Frustración x 2

Perdimos la Copa. La segunda sucesiva en el término de un año. Ambas en la final. Ambas en el alargue y con oportunidades desperdiciadas. Ambas en un ámbito totalmente hostil.

La de América, contra el local, donde la Copa era más prioritaria que la polución de Santiago, con jugadores que supieron sobrellevar la fuerte presión y un entrenador argentino –Sampaoli– que planteó la marca escalonada de los talentosos y si se escapa, a pesar de todo, la fractura de tobillo también es una manera, ilegal, pero manera. ¡Páralo! ¡Páralo como sea! –gritó repetidas veces en el colmo de su paroxismo. Y le hicieron caso.

Lo cierto es que el planteo de Martino se hizo cargo desde el comienzo de toda esa desesperación trasandina del “ahora o nunca” e intentó esperar y hacerles saber que para convertir tendrían que derribar la muralla china. Pero…, Sampaoli y los suyos percibieron de inmediato que al equipo argentino le preocupaba más la localía y el hambre del adversario que asumir su jerarquía mundial. Y sólo esa circunstancia le bastó a los chilenos para agrandarse y someter psicológicamente a un equipo ya sometido desde su planteo timorato.

Cumplidos los 120 minutos, dio la sensación de que, si nos imponíamos en los penales, tampoco había mucho que festejar. El brillo de nuestras estrellas fue opacado por el despliegue del adversario no desprovisto de talento. Alexis Sánchez se mandó un pique casi finalizando el juego como si fuera un pibe de reemplazo recién ingresado. Y los nuestros eran una enfermería donde Masche se apoyaba con su cuore, Lavezzi con sus pulmones, Pastore, como siempre, un genio de 45 minutos a lo sumo, debió ser reemplazado y Di María se desgarró en el primer tiempo. Messi, obstinadamente colocado como armador por el centro –una Ferrari trabajando de remís; Pablo Bellocchio dixit– tuvo un día de esos en que cuando no le salen tres seguidas pierde confianza, de otro modo las oportunidades que tuvo de tiro libre hubieran tenido otro destino. Qué decir de nuestro ínclito director técnico para no caerle ante el fracaso. Bueno, lo más considerado que se me ocurre es que no es saludable “morir con las botas puestas”: se muere. ¿Había plan B? Si lo había no se usó. Sampaoli usó hasta el plan Z. A medida que se desarrollaba el encuentro variaba para neutralizar… Y ganó la copa. Martino dijo luego de su salida del Barsa que “se sintió superado por las circunstancias”. Buena reflexión. ¿Se repite? O comienza la etapa del abandono de la rigidez.

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