La Feria del libro de Bogotá

Manguel vs. Avelluto o “hacé lo que yo digo y no lo que yo hago”
por Mario Tesler

A la Feria Internacional del Libro que se realizó en Colombia, del 17 de abril hasta el 2 de mayo, concurrió la Argentina como invitada de honor. Para este evento el Ministerio de Cultura tuvo a su cargo el diseño del stand, cuyo titular consideró al fútbol un “gancho” que podía atraer mayor cantidad de visitantes.

Cuando Infobae le preguntó si la idea del stand había sido suya Avelluto respondió: Sí. El stand no, lo que fue idea mía fue ponerlo bajo el lema “vamos con el fútbol”, de lo demás, dijo que se ocupó su equipo, aunque todo hace pensar que el diseño finalmente contó con su aprobación.

Para saber con quién consultó la idea, el periodista del mismo diario digital amplió la pregunta, diciéndole con cuántos la comentó, Avelluto respondió con otra pregunta: ¿Por qué tenía que hablarlo? y tras cartón dijo que, además de su equipo, lo hizo con el Presidente, el jefe de Gabinete y con otros más, ¿entre éstos últimos estaría también Chiqui Tapia?

En el predio ferial de Bogotá destinado a tal fin los organizadores le cedieron a la Argentina, por ser la invitada de honor, un lugar preferencial en uno de los pabellones, disponiendo para ello de 3.000 m2. Con el lema La literatura argentina sale a la cancha el stand argentino dio que hablar.

Como no fui testigo presencial del evento, he leído en una de las crónicas periodísticas que dice: Además de la fachada, que evoca la camiseta de la selección nacional, el ingreso a través de una “manga” iluminada y dos generosos espacios para patear pelotas reales y virtuales revisten la presencia argentina de un espíritu deportivo. Es decir que al objeto de la muestra, sin duda los libros y sus autores, se debía ingresar como los jugadores a la cancha.

Hubo críticas de parte de los escritores, tanto por derecha como por izquierda. Desde su vereda, como miembro integrante de la delegación a concurrir Ivonne Bordelois reprobó esta puesta en escena. De su columna  en el diario La Nación, publicada el 19 de abril, tomo este párrafo inicial: A pesar de la grieta, muy pocos son entre nosotros los que negarán que una de las instituciones más degradadas con que contamos en la actualidad es el fútbol. Pedofilia, negociados, escandalosas derrotas en los preliminares del Mundial: nada falta para avergonzarnos; otros escritores coincidieron con  esta opinión.

De acuerdo o en desacuerdo con el lema y diseño del stand argentino a título personal, cualquiera tiene derecho a formular sus puntos de vista, aun los funcionarios del Estado siempre y cuando, con el debido respeto, las formulen por la vía correspondiente, en el momento y espacio oportuno. Por eso tomó por sorpresa la arremetida de Alberto Manguel, director de la Biblioteca Nacional, cuando varios días después de inaugurada la feria le tocó dar su charla sobre por qué leemos.

Al llegar al stand  Manguel fue tomado por sorpresa, no tenía idea del lema y menos del diseño futbolero del stand, al que calificó de vergonzoso y un absurdo gesto de populismo. La cosa no quedó ahí y  ante los asistentes a su charla, dijo: Pido disculpas en nombre de todos los argentinos por el vergonzoso escenario de un estadio de fútbol montado en una fiesta del libro.

En esa feria internacional de libros  Manguel fue incluido en la programación de actos por ser el director de la Biblioteca Nacional, en otras circunstancias probablemente no habría clasificado para jugar en ese campeonato. Hoy día él es invitado por aquí y por allá en virtud del cargo que desempeña, lo mismo ocurrió con algunos de sus antecesores.

Ahora bien, en esa oportunidad Manguel cometió tres incorrecciones severas que quedaron impunes: hablar en nombre de todos los argentinos, calificar de vergonzoso y absurdo lo realizado que contó con el beneplácito del ministro de Cultura, y vociferar su rechazo en tanto se hallaban como huéspedes en otro país.

Semejante disidencia fue levemente levantada por el periodismo. Por radio se la escuché comentar a Federico Andahazi en el programa de Alfredo Leuco, quienes la tomaron casi como una boutade y esquivaron evaluar con seriedad lo ocurrido, tal vez para no generar una zanjita entre ambos funcionarios. ¡No era para menos! todos están vinculados al grupo Clarín. En esos días ya ingresábamos en la víspera de la crisis político económica y este grosero desencuentro pasó al archivo del cual es oportuno rescatarlo.

El cargo de director de la Biblioteca Nacional es una designación por decreto y no le confiere autoridad para hablar en nombre de los argentinos, además tales manifestaciones públicas fueron impropias porque cuestionaron al ministro de quien jerárquicamente depende, e inapropiadas por haberlas formulado en un ámbito de otro país; en fin todo un comportamiento que el propio Manguel no habría tolerado si los roles hubieran estado invertidos; pero a Avelluto no le dio el cuero y prefirió quedar golpeado, esta vez no con una trompada sino con un cachetazo.

Por mucho menos Manguel intimó con amenazas a los empleados de la Biblioteca Nacional. A poco de su presencia en la dirección de la Biblioteca Nacional algunos empleados comentaron el singular desempeño de este director itinerante y el costo que esto implica al erario. Aunque los comentarios circularon por WhatsApp y Facebook llegaron a su conocimiento, sin duda  gracias a algunos de sus lebreles informantes.

Durante el día 2 de diciembre de 2016, algunos trabajadores se comunicaron con el medio digital Política Argentina para enterarlos que la red de la Biblioteca Nacional no permitía a los usuarios ingresar a la nota de la Unión del Personal Civil de la Nación, delegación general del Ministerio de Cultura, consignada al ministro Avelluto, donde se denuncia que el director de la Biblioteca Nacional persigue empleados por sus publicaciones en Facebook.

La nota hacía referencia a que el día 29 de noviembre Manguel envió un mail instando a las jefaturas a confrontar con los empleados que hubieran realizado críticas contra su gestión en las redes sociales.

En referencia a esos trabajadores dijo que tienen dos opciones, o se dejan de entorpecer nuestras tareas comunes por medio de alarmas y acusaciones repetidas sin fundamento, o buscan trabajo en otra parte; y finaliza diciéndoles que éste es un país libre y nadie esta obligado a permanecer en una institución que juzgan fraudulenta.

A tal punto llega el engreimiento de Manguel que mezcla su cuestionado desempeño con las funciones específicas de la institución, creyéndose que él es la Biblioteca Nacional. Un caso típico de autócrata.

 

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