La batalla por la soberanía.

La soberanía no se declama ni se negocia, se defiende. 20 de noviembre de 1845 (173 años de la batalla de la Vuelta de Obligado [1]).
Escribe: Ricardo Lopa*

“Yo sabía la acción de Obligado; ¡qué iniquidad! De todos modos los interventores habrán visto que los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que abrir la boca…” (San Martín)

–Qué los parió a los gringos … ¡qué digo, venirse al cuete..!– [2]

 

Para mediados de 1845, el panorama general de la Confederación Argentina no era floreciente. El puerto de Buenos Aires, bloqueado por la flota anglofrancesa, las comunicaciones fluviales con las provincias mesopotámicas interrumpidas; Corrientes y Paraguay alzados en armas y la mayoría de la población obligados a realizar sacrificios a fin de solventar los gastos crecientes de la guerra (en Uruguay), y finalmente, una ausencia de soluciones inmediatas.

Al declarar el bloqueo, Francia e Inglaterra invocaban los perjuicios que ocasionaba la guerra en el Plata al comercio internacional. Además, pretendían dar carácter de Estados nacionales soberanos a las provincias de Entre Ríos, Corrientes y Santa Fe, desconociendo con ello la unidad de la Confederación Argentina.

El Brigadier General don Juan Manuel de Rosas a cargo de la Confederación Argentina planteó bien la situación “como la guerra que nos hacían los gobiernos inglés y francés no era una guerra nacional movida por el odio, la rivalidad o la defensa, sino una guerra imperialista –“comercial” Ante tal situación tomó las prevenciones militares correspondientes. Los bloqueadores se apresuraron a enviar una flota militar y comercial para abrir al Paraná al comercio y establecer también comunicaciones militares con Corrientes y Paraguay. La componían buques de vapor y de vela, armados y pertrechados con los últimos adelantos conocidos, y unos 100 buques mercantes.

Aunque resistir una agresión de la escuadra anglo-francesa formada por acorazados de vapor y cañones Peissar, parecía una locura, Rosas lo hizo. No pretendía con su fuerza diminuta –cañoncitos de bronce, fusiles anticuados, buques de madera– imponerse a la fuerza grande, sino presentar una resistencia para que “no se la llevasen de arriba los gringos”. Artilló la Vuelta de Obligado (San Pedro, Pcia. de Bs. As), y de allí se dio a los anglo-franceses una bella lección de coraje criollo el 20 de noviembre de 1845.

No ganó, ni pretendió ganar, ni le era posible. Simplemente enseñó –como diría San Martín (al comentar acción de Obligado)– que “los argentinos no somos empanadas que sólo se comen con abrir la boca”.

Cuando los usurpadores comprendieron que la intervención fue un fracaso comercial, pues, si bien remontaron con grandes pérdidas materiales y humanas el río Paraná hasta Paraguay, tuvieron que retornar por el mismo camino, sufriendo nuevos ataques por fuerzas argentinas, y además la colocación de sus mercaderías no fue la esperada, los ingleses y franceses se apresuraron a pedir la paz aceptando las condiciones de Rosas para terminar el conflicto.

La intervención imperialista fue levantada por medio del Tratado Arana-Southern (Gran Bretaña) y el Tratado Arana-Lepredour (Francia).

El 24 de noviembre de 1849 se firmó el Tratado Arana-Southern. Gran Bretaña reconocía a la Confederación Argentina la plena soberanía sobre sus ríos interiores, incluido el río Uruguay en común con la República Oriental. Además se reconocía el derecho de la Argentina de solucionar sus diferendos con el gobierno uruguayo por vías pacíficas o bélicas sin intervención extranjeras, incluyendo el derecho a bloquear los puertos enemigos. También se le devolvían la flota capturada y la isla Martín García, y habría un desagravio de la bandera argentina por la flota británica. El Reino Unido se reconocía vencido.

Finalmente, el 31 de agosto de 1850 se firmó la Convención definitiva de paz con Francia, conocida como Tratado Arana-Lepredour. Francia devolvía las naves argentinas en manos francesas, la isla Martín García, decidía la evacuación por las tropas extranjeras de Montevideo, reconocía la soberanía argentina sobre el Paraná y se saludaría el pabellón argentino con 21 cañonazos de la escuadra francesa.

 

(*) Ricardo Lopa: Abogado (UBA), Docente, Historiador, Escritor, miembro de la Junta de Estudios Históricos del barrio de Boedo. Autor de numerosos libros:

Sur, barrio de tango, amor y revolución (2014), Boedo, cuentos de tango, barrio y fútbol (2013), Julián Centeya, el soñador del cuore rante (2012), Cátulo Castillo, un porteño de Boedo (2011), Te Imagino Homero (Manzi) (2010), Los fabulosos Kennedy (2008), entre otras obras compartidas.

[1] La Batalla de la Vuelta de Obligado se produjo el 20 de noviembre de 1845, en aguas del río Paraná, sobre su margen derecha y en el norte de la provincia de Buenos Aires, en un recodo donde el cauce se angosta y gira, conocido como Vuelta de Obligado, en lo que hoy es la localidad de Obligado (partido de San Pedro).

[2]. La Vuelta de Obligado (triunfo, canción) de Miguel Brascó-Alberto Merlo, versión de Alfredo Zitarrosa.

 

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