Países serios y países de mierda

Por Rubén Achdjian*. Según el “medio pelo” argentino: este es un “país de mierda” que tiene un “pueblo de mierda” y que merece un “gobierno de mierda”

Ciertamente, el medio pelo argentino es antiperonista en lo político, elitista en lo social y liberal en lo económico. Como decía Arturo Jauretche, quien en verdad inventó el término, el medio pelo tiene siempre la mierda a flor de labios: este es un “país de mierda” que tiene un “pueblo de mierda” y que merece un “gobierno de mierda”. Acá, en la Argentina, todo es una mierda salvo ellos, obviamente, que son la excepción al paisaje fecal argentino.

El medio pelo añora lo que nunca fue y despotrica contra lo mejor que pudo ser. “Si no hubiese existido el peronismo –argumentan con docta circunspección– Ahhh! Hoy seríamos Estados Unidos. Y si así no fuera hubiésemos sido, como mínimo, Australia, o Canadá”.

Esta pandemia, lejos de haberla ubicado en situación empática, ha sacado de esa clase social lo peor de su condición moral e intelectual. Es cierto: no hay que esperar milagros de individuos que se enorgullecen de mostrar como virtudes lo que en cualquier otra parte del mundo causaría vergüenza: poca lectura, poca opinión fundada, desprecio por el conocimiento, consumismo obsceno, alardeo intelectual y excesivos prejuicios.

Esa es la argentinidad del medio pelo, la que pretenden ser, como decía Serrat, la “aristocracia del barrio”. Creen que por leer La Nación y balbucear como imbéciles lo que allí se dice, los convierte en Anchorenas o Álzagas: ¡Je suis Vicentin! ¡No queremos ser Valenzuela!

Giles de lechería. Padres de los piojos y abuelos de la nada, como decía Marechal. Sólo eso son.

Esta clase social presumida (y, a la vez, resentida) putea día y noche porque, según ellos, nuestro país ha dejado de ser “serio” hace mucho tiempo. Y putea también porque otros países, que venían “a la cola”, hoy son “ejemplos” para seguir. Es cierto que esta pandemia ha bajado del ranking a algunos, pero como el medio pelo es versátil se acomoda con rapidez a las nuevas circunstancias.

Hasta hace un par de meses atrás, el modelo a seguir era Chile de Piñera –el empresario exitoso que confunde “Wuhan” con “Yahoo”– pero como la cosa se puso fea allí también, hoy la gran meca de la argentinidad blanca de medio pelo es Uruguay.

Antes de seguir, quiero que quede claro que me harté de cualquier argumentación de estos orates. Me hartaron sus rabietas, su falta de empatía y su ignorancia inveterada.

Hoy voy a sostener lo que digo con muy pocos argumentos. Otro día, con más ganas, continuaré con otra evidencia más contundente pero recuerden esto que digo: yo no estoy para enseñarles a vivir.

Comencemos diciendo que los países que estos imbéciles ponen como ejemplo de “seriedad” han adquirido relevancia porque, en definitiva, son grandes exportadores…, de pobreza. En estos días los mediopelos argentin@s miran horrorizados como miles de bolivian@s cruzan las fronteras para cobrar el IFE y cómo el gobernador salteño le pide al Gobierno nacional que detenga el ingreso ilegal con las fuerzas de seguridad. Esta escena horroriza al medio pelo argentino porque se trata de “bolitas” intentando cobrar un IFE de poco más de 100 dólares pero aplaudiría, en nombre de la libertad de mercado, si se tratara de fondos de inversión extranjeros intentando ingresar para luego fugar dólares.

No nos distraigamos y vayamos a este punto sensible del medio pelo –la inmigración latinoamericana– y relacionémoslo con lo que ocurre en los países serios de la región.

Según datos de la ONU correspondientes al año 2017, el 5% de la población argentina es de origen inmigrante. Ahora tomemos el caso de Chile, Perú y Uruguay, la “Suiza Sudamericana”. En el caso de Chile, la tasa de intercambio inmigratorio con nuestro país es de 3 chilenos que viven en Argentina por cada argentino que ha decidido irse a vivir al país trasandino. En el caso de Uruguay, esa relación es de casi 5 uruguayos viviendo aquí por argentino que ha decidido cruzar el charco.

En el caso de Perú –ese país “milagroso” para los mercados financieros internacionales por haber colocado U$S 3.000 millones en medio de la pandemia: un flato en medio de la tormenta– la tasa es más acentuada aún: en Argentina residen casi 12 peruanos por cada argentino que vive en aquel país. Esta situación de tasas de intercambio inmigratorio negativas para Argentina se reitera en los casos de Venezuela (9,4), Bolivia (9) y Brasil (1,3) y también con Italia: existen en la actualidad 2,2 italianos viviendo aquí por cada argentino viviendo allá.

