Santiago y las urnas

Por Mario Bellocchio
¿Qué se puede decir desde estas páginas barriales sobre el caso Santiago Maldonado a días de una contienda electoral?

El periodismo barrial que se precie de tal, puede jactarse de hablar sin más compromisos que sus convicciones personales, lo único que nos baja línea es nuestra propia conciencia. Sin embargo, el hecho de pertenecer honrosamente a la mirada vecinal de las circunstancias que nos rodean –más allá de los límites de la patria chica– no nos otorga inmunidad para generalizar sobre las múltiples áreas en las que nos toca convivir. La política, la justicia, la oposición, el oficialismo y hasta el fútbol tienen representantes de toda laya que muchas veces se destacan por su hidalguía y otras por sus bajezas.

El país de las maravillas que Lewis Carroll le tejió a Alicia para que lo recorriese no existe. Y las maravillas no eran tantas apenas la niñita escarbaba los mundos transitados.

Pretender la diafanidad en los avatares del poder es de una inocencia que Durán Barba fagocita con voracidad.

De manera que nadie, en esta ciudad que distingue a una desquiciada mental, está exento de punteros, traidores y otros muertos de placard que pueden desacreditarlo tanto como para someterlo a la picota del descarte eleccionario.

Porque, convengamos, aun ignoramos cómo, este Gobierno que se jacta de desconocer leyes aprobadas por amplia mayoría, como la Ley de Medios, por ejemplo, ha manipulado la desaparición y reaparición “sin vida” de Santiago Maldonado. Falta la prueba de la autopsia, pero ya a esta altura existen muchísimas más probabilidades de las que la Sra. Carrió le asignó al pobre Santiago de estar en Chile…

A pesar de la enorme carga que representa al Gobierno de Macri esta inexplicable desaparición, hay sectores oficialistas y hasta detractores de este comando democrático a cargo de la Casa Rosada, que insisten en enrostrarle al kirchnerismo el paralelo con la desaparición –durante la presidencia de Néstor Kirchner–, de Jorge Julio López…,

…uno de los testigos directos que declaró en el juicio sobre los crímenes que se le imputaban al ex represor Miguel Etchecolatz, un día después de que el Congreso Nacional anulara las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, el 18 de septiembre de 2006, y uno antes de la condena de Etchecolatz. No se lo halló, pero la participación del Estado y su comportamiento con el condenado que, a todas luces, gestó esa ignominia, fueron diametralmente opuestas a la actual eventualidad.

Vale la pena destacar para diferenciar circunstancias, que Pablo Noceti, actualmente jefe de Gabinete del Ministerio de Seguridad de la Nación y asesor de la ministra Patricia Bullrich, defendió en Entre Ríos a Naldo Miguel Dasso, ex jefe del Regimiento de Concordia entre 1975 y 1977, condenado a prisión perpetua por el secuestro de cuatro personas y las desapariciones forzadas de Sixto Francisco Zalasar y Julio Alberto Solaga. También fue abogado de otros represores que no llegaron a ser juzgados, pero que estuvieron imputados en la denominada causa Área Concordia; y fue representante legal de Gonzalo López Belsué, procesado y con prisión preventiva por el secuestro y desaparición del soldado Jorge Emilio Papetti.

Santiago Maldonado terminó entregando su vida a una causa noble a la que le puso el cuerpo sin importarle la magnitud del enemigo y no tuvo oportunidad de elegir su muerte lejos de las elecciones.

Seguramente los hechos de estos últimos días van a repercutir sobre las urnas y no es reprochable que así sea, ni que los candidatos lo manifiesten ¿O vamos a promover “La hora de la espada” nuevamente?

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