La marcha y la “marchita”

LA MARCHA Y LA MARCHITA

Por Mario Bellocchio

La marcha fue una espectacular demostración de poderío de la oposición. Una larga y compacta masa de 200.000 personas –algo pocas veces o nunca visto– cubrió aceras y calzadas.” –diría el historiador Miguel Ángel Scenna comentando el episodio. Los diarios del día siguiente otorgarían toda la primera plana –y algo más– al suceso. “La Prensa”, las primeras 3 páginas; “La Nación”, además de la portada, la página 2: “Una imponente muchedumbre formó en la marcha de la Constitución y de la libertad”. “La Razón”, explícito y contundente, afirmaba: “Queremos, necesitamos, exigimos que la Constitución se cumpla y la libertad impere, para que se haga la entrega del Gobierno al Presidente de la Corte Suprema como lo manda la Ley. Elecciones inmediatas y libres sin Estatuto de Partidos Políticos y sólo de acuerdo con la Ley Sáenz Peña”. Y hasta el –entonces– neonato “Clarín”, en su número ¡24!, dedicaba una foto de página entera: “Al grito de ¡libertad, libertad! La marcha cívica congregó hombres de todos los credos”. “La fotografía muestra el instante en que una de las columnas de la marcha de la libertad inicia el recorrido desde la plaza del Congreso hacia la Plaza Francia”. Las portadas de los periódicos consignaban una fecha: jueves 20 de septiembre de 1945.

Desde el 4 de junio de 1943 gobernaban los militares que habían derrocado al último exponente de la “década infame”: Ramón Castillo. Para los oficiales agrupados en el GOU, la definición de Castillo por la candidatura del conservador Patrón Costas, fue el punto sin retorno de su mandato y decidieron desplazarlo de la presidencia de la República. Los generales Arturo Rawson, Pedro Pablo Ramírez y Edelmiro Farrell se sucedieron en el sillón de Rivadavia.

Ya, con este último al mando, había cobrado protagonismo el coronel Perón quien desde el 7 de junio de 1944, había sido designado, además, vicepresidente de la Nación.

Ahora, el coronel Perón, ostentaba los títulos de vicepresidente de la nación, ministro de Guerra y Secretario de Trabajo y Previsión, lugar desde donde desplegó una intensa actividad político social que lo encumbró en la consideración popular. Con el apoyo de los sindicatos, se crearon los tribunales de trabajo; se extendió la indemnización por despido a todos los trabajadores; más de dos millones de personas fueron beneficiadas con la jubilación; se sancionó el Estatuto del Peón de Campo y el Estatuto del Periodista; se creó el Hospital Policlínico para trabajadores ferroviarios; se prohibieron las agencias privadas de colocaciones; se crearon las escuelas técnicas dirigidas a obreros. Y entre 1944 y 45  se firmaron unos 450 convenios colectivos que beneficiaron a más de tres millones y medio de trabajadores.

El gobierno de Farrel atravesaba fuertes presiones, sobre todo norteamericanas, para salir de la neutralidad en el conflicto mundial y hacer explícito su apoyo a los aliados. Y los oficiales del GOU postergaban su decisión que implicaba el sometimiento a los designios de Estados Unidos e importantes desacomodamientos económicos en lo relativo a importaciones y exportaciones.

A comienzos de 1945 el país comenzó a polarizarse. Desde su llegada en mayo, el embajador estadounidense Spruille Braden, un empresario de ideas fuertemente antisindicales y partidario de la hegemonía absoluta de Estados Unidos en el continente (“Habla suavemente y lleva un gran garrote, así llegarás lejos”, decía Theodore Roosevelt, el entonces presidente yanqui en 1901), comenzó a organizar un gran polo opositor contra Perón, Mercante y los sindicatos, que exigió la derogación de las leyes laborales y de las relaciones igualitarias en el mercado de trabajo, entre el sector empleador y el trabajador.

El 16 de junio la oposición comenzó la ofensiva con un Manifiesto del Comercio y la Industria en el que 321 organizaciones patronales, lideradas por la Bolsa de Comercio y la Cámara Argentina de Comercio cuestionaban duramente la política laboral. La principal queja del sector empresario era que se estaba creando “un clima de recelos, de provocación y de rebeldía, que estimula el resentimiento, y un permanente espíritu de hostilidad y reivindicación”. Reivindicar: “Der. Reclamar o recuperar alguien lo que por razón de dominio, cuasi dominio u otro motivo le pertenece” (R.A.E.)

Que el gobierno usufructruara un poder obtenido por la fuerza de las armas no parecía figurar protagónicamente, habida cuenta de que las colas sucias de los reclamantes no podían lucir impolutas en la “década infame”.