¿A qué viene todo esto? Se los explico bien fácil: si nuestro país fuera tan “mierda” como lo pinta el medio pelo, lo lógico sería que hubiese una gran cantidad de argentinos migrando hacia esos países “serios” de la región, y no al revés. ¿Por qué les gustaría a los chilenos, peruanos o uruguayos venir a vivir aquí y abandonar el “paraíso terrenal” de sus patrias de origen? Hay muchas causas de las que hablaremos en otro momento.

Me quiero detener en nuestros vecinos: el caso de Uruguay –gran exportador de pobres al mundo y un reciente importador de ricos– merece un párrafo aparte, como decía antes, porque sus clases dirigentes fueron las principales causantes para impedir o dificultar durante casi seis décadas (1811–1871) la consolidación política del Estado argentino. El fracaso del proyecto organizador de la Nación argentina en el siglo XIX tiene un nombre: se llamó Banda oriental primero y, más tarde, República Oriental del Uruguay.

Entre 1811 y 1819 Buenos Aires se entreveró en la guerra contra españoles primero y luego con los portugueses por el control jurisdiccional sobre la Banda Oriental.

Entre 1825 y 1827, las Provincias Unidas fueron a la guerra contra el Brasil nuevamente para apoyar, en este caso, los focos independentistas en la Banda Oriental encabezados por los 33 Orientales.

Entre 1839 y 1844, el sitio de Montevideo se debió a la guerra civil entre los “blancos” y los “colorados” uruguayos: Oribe (blanco) apoyado por Rosas y Rivera (colorado), apoyado por unitarios argentinos, comerciantes europeos y masones de ambas procedencias.

Durante la presidencia de Mitre, y apañados por éste, militares uruguayos del Partido Colorado (Paunero, Sandes, Flores, etc.) se hartaron de asesinar a nuestros caudillos federales del interior. Ángel Vicente Peñaloza es el ejemplo más acabado de esa política de exterminio del adversario político por parte de los liberales argentinos.

Nuevamente, entre 1865 y 1871 fuimos a una guerra dirigida por un inútil (Mitre) y financiada por Gran Bretaña para destruir completamente al Paraguay: la causa que inició esa guerra fue, una vez más, la lucha facciosa entre los dos partidos históricos uruguayos (Colorado y Blanco) que aún existen y que siguen rompiendo las pelotas.

Casi un siglo después de la guerra del Paraguay, cuando los aviones de la Marina bombardearon la Plaza de Mayo matando 300 civiles, los pilotos aeronavales huyeron hacia Uruguay, donde el presidente colorado Luis Batlle Berres (¿cuándo no un Batlle?) les dio asilo político.

Todo esto no lo digo yo, que soy un boludo: habla la evidencia histórica.

Hoy, el “blanco” Lacalle Pou –¿cuándo no un Lacalle?–  con ese look “Sergio Denis versión 1980” quiere seducir a los argentinos “prominentes” para que se vayan a vivir (radicar) al Uruguay.

El medio pelo se quiere rajar con ellos, pero no tiene con qué. Porque al charco lo cruzan los que tienen plata y amigos. Además, allí es todo más caro y ojo: hay que pagar impuestos, una práctica que nuestros aristócratas de barrio detestan y que, sobre todo, evitan.

Podemos decir muchas cosas, pero cuando te quieran explicar qué cosa es un “país serio” y te argumenten alguno de estos ejemplos berretas, vos limitate a preguntarles cuántos premios Nobel de ciencias duras tienen esos países, cuántas universidades realmente calificadas pueden mantener o cuántos satélites lanzaron al espacio. Preguntales, también, cuántas vacunas podrían producir.

Solo eso. Lo demás, lo que te quieran vender, como dice el medio pelo argentino, es mierda.

 

 

(*) Rubén MANASÉS ACHDJIAN
Universidad de Buenos Aires, Facultad de Ciencias Sociales, Graduate Student  |  History+5. Buenos Aires, 1963. Cientista político, especialista en administración financiera pública y Magister en Estudios Estratégicos (Escuela de Guerra Naval). Autor de “Hacienda y Nación: una historia fiscal y financiera de la Argentina” (Buenos Aires: Eudeba, 2017). Escribe artículos sobre temáticas financieras y fiscales en importantes periódicos del país.
Ciudad de Buenos Aires, Argentina.

 

 

 

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