Néstor Kirchner

Por Mario Bellocchio

Un miércoles de fines de octubre de hace seis años, amanecíamos con la dolorosa noticia: En la madrugada de hoy, 27 de octubre, mientras participaba de una reunión de amigos en la residencia de El Calafate, el ex presidente sufrió una descompensación que culminó con un paro cardiorrespiratorio con muerte súbita”.

De inmediato acuden a mi recuerdo las imágenes de cuando tuvo que tomar la batuta de aquella desmadrada orquesta que era la Argentina de 2003. Su discurso inicial. Su recorrida ante el pueblo cuando llevado por su entusiasmo le da un cocazo a una lente de cámara y se hace un tajito sangrante que debe sobrellevar, casi sin sentirlo, durante todo el resto de las apretadas de manos y los saludos, brazos en alto, a la multitud. Acaba de recibir la “papa caliente” de la banda y el bastón –que revolea con pretensiones de tambor mayor– sacando del brete al escurridizo De la Rúa y al ubicuo Eduardo Duhalde.

A diferencia de muchos presidentes y jefes de Estado de América Latina y del resto del mundo, Kirchner no rehuye al contacto directo, cara a cara, con la población. Su estilo personal es radicalmente plebeyo, desenfadado y alejado de todos los convencionalismos” –dice Atilio Borón1.

Comienzan los cuatro años y pico de su mandato presidencial. Cuatro años de pendiente empinada para emerger de la más densa oscuridad en que nos sumergieron el exterminio del Proceso, los dislates del menemismo y las ineptitudes e impotencias alternadas con pocas, demasiado escasas, bocanadas de aire puro.

Prontamente se termina el baile juguetón del bastón de mando. Lo aferra firmemente descabezando a la cúpula militar sobreviviente, vinculada a los métodos de la dictadura, para abocarse de inmediato a la reforma de la corrupta Corte Suprema de Justicia; dos cambios de rumbo notables, opuestos al laissez faire imperante en las sucesivas conducciones del Estado. Impulsa el enjuiciamiento –frenado desde la época de Alfonsín– a los responsables por crímenes de lesa humanidad logrando, en el Congreso Nacional, las anulaciones de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Provisto de esta terapia el quebranto moral se ocupa del económico. Sorprende con la cancelación anticipada de la deuda con el Fondo Monetario Internacional por valor de 9.800 millones de dólares, quebrando el yugo infame con la entidad financiera. La actitud es conjunta con el gobierno de Lula y ayuda a crear un fuerte lazo que fortalece otra de sus obsesiones: el Mercosur. Junto a Lula (Brasil), Tabaré Vázquez (Uruguay), Evo Morales (Bolivia), Michelle Bachelet (Chile), Rafael Correa (Ecuador) y Hugo Chávez (Venezuela) plantea, por primera vez en la historia de América Latina, la posibilidad de establecer una coalición de países de la región que desarrolle políticas independientes de las potencias mundiales hegemónicas, actitud que refrenda en Mar del Plata, en la IV Cumbre de las Américas, donde manifiesta su rechazo hacia el ALCA, propuesto por Estados Unidos. “¡Alca, Alca… al carajo..!” diría Hugo Chávez en su recordado comentario sobre el tema.

Nacionaliza YPF, Aerolíneas, Correos  y Aguas Argentinas. Logra, sorprendiendo hasta a los más escépticos, que a fines del 2006 las reservas lleguen a los 30.000 millones de dólares. Interviene la obra social de jubilados y pensionados (PAMI) sumida, hasta entonces, en una vergonzante desadministración de su holgado presupuesto de 1.000 millones de dólares.

La desocupación ascendida a límites intolerables con las políticas neoliberales, consigue colocarse en el 10% y comienza la ardua lucha contra la pobreza e indigencia, de resultados mucho más mediatos. La dura pendiente de lograr más equidad en el reparto comienza un camino sembrado de escollos internos y externos que logra sortear en momentos en que nadie apostaba por semejante recuperación.

Pinceladas, ramalazos notables del estadista cuya partida dejó un enorme vacío político para siempre.

El poema de un joven desaparecido que hablaba sobre su deseo de cómo ser recordado cuando ya no estuviese, parecía hecho a la medida del presidente y Néstor lo citó haciéndose cargo de su emotivo contenido: “Quisiera que me recuerden sin llorar ni lamentarme. Quisiera que me recuerden por haber hecho caminos, por haber marcado un rumbo, porque emocioné su alma, porque se sintieron queridos, protegidos y ayudados, porque interpreté sus ansias y canalicé su amor. Quisiera que me recuerden junto a la brisa de los felices, la seguridad de los justos, el sufrimiento de los humildes. Quisiera que me recuerden con piedad por mis errores, con comprensión por mis debilidades, con cariño por mis virtudes. Si no es así, prefiero el olvido, que será el más duro castigo por no cumplir mi deber de hombre”.2

A mi recuerdo personal, sin embargo, se agrega la imagen del Flaco estrábico, con sus “eses sopladas”, ordenándole a Bendini descolgar los retratos de los sátrapas en el Colegio Militar.

 

 

(1) “Reflexiones en torno al gobierno de Néstor Kirchner”, Atilio A. Borón, CLACSO / UBA.

(2) Poema “Quisiera que me recuerden”, del joven desaparecido durante la última dictadura cívico-militar, Joaquín Areta, citado por Néstor Kirchner:

 

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