, comenzó con un encuentro con el Tata Cedrón. Se emitió en VIVO por el FB de la RED Cultura Boedo*. Mario Bellocchio

El domingo 28 de junio a las 7 de la tarde dio comienzo un ciclo que promete. Las facilidades ante las dificultades –paradojal afirmación si las hay–, nos permiten disfrutar de una charla directa por medio de la tecnología ZOOM aplicada al facebook institucional de la Red.

Si quedarse encerraditos es la saludable e imprescindible conclusión no tiene por qué ser una reclusión en penitencia. Así lo pensó la Red de Cultura Boedo y organizó un encuentro vía ZOOM con el Tata Cedrón conducido por Mariana Fossati e Ildefonso Pereyra, donde Mario Filipini aportó un retrato del Tata realizado mientras se desarrollaba la charla.

La tecnología que nos permite, entre otras cosas no menores, el funcionamiento del Congreso Nacional, fue el vehículo adecuado para el encuentro que comenzó con un Tata exultante y colaborativo dispuesto a contar y cantar lo que se le pidiera. Desde sus comienzos y ya celebrando sus ochenta pirulos en coincidencia con esta transmisión –¡Vaya manera de celebrarlos!– nos narró con la afabilidad que es su marca registrada parte de la aventura de su vida, los azarosos momentos en que tuvo que “rajarse” a Francia –a Paris, para mayor precisión– urgido por Antonio Carrizo que lo encontró en pleno centro porteño y lo “despachó” alarmado: “¡qué hacés acá, tomatelás que te están buscando!”. “Para octubre del 74 la cosa se había puesto densa…, y yo me las tomé” –contó– “Me fui, amenazado… Hicimos un par de conciertos y en diciembre llegaron la familia y los chicos. Y ya nos quedamos en Europa esperando que se arreglara todo”.

Allá hasta Cortázar formó parte de su vida…

“A fines del 78, principios del 79, me mudé a la Rue Amelot, cerca de la Bastilla. Era una casa chica con dos piecitas de tres por tres. Esta es la casa de la noche que relata Cortázar. Ahí estaba parando Juan Gelman y había un inglés, un lord inglés, Peter, que andaba en mameluco con una mochila, medio hyposo, muy interesado en difundir lo que pasaba en la Argentina de aquel tiempo. Estaba mi hermano Alberto con su mujer, Jorge con la mujer y la nena. Hicimos una polenta a la que le pusimos de todo… ¿sabés cómo estaba eso?… Y lo invitamos a Cortázar que vino así ‘de argentino’ nomás. Todos esos y algunos más estábamos ahí. Era un lugar chiquitito, con los pibes y todo. Teníamos camas cucheta, los pibes dormían arriba y el inglés abajo. A la mañana siguiente decía: ‘fatalmente la noche ha terminado’, con los pibes corriendo alrededor: ¡un quilombo! La noche de Cortázar habíamos comido ahí, sentados en las camas –había camas de los dos lados– pusimos un cajón en el medio y ahí morfamos. Esa noche pasó a la historia como el día en que Cortázar la describió, pero no fue la única ni mucho menos. Pasado un tiempo un día llega Julio y nos dice: tengo una sorpresa para ustedes. Era el libro Un tal Lucas ya editado, que incluía el relato de esa noche: Lucas, sus amigos. Contaba que cuando llegó a la casa era tal el ruido que no precisaba saber en qué piso era, él sabía que los franceses no hacían ese bochinche”.

 De su retorno al pago contó el tremendo amor que tiene por Boedo –a pesar de su actual residencia en el barrio Santa Rita en Enrique de Vedia al 2000 a metros de Álvarez Jonte– a través de su amistad con Mónica Aisemberg y su marido Otto Miller en cuya casa paró en el regreso hasta radicarse en Colombres 524 donde vivió los largos y participativos años de Boedo.

La fallida compra de la casona del Pasaje San Ignacio –frente al Margot– le produjo una enorme frustración: “Ya estaba todo listo y la dueña se echó atrás –contó– ya me veía en el Margot con la guitarra mirando mi casa, o al revés, componiendo, tomando un café junto a la ventana…, fue una gran decepción. Recuerdo con mucho cariño esos tiempos boedenses aunque valoro mi actual bulín de este tranquilo barrio de la ciudad”. De su admiración por Cátulo Castillo no se priva de ningúna ponderación al igual que Acho Manzi recibe toda su gratitud por haberle facilitado poemas inéditos de su padre que pudo musicalizar con enorme orgullo.

En el relato no estuvieron ausentes un par de canciones en vivo y en directo –diría Héctor Ricardo García–, una de ellas, una sentida versión de “El último organito” que, según confesó, fue el primer tango que grabó en un acetato allá por 1963.

Mariana Fossati supo cómo remover recuerdos e incentivarlos para el relato mientras que el histrionismo de Ildefonso Pereyra aportó habilidad para sortear las dificultades que aun plantea el nuevo medio y logró conducir –no solo de producir vive el hombre– el espacio cuya mayor dificultad residió en cómo terminar tan amable reunión sin que suene a guillotina, dada la sensación de que la hora de transmisión se quedó holgadamente corta ante tanta vivencia del artista y tanta habilidad para sonsacársela.

 

El espacio ya está promocionando: BOEDO TV – “ENTREVISTA”. Un acercamiento a figuras de la cultura que viven, sienten o colaboran con el barrio. Conducen: Mariana Fossati e ildefonso Pereyra. Ilustración: Mario Filipini. El domingo 12 de julio a las 19:00 estaremos con Agustín Lumerman (percusionista). Les esperamos. Es en VIVO y pueden hacer preguntas o aportar comentarios. Se podrá observar en el FB de la RED: www.facebook.com/redculturaboedo

(*)  www.facebook.com/redculturaboedo

 

 

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