Lo cierto es que ese miércoles 19 de septiembre de 1945, todo el arco opositor se hizo presente:

“Se juntó en la Plaza del Congreso con el fin de crear una dirección unificada de la Causa Antiperonista y con eso en mente se creó la Junta de Coordinadora Democrática que fue apoyada por todos los Partidos Políticos tradicionales: Desde los Conservadores hasta los Comunistas”. La Unión Cívica Radical oficialmente no participó desde un comienzo considerando el asunto holgadamente favorable en las urnas y que ya estaba listo el marco propicio para la intervención Cívico-Militar y para continuar negociando con los oficiales antiperonistas de ambas armas.

Cincuenta personalidades de la oposición encabezaban la marcha, entre ellos los radicales José P. Tamborini y Enrique Mosca –a la postre candidatos de la Unión Democrática en las elecciones del año siguiente– Ernesto Sammartino y Gabriel Oddone, el socialista Nicolás Repetto, los radicales antipersonalistas José M. Cantilo y Diógenes Taboada, el conservador (PDN) Laureano Landaburu, los demócratas cristianos Manuel Ordóñez y Rodolfo Martínez, el demócrata progresista Juan José Díaz Arana, el rector de la UBA Horacio Rivarola. También el Secretario de la Corte Suprema de Justicia, Ramón Tulio A. Méndez, así como jueces de distintos fueros. Los Jefes del Partido Comunista, los stalinistas Victorio Codovila y Rodolfo Ghioldi junto a las máximas figuras de la Sociedad Rural Argentina y el Embajador Norteamericano Spruille Braden. Una heterogénea ensalada “inconvivible” rebosante de oportunismo. Al grito de ¡Libertad! Y ¡Que asuma la Corte! Se encaminaron hacia La Recoleta. Plena coherencia de clase en la elección del recorrido.

El impacto político no se hizo esperar. La dupla gobernante, Farrel-Perón, apareció jaqueada por una sucesión de asonadas militares, esencialmente en contra de Perón, que se concretaron el 8 de octubre  cuando las fuerzas militares de Campo de Mayo, al mando del general Eduardo J. Ávalos (uno de los líderes del GOU), exigieron la renuncia y detención de Perón. Tres días más tarde, el “gran país del norte” le pide a Gran Bretaña que “deje de comprar bienes argentinos durante dos semanas para producir la caída del gobierno”.1

El 12 de octubre Perón es detenido y llevado a la Isla Martín García. Para la oposición, el objetivo destituyente estaba logrado. “Perón es un cadáver político”2, se aseguraba. Y el gobierno, presidido formalmente por Farrell, estaba en realidad en manos del general Ávalos quien asumió como Ministro de Guerra en reemplazo de Perón y sólo pretendía “entregar el poder a los civiles lo antes posible, aunque rechazaba una salida deshonrosa, como la que proponía la oposición al exigir la entrega del gobierno a la Corte Suprema”.3

Cinco días después el sol asomaba en el horizonte del 17 de octubre de 1945.

Y cuatro meses más tarde, el 24 de febrero de 1946, la fórmula Perón-Quijano4 se imponía a Tamborini-Mosca5 por algo más de 280.000 sufragios –1.487.866 a 1.207.080– . 52,8 a 42,8% en una elección de alta concurrencia en la que votó el 83,3% del padrón.

 “La marcha” –en pocos meses se van a cumplir setenta años– había resultado flor de un día. “La marchita”, como cariñosamente se denominó a la “Marcha Peronista” (“Los muchachos peronistas”) en cambio, sigue enmarcando, desde el 17 de octubre de 1948, en que se cantó por primera vez en la Casa de Gobierno, la larga vida del más perdurable movimiento político-social que haya visto nuestro país.

 

 

  1. Schvarzer, Jorge (1996). La industria que supimos conseguir. Una historia político-social de la industria argentina. Buenos Aires: Planeta, pág. 194.
  2. Scenna, Miguel A. (1974), Braden y Perón, Buenos Aires: Korrigan, pág. 81.
  3. Rodríguez Lamas, Daniel (1986). Rawson, Ramírez, Farrell. Centro Editor de América Latina. pp. 49–57.
  4. En representación del “Partido Laborista de Argentina”, la “Unión Cívica Radical Junta Renovadora” y “El Partido Independiente” que fueron partidos políticos creados en 1945 que, luego de ser disueltos en 1947, confluirían en la fundación del “Partido Justicialista”.
  5. En representación de la “Unión Cívica Radical”, el “Partido Socialista”, el “Partido Comunista” y el “Partido Demócrata Progresista”.

 

 

 

 

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